23 de octubre de 2006

De héroes y princesas

Uno nunca elige ser un héroe, no puede hacerlo, no se nace siendo héroe porque quizás no existan los héroes sino las personas que te salvan. Tampoco puedes elegir el momento exacto en que un héroe te ayudará a salir del paso, te ayudará a no perderte en las brumas de tu vida y a no dar todo por perdido.

Nuestra historia comienza una tarde gris de un mes que prefiero no recordar. Entre el olor a gasoil quemado y el rumor de un mar embrabecido y envalentonado que ahogaba sin necesidad de caer al agua y sin sentir el sabor de la sal en los labios. Un hombre apoyado en un pasamanos, la mirada ausente en el horizonte, su mente dando vueltas y consumiendo cada segundo de su vida, cada momento. Nadie sabe que se le pasa a un hombre por la cabeza cuando cree que todo está perdido y que no queda más escapatoría que la que está ante sus ojos. Y no sé con exactitud lo que pensaba nuestro amigo en esos momentos de angustia, pero sintió la necesidad de saltar y dejar atrás este mundo, sintió nostalgia por todo aquello que un día tuvo y por todo aquello que no tenía y deseaba conseguir. Y fue entonces cuando sus pies despegaron del suelo, cuando su alma se desprendió del cuerpo y la toalla volaba hacia el otro extremo del ring. Pero algo lo mantuvo pegado a la cubierta, algo hizo que sus pies volvieran a tocar el frío metal del barco y algo no permitió que lo hiciera.
Y nuestro hombre rompió a llorar aún a pesar de recordar aquel viejo dicho de "los hombres no lloran" y entró dentro y se fue a dormir sintiendo que había mirado a la muerte a los ojos y ésta le había devuelto una sonrisa fugaz.

Me contó que en el momento en que sus pies despegaron del suelo, alguien lo sujetó y lo mantuvo pegado a cubierta, sintió en ese momento que no estaba sólo, que alguien lo abrazaba y que le susurraba al oído que la vida merecía la pena. Era como una especie de ángel protector, cómo una especie de espíritu benevolente que se había apidado de su alma. Y me cuenta que la vió a ella, que ella se le apareció, la mujer que amaba, que lo sujetó y le dijo que no pensaba soltarlo nunca. Y no lo hizo, me cuenta que sintió que una heroína lo había salvado, una especie de superwoman con capa a la que solo él podía ver y que con una magia casi de otro mundo rescató su cuerpo del desastre.

Y supo entonces que estaba enamorado, supo entonces que aquella era la mujer que tantas veces había soñado y deseado y a la cual amaba con locura, una locura casi irracional pero que lo mantenía vivo. Y supo también entonces que no podía permitirse dejarla escapar, no podía permitir que otro llenara sus abrazos, que otro cubriera sus suspiros, que otro recibiera sus besos. Y se juró no tirar jamás la toalla porque si de verdad existían las medias naranjas, aquella noche el mar, en la inmensidad de la distancia le había mostrado que su media naranja podía salvarle la vida aún a más de 2000 millas naúticas de distancia.

Esa noche el amor volvió a disfrazarse de sirena, volvió a adentrarse en la conciencia de nuestro hombre y le dio fuerzas para seguir. Y fue así como aquellas historias de héroes que tanto habia leído de pequeño se transformaron en princesa, una princesa que le había salvado la vida y con la que quería pasar el resto de sus días.

7 Comentarios:

  1. Jumm tanto tiempo sin aparecer por estos lares y cuando regresas lo haces de esta forma, es precioso. Me quedo con esto;

    Y supo también entonces que no podía permitirse dejarla escapar, no podía permitir que otro llenara sus abrazos, que otro cubriera sus suspiros, que otro recibiera sus besos. Y se juró no tirar jamás la toalla..

    Simplemente genial, no se que mas decir, vuelvo a estar escasa de palabras (el tiempo me trastorna...)

    Un bso.

    ResponderEliminar
  2. No hay que rendirse nunca.

    Un beso!!

    ResponderEliminar
  3. he venido a saludarte y me encuentro con este post que me gusto mucho
    te dejo besitos y que estes muy bien


    besos y sueños

    ResponderEliminar
  4. ¡Pobrecita princesa! Había jugado a construir inestables castillos de ilusiones en el aire, con sus suspiros desmayados, conformando fantásticas historias en las cuales su príncipe siempre llegaba en el momento oportuno para derrotar a las inclementes bestias que la aterrorizaban, para derrotar a sus dragones particulares.
    ¡Pobrecita princesa! Nadie le dijo que los sueños son como pompas de jabón; hermosos, pero que explotan y se desvanecen si uno trata de alcanzarlos y tocarlos con la yema de los dedos. Y ella cometió el error de acercarse demasiado a ellos.
    Por fin su fabuloso corcel alado abandonó su hogar, rumbo a aquel palacio que tantas veces había imaginado y reinventado, y descubrió que los retales de sus fantasías no correspondían a la realidad, pero no le importó. Aunque se sintió decepcionada al encontrar que su castillo flotante había quedado reducido a cenizas, se tragó las lágrimas; aguardaba la llegada de su príncipe azul. Esperó, esperó, esperó y siguió esperando... No era consciente de que, con su magnífico palacio reducido a la nada, aquel desconocido y valiente príncipe no sabría que ella era una princesa, y nunca iría a buscarla.
    En una eterna noche, se sentó en medio de las ruinas de sus sueños, y se encogió en el suelo, abrazándose las rodillas, meciéndose al compás de un llanto desesperado.
    Tanto lloró que, sus lágrimas saladas, al caer sobre sus sedosos vestidos, fueron ajándolos, corrompiéndolos, hasta que quedaron convertidos en una mera sombra de lo que antaño habían sido. Ahora la princesa cubría su cuerpo con trapos al igual que las brujas y los mendigos, con zarrapastrosos vestidos impropios de su condición, y mirando las ruinas de su mundo imaginario, comenzó a olvidar quién era. Incluso su alado corcel la había abandonado al no reconocerla bajo aquella indumentaria. Pobrecita princesa.
    Y sucedió entonces que amaneció, sin previo aviso, y así como el sol aparece, aportando esperanzas a un nuevo día, llegó un joven caballero a lomos de un caballo blanco. Se detuvo a su lado y le tendió la mano.
    La muchacha dudó un instante en aceptar la mano que se le ofrecía, temerosa de que se tratara simplemente de otra burbuja de jabón que estallara al intentar aprehenderla. Percibiendo su incertidumbre, el joven caballero se agachó a su lado y la abrazó tiernamente.
    ¡Qué felicidad sintió al calor de su abrazo! ¿Había venido aquel príncipe a salvarla? ¿Realmente estaba allí con ella? ¡Incluso había llegado sobre un caballo blanco!
    Se puso en pie y acompañó al joven caballero, que la ayudó a montar sobre el dócil animal.
    No era tal y como ella había imaginado tantas veces; a decir verdad, el caballo no era de color blanco inmaculado y no era tan joven como aparentaba, aunque sí fuerte y obediente. Puede que la realidad no fuera totalmente fiel a sus románticas ensoñaciones, pero era tangible, y supo apreciarla más que a aquellas fantasías insensatas.
    Se recompuso los maltrechos vestidos y se aferró al príncipe que se colocó delante de ella.
    Preguntó adónde la llevaba, y al saber que se dirigían a alguna suerte de palacio, se asombró. ¿Por qué motivo? ¿Por qué un príncipe habría de conducir a una supuesta bruja a su palacio? Y la respuesta la conmovió de tal modo que lágrimas de absoluta felicidad se deslizaron dulcemente por sus mejillas: "Porque yo siempre he sabido que tú eras mi princesa".

    -----------------------------------

    Gracias, mi amor, por luchar contra mis dragones cuando ya estaba a punto de sacrificarme a mí misma para calmar su fiereza, para no sufrir más.
    Gracias por hacerme ver que, al menos para ti (y con eso me basta) sigo siendo una princesa.
    Gracias por darme una nueva ilusión, por hacer que mis castillos en el aire sean más estables y no se desmoronen en cuanto sopla una ligera brisa marina.
    Gracias por llevarme contigo, con todo lo que eso significa.
    Espero que sepas ver en este pequeño cuento más de lo que digo, y mucho, mucho más de lo que me callo. De hecho, confío en que lo harás.
    Te quiero, mi príncipe.

    Sayuri Aura

    ResponderEliminar
  5. hermoso cuento!:) me dejas con una sonrisa

    ResponderEliminar
  6. bonito cuento. yo sin embargo hace tiempo q dudo de q el amor sea la respuesta a todo

    ResponderEliminar
  7. Bonita historia... (y bonita contestación la de tu princesa jeje).

    A mí me parece que hay muchísimos héroes y heroínas anónimos dispersos por este mundo. Gente que con una sonrisa ha salvado tu alma por un día de caer en la rutina, en el aburrimiento, en la desilusión. Hay infinidad de héroes que siguen luchando día a día por sus ideales, por que las utopías dejen de serlo.. creo que por ell@s merece la pena seguir adelante, seguir sus huellas y dejar que te guíen. Nos dan esperanza para pensar que no todo está perdido, ni mucho menos...

    ¿Has oído esa canción de Presuntos Implicados que susurra "hay ángeles entre nosotros"?.. yo creo que he conocido a algunos..

    Un abrazo fuerte!.

    ResponderEliminar

¿Qué te ha sugerido lo que has leído? ¿Quieres aclarar algún punto? Añade lo que quieras, siéntete libre.