26 de mayo de 2008

El drakkar

Cuando al día siguiente subí a cubierta, el aspecto de la isla había cambiado por completo. La calma de días atrás había dejado paso a una pequeña tempestad que doblaba las palmeras. La fuerza de las olas hacía crujir el casco y, el ligero vaivén del barco que nos había acompañado durante semanas, se había transformado en un profundo cabeceo de proa a popa que me obligaba a saltar para avanzar.

Ordené izar las velas y cambiar de rumbo, no podía permitir que nos acercáramos demasiado a la costa con mar picada, sería abocarnos al naufragio. Desplegué mi catalejo y oteé el horizonte, busqué con celeridad la torre que se alzaba en el centro de la isla y observé que su bandera seguía ondeando al viento.

De repente un estruendo hizo temblar el barco, cientos de astillas saltaron por los aires y varios marineros estuvieron a punto de precipitarse al agua. El buque detuvo su avance bruscamente, las olas rompían contra el esqueleto del barco con fiereza. Me asomé por la banda de babor y observé atónito como nos encontrábamos atrapados entre varias rocas que apenas sobresalían del agua. Una ola barrió la cubierta derribándome, me levanté como pude con mucha dificultad. Vi a los hombres corriendo de un lado a otro presas del pánico. Algunos saltaron desesperadamente por la borda y el mar los engulló en cuestión de segundos.

Bajé corriendo a las bodegas, el agua entraba a borbotones por un par de vías de más de dos palmos de longitud que se habían abierto en el costado. Algunos hombres se afanaban en taponarlas, me dirigí a ellos y los ayudé. La presión del agua era tal, que nos costaba sujetar los tablones que usábamos para intentar cerrar las aberturas y mucho más clavarlos. Tras un par de intentos desistimos. Los hombres me miraban angustiados, esperaban unas palabras de aliento de su capitán, algo que no los hiciera perder la esperanza.

-¡Arriar los botes! –ordené.

Disciplinadamente los hombres fueron embarcando, los fuimos arriando con ayuda de las poleas y paulatinamente se fueron alejando dando tumbos entre el espeso oleaje.

Todo el mundo sabe que un capitán debe de ser el último en abandonar su barco, y esta no iba a ser una excepción. Ya sólo quedaban conmigo mi fiel contramaestre y mi segundo teniente de abordo, los hice embarcar en el último bote y de un salto me coloqué junto a ellos. La inclinación del barco hacia babor ya era pronunciada, empezaba a crujir cada vez más y algo me decía que no tardaría en resquebrajarse por la mitad. Aceleramos el descenso todos lo que pudimos y al tocar el agua corté los cabos que nos mantenían unidos al buque.

La fuerza de las olas nos hizo chocar contra el casco un par de veces, empezamos a remar con todas nuestras fuerzas y conseguimos alejarnos. Después fuimos un cascarón de nuez ingobernable en medio de la nada.

Vagamos durante algunos minutos, encomendándonos al dios Neptuno. Hasta que un conjunto de rocas apareció ante nosotros peligrosamente. Intentamos remar en dirección contraria dejándonos la vida en ello, pero fue inútil. Nuestro bote se destrozó en mil pedazos y salí despedido varios metros hasta zambullirme finalmente en el agua.

Perdí el conocimiento. Hoy me he despertado en este islote, con un extraño colgante colgado de mi cuello, tiene forma de drakkar.

He encontrado varias botellas vacías en la orilla por lo que sospecho que no soy el primero en llegar aquí. Hoy lanzo este mensaje al mar con la esperanza de que alguien lo encuentre y venga a buscarme, hay una cabaña de madera medio derruida con un letrero que reza: “Libertad”.

CONTINUARÁ

Una vez tuve un drakkar, no me llevó a una isla desierta, pero consiguió hacerme vivir en un sueño. Juntos construímos una casa en los mares de la luna y criamos unicornios azules. Aunque alejase su rumbo de mi vida, su recuerdo aún vive en mi corazón.

NOTA: Éste relato forma parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos". Se encuentra bajo una licencia Creative Commons © .

12 Comentarios:

  1. OOoooOOOooo...que bonito.
    La vida es un drakkar en el que te subes, y con el que partes a zonas de marejada, de olas de diez metros, y a lugares mansos y paradisiacos, donde sólo hay que disfrutar..
    Lo importante es no abandonar el barco, a no ser que sea la única alternativa, y si lo haces...como buen capitán...ser el último, despues de haber ayudado a hacerlo a todos los demás.
    Un queso niño!!!

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  2. XD pos habra que ver como termina todo el embrollo ¿eh? me he pasado por aqui :)

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  3. Aún estoy mareada tras la tempestad que ha azotado al barco. Me gusta como has mantenido la intensidad del relato de principio a fin. No sabía qué era un drakkar, pero promete ser interesante. Espero con ansias esa segunda parte que prometes.¡Enhorabuena!

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  4. Las botellas me las he bebio yo pero sé uno sitio secreto donde podemos encontrar más.

    La sirenita

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  5. Hola!!! Me gustó el relato por lo rápido que se pasaron las palabras ante mis ojos, quedando la frase "Después fuimos un cascarón de nuez ingobernable en medio de la nada", bonita, refleja fielmente el difícil momento que atravesaban, y da en verdad para que continue ¿Quién lo salvó? ¿A dónde fue a parar? ¿Acaso se liberó de lo material para denominarse como ser verdaderamente libre y por eso el nombre de la casa?, intriga, curiosidad, me ha dejado sabor a eso... por ello espero seguir leyendo!!!!
    Por cierto, gracias, aprendí una nueva palabra Drakkar
    Un saludo desde el otro lado del charco :)

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  6. UAUUUUUUUUUUUUUUHHHHH!!!! que bueno, que buena prosa, me gustó mucho...un beso.

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  7. Que bello sitio

    Encontré una de esas botellas que tiraste al mar y aqui estoy conociendote

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  8. Libertad, como mi ultima entrada, que casualidad...sigo por aquí...un beso

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  9. sabes que publicaste este comienzo el dia de mi cumpleaños?? Andaaaa, porfaaaa, como regalo, dame un final feliz ... ;)

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  10. Jo, qué bonito, en especial el párrafo final en cursiva. No sé porque pero siento- y no sólo de este relato- como si tuvieras algún tipod e afinidad por el agua.

    ¡Y a ver esa continuación!


    Un abrazo,


    Pedro.

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  11. entre titanic y perdidos...

    quizas las botellas son mensajes para el buscandolo desde el otro confin de la tierra... vete tu a saber.

    saludos

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  12. Joer... es que esta frase parecía estar destinada única y exclusivamente para que tú escribieses con ella...

    Siempre me pasa lo mismo. Me quedo embobada con tus historias "marineras" -por llamarlas de algún modo- y con todo ese vocabulario que, a pesar de conocer y saber que exite, yo nunca sería capaz de utilizar adecuadamente...

    A pesar de lo bueno de la historia, es con la postdata final con la que se me ha escapado un suspiro y una sonrisa cómplica se me ha dibujado en la cara.

    ¡Qué crack que eres capullín! ;)

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