Decidí establecer mi cama en la nostalgia. Alisé sobre ella las sábanas recién planchadas de la tristeza y me tumbé a dormir. Me tapé la cabeza con la manta de la resignación y arrugada entre mis sueños te encontré.
Tenías otra gesto, otro nombre y otro color. Vestías otras ropas y mi mano no conocía tu pelo. Había gente extraña alrededor y en un segundo me faltó el aire. Me arrodillé llevándome las manos al cuello pero no golpée el suelo, empecé a caer mientras agitaba los brazos y las piernas y el aire bufaba en mis oídos. El tiempo se hizo eterno y me ahogué antes de terminar la caída.
Desperté en una playa desierta, tosiendo y escupiendo agua por la boca. Las olas me habían llevado hasta la orilla. Los qués, cómos y porqués eran todo un misterio. Miré a mi alrededor y no vi ni rastro de vegetación, una amplia extensión de arena se extendía ante mi vista en todas las direcciones. No había nada. Nada salvo un bulto blanco que a lo lejos parecía respirar. Me acerqué hacia allí corriendo y el bulto se convirtió en tí, llevabas puesto un camisón y estabas llorando lágrimas de arena.
Desperté por segunda vez y me encontré sudando en mi cama. No había rastro de nadie a mi alrededor y al despertador aún le quedaban varias horas para iniciar su odiada cantinela. Por miedo a volver a soñar contigo permanecí despierto el resto de las horas.
Busqué tu rastro de arena en la calle, en el metro y en la oficina. Aguanté los malos modos, la sensación de derrota y el desazón mientras la jornada se consumía e iba olvidando poco a poco la recurrente pesadilla.
Llegó un momento en que mi mente te expulsó y justo en ese instante comenzó a llover. Me senté frente al cristal para ver caer la lluvia y pasaron una vez más las horas. No sé en qué momento comenzó a llover arena. Por si la imaginación me jugaba una mala pasada, saqué mi dedal de su cajita y dejé que se llenara. Lo volví a guardar con cuidado y me senté nuevamente a esperar. No recuerdo en qué momento me quedé dormido.
Mientras yo dormía mi calle se convirtió en una playa pero al despertar ya no quedaba nada. Los coches habían vuelto a aparecer y recorrían la carretera de arriba abajo, con menos elegancia que cualquier ola.
Corrí a abrir la cajita y saqué el dedal, ante mi sorpresa estaba lleno de arena, pero nada a mi alrededor parecía haber sucedido nunca. ¿Era la arena que agota mi tiempo? ¿O la arena que marca el comienzo?
Volví a mirar hacia la calle y la chica del sueño levantó la vista. Sus ojos se cruzaron con los míos, sonrío y se perdió calle abajo. Cuando salí en su busca había desaparecido. Comenzó a llover justo en ese momento.
Y por fin, el despertador sonó sacándome de toda ensoñación. Era lunes y había que volver a trabajar. No sabía el porqué pero ese día también te iba a echar de menos.
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14 de junio de 2011
Arena
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El mundo onírico es muy complicado de escribir, pero has plasmado esas líneas del inconsciente con buena letra :) Los sueños siempre dicen lo que está ahí y no queremos ver o solo podemos intuir.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre es un auténtico gustazo pasar por aquí. Tus escritos gozan de una sensibilidad a la que no estamos habituados con el ritmo de la ciudad. Precioso, de verdad. Un besazo.
ResponderEliminarVences al odiado tiempo, desarmas el engranaje de sus máquinas, y por un momento la vida transcurre al añorado ritmo de un reloj de arena.
ResponderEliminarY en ese punto, ese pequeño y estrecho instante que separa sus cuerpos, hallas espacio para los sueños. Y no quiero que el tiempo transcurra :)
Un abrazo quillo! De las Arenas a las Ardenas :)
Oski, qué bonito te ha quedado!
ResponderEliminarDespués de un tiempo de abandono, me reengancho a tus historias e intentaré seguir con las mías.
No perderé ripio de lo que aquí se cuece, pero dame unos días de lectura.
Un abrazo!
Cuando el mundo onírico se mezcla con el mundo real, el corazón se vuelve fantasía pero nuestros pies, aunque creamos que vuelan, siguen intactos.
ResponderEliminarA veces, no sabemos si echamos de menos un sueño, o una realidad... pero esa extraña sensación hace mella.
Un abrazo, de los verdaderos, de los eternos. De los de siempre.
Es impresionante como pones palabras y hermosura a algo tan abstracto como es lo que te da la insconciencia, tan alejada y cerca de nosotros a la vez ;)Me encanta
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