14 de junio de 2011

Arena

Decidí establecer mi cama en la nostalgia. Alisé sobre ella las sábanas recién planchadas de la tristeza y me tumbé a dormir. Me tapé la cabeza con la manta de la resignación y arrugada entre mis sueños te encontré.

Tenías otra gesto, otro nombre y otro color. Vestías otras ropas y mi mano no conocía tu pelo. Había gente extraña alrededor y en un segundo me faltó el aire. Me arrodillé llevándome las manos al cuello pero no golpée el suelo, empecé a caer mientras agitaba los brazos y las piernas y el aire bufaba en mis oídos. El tiempo se hizo eterno y me ahogué antes de terminar la caída.

Desperté en una playa desierta, tosiendo y escupiendo agua por la boca. Las olas me habían llevado hasta la orilla. Los qués, cómos y porqués eran todo un misterio. Miré a mi alrededor y no vi ni rastro de vegetación, una amplia extensión de arena se extendía ante mi vista en todas las direcciones. No había nada. Nada salvo un bulto blanco que a lo lejos parecía respirar. Me acerqué hacia allí corriendo y el bulto se convirtió en tí, llevabas puesto un camisón y estabas llorando lágrimas de arena.

Desperté por segunda vez y me encontré sudando en mi cama. No había rastro de nadie a mi alrededor y al despertador aún le quedaban varias horas para iniciar su odiada cantinela. Por miedo a volver a soñar contigo permanecí despierto el resto de las horas.

Busqué tu rastro de arena en la calle, en el metro y en la oficina. Aguanté los malos modos, la sensación de derrota y el desazón mientras la jornada se consumía e iba olvidando poco a poco la recurrente pesadilla.

Llegó un momento en que mi mente te expulsó y justo en ese instante comenzó a llover. Me senté frente al cristal para ver caer la lluvia y pasaron una vez más las horas. No sé en qué momento comenzó a llover arena. Por si la imaginación me jugaba una mala pasada, saqué mi dedal de su cajita y dejé que se llenara. Lo volví a guardar con cuidado y me senté nuevamente a esperar. No recuerdo en qué momento me quedé dormido.

Mientras yo dormía mi calle se convirtió en una playa pero al despertar ya no quedaba nada. Los coches habían vuelto a aparecer y recorrían la carretera de arriba abajo, con menos elegancia que cualquier ola.

Corrí a abrir la cajita y saqué el dedal, ante mi sorpresa estaba lleno de arena, pero nada a mi alrededor parecía haber sucedido nunca. ¿Era la arena que agota mi tiempo? ¿O la arena que marca el comienzo?

Volví a mirar hacia la calle y la chica del sueño levantó la vista. Sus ojos se cruzaron con los míos, sonrío y se perdió calle abajo. Cuando salí en su busca había desaparecido. Comenzó a llover justo en ese momento.

Y por fin, el despertador sonó sacándome de toda ensoñación. Era lunes y había que volver a trabajar. No sabía el porqué pero ese día también te iba a echar de menos.


Imagen: Dbjs

6 Comentarios:

  1. El mundo onírico es muy complicado de escribir, pero has plasmado esas líneas del inconsciente con buena letra :) Los sueños siempre dicen lo que está ahí y no queremos ver o solo podemos intuir.

    Un abrazo

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  2. Siempre es un auténtico gustazo pasar por aquí. Tus escritos gozan de una sensibilidad a la que no estamos habituados con el ritmo de la ciudad. Precioso, de verdad. Un besazo.

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  3. Vences al odiado tiempo, desarmas el engranaje de sus máquinas, y por un momento la vida transcurre al añorado ritmo de un reloj de arena.
    Y en ese punto, ese pequeño y estrecho instante que separa sus cuerpos, hallas espacio para los sueños. Y no quiero que el tiempo transcurra :)

    Un abrazo quillo! De las Arenas a las Ardenas :)

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  4. Oski, qué bonito te ha quedado!
    Después de un tiempo de abandono, me reengancho a tus historias e intentaré seguir con las mías.
    No perderé ripio de lo que aquí se cuece, pero dame unos días de lectura.

    Un abrazo!

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  5. Cuando el mundo onírico se mezcla con el mundo real, el corazón se vuelve fantasía pero nuestros pies, aunque creamos que vuelan, siguen intactos.

    A veces, no sabemos si echamos de menos un sueño, o una realidad... pero esa extraña sensación hace mella.

    Un abrazo, de los verdaderos, de los eternos. De los de siempre.

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  6. Es impresionante como pones palabras y hermosura a algo tan abstracto como es lo que te da la insconciencia, tan alejada y cerca de nosotros a la vez ;)Me encanta

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