24 de agosto de 2012

Caricias para un áloe

Se secó el áloe que tenía en la maceta que me regalaste. El último de tus supervivientes se fue de la noche a la mañana. Parecía consciente de su destino, las tardes anteriores había estado más verde que nunca, como si supiera que eran sus últimos días y su deseo no fuera otro que mostrarse bello y digno. Esta mañana lo encontré marrón y marchito, con su color apagado para siempre, convertido en un mero recuerdo de lo que fue. He de reconocer que no había día que lo mirase y no me acordara de ti, aquel áloe en cierta manera ero lo único que había soportado tu marcha.

Recuerdo como acariciabas sus hojas mientras Carlos Chaouen sonaba en la minicadena del salón.

—Las plantas también sienten y escuchan aunque tú no puedas oírlas —me decías siempre que interpretabas que te estaba mirando raro. Después te echabas a reír y negabas con la cabeza mientras lanzabas un suspiro al aire. Entonces te abrazaba desde atrás y apoyaba mi barbilla en tu hombro. Podíamos pasarnos horas así.

Nunca te lo dije pero no te miraba raro, simplemente admiraba esa naturalidad de hacer las cosas, ese convencimiento de que el áloe estaba escuchando. Amaba ese momento, sentía que la paz volvía y casi podía escuchar a aquella planta haciendo coros desde su maceta, agradecida por tus caricias y por el dulce néctar de la música. Incluso parecía servirle de abono porque unos días después de aquellas sesiones siempre crecía unos centímetros y se iba haciendo grande.

—Te lo dije —sonreías orgullosa. Y entonces el mundo se antojaba un sitio mejor, bello, hermoso y confortable. Un lugar que deseabas habitar.

Y un día, empezaste a brillar más que nunca, como si quisieras que en mi retina se grabase esa belleza que siempre te perseguía para que no pudiera olvidarla. Dijiste “tenemos que hablar” y sólo hablaste tú. Después te marchaste y no volviste nunca. Me dejaste con el áloe y la nostalgia, con mil preguntas y porqués bajo el brazo, con la derrota izada en el mástil de mi alma.

A partir de ese momento he de reconocer que aquella planta escuchó más canciones de las que tú y yo escuchamos nunca juntos. Necesitaba tenerla delante, como un instrumento esencial dentro de cada tema, como si también tuviera que superar tu marcha, como si te echara de menos en cada acorde que sonaba. Nunca volví a acariciar las hojas de aquel áloe y ya no creció más. A veces pensaba que aquel áloe eras en realidad tú.

Aguantó un año entero, la tarde anterior a que se secara lo acaricié por primera vez en todo ese tiempo, justo en el estribillo de aquella canción que siempre te hacía llorar “y si me condenas...elijo la crucifixión en tu pelo...” y entonces me pinché el dedo índice con una de las espinas del borde de la hoja y sangré levemente. No le di mayor importancia.

Al día siguiente de aquello la planta se había secado, casualidad o no, no puedo dejar de pensar que interpretó aquella señal como un “vete, eres libre”, como un “es hora de despedirnos para siempre, pero te echaré de menos”. No he podido evitar culparme por aquello.

Los primeros días se me hizo muy raro escuchar música sin aquella planta delante. Me faltaba algo. Me faltabas tú. La maceta estaba vacía y si la miraba me entraban ganas de llorar. Ahora sí que no quedaba nada de ti en mi salón. El tiempo al final hizo su trabajo y conseguí dejar la nostalgia a un lado, los recuerdos dejaron de doler y cicatrizaron las heridas. Saqué aquella maceta a la terraza y me olvidé de ella.

Hará cosa de un mes descubrí un brote verde, todavía tan pequeño que no se distinguía lo que estaba naciendo allí. La introduje otra vez en casa pero me volví a olvidar de que existía. Esta mañana el brote ya medía cinco centímetros y era inconfundible: es un áloe.
Y por raro que parezca me ilusiona volver a tener alguien que sea testigo mudo de mis canciones, alguien que escuche sin hablar, que sienta sin decir. Alguien que me recuerde que se puede resurgir...y digo alguien porque le he puesto nombre. Pero eso es algo que por esta vez, me guardaré para mi.





Para escuchar esta entrada en mi voz con comentarios:

Para descargar el archivo en formato .mp3 pulsa AQUÍ




12 Comentarios:

  1. Hay q ver lo que hay que oir... como siempre tremenda la belleza de tus entradas. Me hacen sentirme pequeñita en el mundo de las letras y ansiosa porque vuelvas a deleitarnos con otra de tus joyas. Un placer leerte! =)

    ResponderEliminar
  2. Como siempre Oski con la sensibilidad a flor de piel....Una entrada muy bonita.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Un relato que derrocha ternura y cierta dosis de nostalgia muy bien repartida a lo largo de la narración y de la relación con el áloe y el amor perdido. Bonito final.
    Mi felicitación. Te veo ya mucho más animado en tus relatos y me alegro de ello.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Entiendo lo que dices...a mí me ocurre algo parecido a lo que describes hace tiempo, solo que con una gaviota...cada loco con su tema :) Y como persona que cree que las plantas escuchan de verdad...lo comprendo perfectamente :) Entiendo esa "naturalidad" de la que hablas, entiendo que más tarde la echáras de menos.
    Siempre queda algún brote verde por salir...siempre...quizás es una manera de recordarnos que hay cosas que no mueren jamás del todo, sobretodo con ciertas plantas como la áloe, que poseen las ya conocidas capacidades sanadoras que todos, en un momento u otro, necesitamos :) Son esas personas ¡uy! digo...son esas plantas las que al final echamos de menos.
    Vuelves y lo haces del todo y al complto...bien, bien...genial...mágico ;)
    Un abrazo!!!
    PD: Tiene una dosis de ñoñez exquisita XD! ;)

    ResponderEliminar
  5. Que ganas tenía ya de leerte, de saber de ti y de tus textos, y solo puedo decir que la espera ha merecido la espera..Me encanta
    Pero lo que mas me gusta de todo es esa sensación de encariñarse con algo que lo que aporta no se puede expresar ni comprar; y como no el que resurguiese de nuevo ;)

    ResponderEliminar
  6. Vuelvo del exilio involuntario, del silencio de la tinta y de todos los días en blanci¡o.

    Vuelvo a recorrer tus letras y escritos, y me vuelvo a emocionar.

    No tengo motivos para decir porqué este escrito me gustó más que otros, pero si entiendo el vacío que dejan las ausencias, y a menudo, sangrar y llorar sólo es una forma de decir adiós.

    Cuídate Oski.

    ResponderEliminar
  7. Preciosa historia sobre el renacer y la dura tarea de aceptar que todo tiene su fin y su razón de ser.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Buf!!!! no tengo palabra. ¡¡¡¡Toma Relato!!! como tu dices.
    Eres increíble, soy una privilegiada por descubrir a gente como tú, por ser una pequeñísima parte de tu vida, aunque sea literaria.
    Me encanta tu mente especial, única y diferente.
    Te quiero un montón y estoy segura que hay mucha más gente que aprecia tu sensibilidad que la que prefiere desaparecer de tu maravillosa vida.

    ResponderEliminar
  9. Me ha gustado tu relato y esa nostalgia que denota tus letras para hacerlas luz al final de tu escrito.
    Enhorabuena

    un saludo

    fus

    ResponderEliminar
  10. Que preciosa historia, llena de fuerza y de esperanza. Qué suerte que tienes,de tener una presencia física, que te recuerde que siempre es posible resurgir. A veces, muchos, sólo lo tenemos en ideas y tendemos a olvidarlo.

    Por cierto, he oído el mensaje, tu contestación hacia mí, cómo no voy a leer o a escuchar... Otra cosa es que me mueva en un gran mundo de ausencias.

    Un saludito.

    ResponderEliminar
  11. Me ha gustado mucho, es una entrada muy bonita. Cómo ciertas cosas, por simples que nos parezcan, son tan importantes para nosotros y cómo pueden modificar nuestras vidas para bien o para mal.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Tienes un auténtico talento para reflejar sentimientos y melancolía.


    Recuerda, compañero, solo es cuestión de que sigas insistiendo ;)

    ResponderEliminar

¿Qué te ha sugerido lo que has leído? ¿Quieres aclarar algún punto? Añade lo que quieras, siéntete libre.