Aquella mañana amaneció
como tantas otras, el cielo estaba cubierto de nubes de un color gris
oscuro que amenazaba con mojar las aceras en cualquier momento. Era
Domingo, el reloj apenas marcaba las ocho y por la calle no caminaba
un alma, salvo alguien que paseaba al perro con cara de sueño y
alguien que volvía a casa más bien perjudicado tras una noche de
fiesta, dando tumbos de lado a lado de la calle.
Suspiró mientras
observaba aquella estampa dominical por la ventana. Se atusó el pelo
canoso, se frotó los ojos y se dirigió al baño para darse una
ducha caliente. Después preparó café y encendió la radio, se puso
las gafas que resbalaron por su nariz y cogió un periódico pasado.
Se vistió, peinó y
anudó la corbata. Observó su rostro en el espejo y sonrió, siempre
tan elegante como en los viejos tiempos. Aunque un halo de nostalgia
lo acompañaba siempre sobre sus hombros.
La calle ya tenía algo más de actividad mientras se dirigía a comprar el pan. Miró a la muchacha que despachaba, joven y hermosa, morena y de piel algo pálida con unos profundos ojos verdes de los que quitaban el hipo. Maldijo un par de veces para sus adentros a su nieto. “Este chaval es rematadamente estúpido, anda que todos los días pasar por aquí y no decirle nada a esta chica..¡ay si me pilla a mi con cincuenta años menos!
-Son sesenta céntimos
caballero – dice mientras le entrega la barra de pan que ha pedido.
-Aquí tiene joven –
dice entregándole el dinero y regalando una de sus mejores sonrisas.
La joven devuelve la
sonrisa y nuestro hombre abandona el local con la cabeza alta. Se
dirige al parque y da un paseo, algunos niños muy pequeños montan
en bicicleta tras la atenta supervisión de sus padres, ve una pareja
que camina de la mano y otra que hace deporte. Busca un banco vacío
y se sienta mientras se evade con la mirada perdida, recuerda los
tiempos en que sus hijos eran pequeños y corría detrás de ellos,
los tiempos en que montar en bicicleta era toda una aventura, esos
tiempos en que las rodillas no se empeñaban en recordarle una y otra
vez los achaques de la edad.
Comparte alguna
conversación con personas que se sientan en su banco, hablan de la
crisis, del trabajo, del futuro que nos espera, de sueños y también
del tiempo que hace. Conversaciones cortas, a lo sumo cinco minutos.
Sin darse cuenta han dado las doce y es la hora del vermú.
Se dirige al bar para
encontrarse con sus amigos, los de toda la vida. Algunos se pasan las
horas muertas allí y se les va la pensión jugando a las máquinas.
Vuelve a hablar del tiempo, de la crisis, de que las cosas que ya no
son lo que eran, de los hijos, y de las nuevas pastillas que le ha
recetado el médico.
A las dos se dirige a
casa de uno de sus hijos para comer, allí está media familia aunque
falta la persona más importante, vuelven a hablar del tiempo, de la
crisis, del trabajo, de los sueños. En cierto momento alguien nombra
a “mamá”. Nuestro hombre se queda mudo y cambia de tema rápido,
no puede disimular un pinchazo en su pecho, el vacío que dejó es
inmenso y no lo cura el tiempo. Se pierde entre recuerdos y
nostalgias.
La sobremesa se alarga y
acaban pasando toda la tarde. Vuelve a casa ya de noche, se ducha y
cena. Se acuesta en la cama y mira el lado izquierdo, un sitio que
lleva sin ocupar cinco años. Justo desde el día en que se fue.
Respira hondo y suspira. Abraza su almohada y tarda en dormirse más
de la cuenta. Una lágrima moja la almohada. La echa tanto de
menos...
Dicen que la vida sigue y
tienen razón. Pero hay personas que no se marchan. Personas que
ocupan la mitad de la cama aunque no estén, aunque se hayan ido.
Personas que te hicieron feliz.
A ti, que te marchaste sin ver llegar Agosto...No te olvidamos. Quise narrar el texto como si yo fuera un pintor y esto el lienzo, por todas las sonrisas que tú conseguiste dibujar en los que te rodeaban. No se me ocurría un homenaje mejor.
Has conseguido tu propósito. Por un lado homenajear a alguien tan querido, esté donde esté se sentirá muy orgullosa y por otro lado has trazado cada línea del lienzo con la frase adecuada y has matizado con la palabra precisa. Has reflejado un juego de luces y sombras difícil de superar. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarA través de tu descripción sólo se me ocurre decir: La vida es bella.
ResponderEliminarGracias por este post Oski, es todo un regalo...
Un abrazo
Lo siento mucho. Ojalá lo leyera :)
ResponderEliminarUn beso. Eres mi lector más fiel.
"Dicen que la vida sigue y tienen razón. Pero hay personas que no se marchan. Personas que ocupan la mitad de la cama aunque no estén, aunque se hayan ido. Personas que te hicieron feliz."
ResponderEliminarNo voy a comentar nada, sólo a dejar tus palabras, que lo dicen todo.
Gran entrada.
Cuídate.
Todas esas cosas hacen la vida, a través de gestos cotidianos... muy certero. Hay personas que se fueron y ejan un hueco que es imposible de llenar..pero también hay un futuro, siempre. Y a veces trae gratas sorpresas.
ResponderEliminarUn saludo :)
Un precioso homenaje, Oski, conseguido ese lienzo, porque lo sale del corazón tiene esta magia.
ResponderEliminarHay personas que dejan un espacio imposible de rellenar, aunque la vida siga.
Así es.
Besos
Un homenaje que, a través de su autor, trasciende a los lectores.
ResponderEliminarSaludos.
La tristeza y el dolor nunca se olvidan. Sólo se puede aspirar a seguir viviendo con ellos y acostumbrarse.
ResponderEliminarQué emocionante... Me recuerda mucho a la historia de mi abuelo. Él también convivió doce años con la ausencia de mi abuela, y recuerdo que en parte era como si él también estuviese ausente...
ResponderEliminarMuy bonito, Oski. Tengo que pasarme más a menudo por aquí :)
Un abrazo.
PD: "¿Los que se van siempre dejan algo de ellos en nosotros? ¿Es este el secreto de los recuerdos? Si esto es así, ahora me siento más segura, porque sé que nunca estaré sola" (La ventana de enfrente)
Los que se van siempre se quedaràn mientra estèn en nuestros recuerdos. Maravilloso relato. Enhorabuena.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Hay personas que no se marchan del todo, aunque no estén, porque no puedes dejarlas ir. Es cosa tuya, pero si algo en ti decide agarrarlas y no soltarlas nunca, entonces es inútil lo que hagas, porque no se van a marchar.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hace tiempo escribí un texto parecido, lo titulé: "Se me olvidó olvidarte".No puedo colgarlo porque ganó un premio de mi empresa y se quedó con los derechos... No he podido evitar esbozar una sonrisa al leerte, sonrisa de complicidad, por supuesto. Las huellas imborrables de determinadas personas, a veces nos hacen que no podamos avanzar, pero incluso eso nos da igual, aunque la vida siga. Bello Oski¡¡
ResponderEliminarEl tiempo pasa y todo lo cura, pero es cierto que hay personas que nunca se olvidan. Que a pesar de haberse marchado, forman parte de nosotros como si de verdad siguieran aquí. Supongo que a la almohada es a la única que no podemos engañar.
ResponderEliminarEmotivo hasta decir basta
Un besote batatijo!
A ti, que te marchaste sin ver llegar Agosto..
ResponderEliminarme enamore ♥ no digo mas
A mí se me ha congelado el alma al llegar a "Se acuesta en la cama y mira el lado izquierdo, un sitio que lleva sin ocupar cinco años".
ResponderEliminarBendita y maldita soledad.
Y un placer que te haya gustado mi homenaje, jops.. espero que algún día nos crucemos en un recital, allá por Madrid. Pronto, seguro..
Abrazo
Como tu mismo has dicho esta claro que el tiempo pasa y q nunca dejará de hacerlo, pero como tu muy bien has relatado que pase no significa que se olvide y mucho menos que se deje de querer, porque cuando se quiere de verdad ni la vida, la muerte, esa persona o nosotros mismos podemos evitar que sea hasta después del final de los finales...
ResponderEliminarMe encanto, un beso masoquista
Desde luego concuerdo contigo en una cosa, a mi tampoco se me ocurre un homenaje mejor, es un relato precioso.
ResponderEliminarUn saludo
Muy bonito relato. Enhorabuena de tu nueva seguidora!
ResponderEliminarEmotivo, muy emotivo...escrito con mucho sentimiento, se nota...
ResponderEliminarBesos y feliz año nuevo...