Camino pisando charcos, está
lloviendo y Madrid empapa mi mirada. Por mis auriculares suenan canciones de
otro tiempo, algunas ya olvidadas, que me demuestran que no es sólo cosa mía
eso de no tener muy claro el sentido de todo, pero hoy he decidido que no voy
buscarle sentido a nada. Porque a veces buscar es no estar presente. Y hoy
necesito estarlo.
Te espero bajo la lluvia, me
gusta sentir las gotas resbalando por mi rostro, siento que me devuelven a ese
estado líquido que un día tuvimos y del que surgimos. No tardas en
llegar y te encuentro hermosa como nunca, radiante como siempre. Se están
desbordando galaxias de tus ojos sin que te des cuenta, poblando esta ciudad de
estrellas. Pero me lo callo, fotografío la estampa y lo almaceno en mi cabeza
para cuando necesite regresar a este momento.
Pasan las horas y a tu lado el
tiempo cobra un sentido extraño, como si no existiera. Mi planeta conjuga con
tu gravedad de un modo que no podría explicar ni con fórmulas matemáticas. Lo
que duerme en el pecho me baila liviano y se aflojan los tornillos de mi
cordura. No sé si tengo estómago o un sinfín de remolinos que se agitan.
Sonríes y vuelves a ser el faro
que evita mi naufragio una vez más. Clavas tu mirada en la mía y viajamos de la
mano al lugar del que venimos, en el que ya nos conocimos antes, antes incluso
de conocernos, donde la sabiduría se respira y se exuda por los poros de la
piel. Sin darnos cuenta estamos fundidos en un abrazo. Y explotan las galaxias
Tu boca junto a la mía
conectando, calmando todas las guerras que nos han atormentado, que casi acaban
con nosotros. Tu lengua acariciando la paz de mi idioma. Tus manos curando
cicatrices. Sin juicios ni culpables. Abriendo los cerrojos del corazón. Que
sabe la verdad. Que necesita la verdad.
El día se echa sobre nosotros.
Nos despedimos. Sabemos que este momento se ha quedado flotando en el tiempo y
que ha sido sólo nuestro. Que nos pertenece y que nada ni nadie podrá
quitárnoslo, aunque la cordura vuelva y exija descargar su espada contra
alguien.
Las mejores historias, sólo
pueden vivirlas los locos que arriesgan. Y arriesgamos.
Y ahora que somos galaxia, que
bailen las estrellas para nosotros.
Y que se joda el tiempo.
Madrid no deja de ser mi ciudad favorita para este tipo de encuentros. Y ahora que hace sol, mucho mejor.
ResponderEliminarUn abrazo,
p.
:-) Madrid siempre es mágica.
EliminarAbrazos!