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5 de junio de 2016

Estrellas

Ella pinta estrellas que brillan cuando escribe. Desliza su mano con cuidado por el papel y su cuaderno parece la vía láctea. Repasa con cuidado sus trazos y una sonrisa antigua se dibuja en sus labios, como si le hubiera sido concedido un secreto profundo y milenario.

No recuerda el día en que vino a caer a este planeta y a veces lanza preguntas sin obtener respuesta. La nostalgia firma con su nombre y sus ojos son mares agitados inundados de azules.

Se descalza y baila con los párpados cerrados, dirigiendo con las manos una orquesta que sólo ella parece escuchar. En ocasiones se detiene unos instantes y olfatea el aire. Después continua bailando como si nada hubiera ocurrido.

Me divierte y me intriga observarla desde el sofá, me pregunto cuánto tiempo puede estar así, como en comunión con ella misma. De repente se para y abre los ojos. Me mira confundida y suelta una carcajada, dice que mi cara en esos momentos es un poema y a continuación me recita algún verso de algún poeta muerto que no conozco, se quita el vestido, me agarra con delicadeza las manos y hacemos el amor.

No deja de abrazarme en toda la noche. Se despierta varias veces y me muerde para comprobar si estoy o no dormido. Me dice que si ella no sueña yo tampoco y por alguna razón que desconozco, consigue hacerme reír. Adoro esa pequeña suerte de ternura y delicadeza.

Dice que no debo encariñarme mucho, que en cuanto encuentre la forma de regresar tendrá que abandonarlo todo. Incluso a mí. Pero que no me preocupe, que allá donde vaya dibujará una estrella a la que pondrá mi nombre. Literalmente le estalla la risa y me obliga a prometerle lo mismo. Yo no soy de prometer, pero a ver quién es capaz de llevarle la contraria. Me besa en los labios y nos dormimos.

Cuando despierto ya no recuerdo los meses que hace que no está. Siento como un mordisco en la espalda. Es de noche y la ventana está abierta, entra una leve brisa y las cortinas se mueven. Todo está en calma y no se escucha otro sonido que el del canto de los grillos.

Me asomo y miro el cielo. Es noche estrellada y entre todas las estrellas hay una que destaca mucho más que las demás y que parece llamarme. Con su brillo me acaricia y me llena de paz. Casi puedo escuchar su voz en mis oídos, recitando versos de un poeta muerto que no conozco. Si alguna vez tuve miedo, me desaparece de golpe.

Cierro la ventana y vuelvo a dormirme, con la esperanza de que tal vez en sueños, pueda estar con ella de nuevo una vez más.

Paint the sky with stars by Adrian Borda

20 de marzo de 2016

Yo también le resulté interesante

A ella también le resulté interesante. Supongo que creó un mito sobre mi persona que se desmontó en cuanto me conoció. Gracioso, dadivoso, atento, fueron "virtudes" que terminaron por convertirse en defectos que me humanizaban demasiado y me quitaban todo halo misterioso que antes hubiera podido tener.

Yo también ensuciaba ropa y me despertaba despeinado y de mal humor, a veces incluso roncaba y supongo que me pasaba al menos las tres cuartas partes del tiempo gruñendo o quejándome de algo. Yo también me reía de chistes tontos en la tele y jugaba a videojuegos. Y, lo reconozco, yo también depositaba los panfletos publicitarios que no quería en el buzón del vecino que me caía mal.

Quedó claro que me quedaba mucho mejor la tristeza en los textos que en mi persona, convivir día a día con ella se le hizo cuesta arriba y pronto se dio cuenta de que aunque fuera feliz no significaba que mis textos lo reflejaran.

No soportó no verse reconocida en cada línea. "¿A quién escribes?" me decía. Y yo no sabía darle una respuesta porque la tormenta que llevo dentro no tiene explicación, ni cura. Veintinueve años de buscar respuestas y lo único que he aprendido es a construir paraguas para mojarme lo menos posible, otras salgo sin chubasquero hasta que la humedad cala mis huesos.

Ella quería un hombre sensible, pero no hasta el extremo de llorar porque la paloma que habitualmente se posaba en la ventana hoy pasó de largo. No hasta el extremo de profundizar en lo más hondo sobre la cosa más absurda del universo. No hasta el extremo de cuestionarse todo, incluso su propia existencia.

Yo también le interesé un día, como a otras, tal vez llegué a interesarle mucho más de lo que nadie le había interesado nunca, pero cuando se dio cuenta de que ella amaba al escritor y no a la persona, no pudo soportarlo.

Y se marchó.

Y aquí se han quedado mis líneas, algo más curvas. Y también la persona, mucho más curva.

Y a veces pienso hasta dónde las líneas y hasta dónde la persona. Hasta cuándo. Por qué motivo mi ausencia de viento pareció robar el suyo.

Y he odiado mis letras con toda mi alma. Y he odiado a la persona. Y me he perdido porque ella no me quiso. Y dejé de creer en mí. Y en los demás. Y en el viento. Y en el agua. Y en la saliva. Y en el sexo. Y dejé de querer ser persona. Y he querido dejar de escribir.

Y saltar. Y terminar con todo.

Pero ahora pienso que nunca hubo mayor salto mortal que el de mis líneas. Que nunca una caída más bella. Y me pregunto si no será esta mi forma de destruirme. De matar por fin a la persona, para ser sólo letras...

Pero yo también le interesé ¿os lo había dicho ya?

Esto no es un adiós. Puede que sólo sea un "hasta siempre" necesario.

Fatal melancholy by barnaulsky_zeek

7 de febrero de 2016

Melodía

Ella tiene el acento hecho para besar aunque ni siquiera lo sabe. Intuyo su sonrisa en el espejo mientras me da la espalda para vestirse. Vuelve a ponerse el sujetador negro que hasta hacía unos minutos adornaba el suelo, se gira y me mira. Sus ojos brillan e intuyo que conectan con los míos, un chispazo eléctrico me recorre la espalda y se me pone el vello de punta.

Sonríe de la forma exacta que he imaginado. Se tumba a mi lado y me besa. Entre risas busco sus cosquillas hasta que me pide parar. Vuelve a besarme, se levanta y busca su vestido. Lo encuentra y salta sobre él como si de un baile se tratara, después se lo sube de forma lenta y sensual.

Se despide, me dice “llámame pronto”, le prometo que lo haré y sale por la puerta. Sé que no voy a llamar. Me pasa siempre cuando conecto con alguien. Corto de golpe todo el contacto.

Me quedo unos segundos tumbado mirando el techo. Me quedo dormido media hora. Después me despierto y me levanto, todavía desnudo, cojo mi guitarra Taylor del rincón y compongo una canción. La termino a mi manera, es decir, culpándola a ella de haberse marchado. Por un momento incluso me la creo. No puedo dejar que la culpa se quede en casa. La pelota debe quedar en su tejado. Puede que incluso la estrene en el concierto de mañana.

A las 19.00 tengo entrevista en una radio nacional. La periodista está bien buena, después de las preguntas de rigor y de que se cierren los micrófonos la invito al concierto. La seduzco con mi sonrisa encantadora de niño bueno. He cantado un par de canciones, las más top de mi repertorio, las que suenan a todas horas, ni siquiera son canciones que me llenen, pero mi manager se empeña en que las cante porque son las que gustan a todo el mundo. Soy capaz de desconectar del todo mientras canto, de hecho pienso en las tetas de la periodista, y en la de cosas que se me ocurren que podría hacer con ella. Le dirijo un par de miradas algo lascivas después del primer estribillo, ella sonríe. Bien. Todo marcha. Consigo su número de teléfono y me voy a casa.

Recibo un mensaje de la chica con la que he estado esta noche y algo me tiembla dentro, pero no contesto, borro el mensaje directamente. Tengo hambre y abro la nevera. Sólo me queda cerveza, ni rastro de comida. Mierda. Siempre se me olvida comprar. Cojo una lata y me siento en el sofá. Empiezo a darle vueltas a la cabeza y suena el teléfono. Es mi manager. Me da la charla habitual el día antes del concierto, no salgas, no bebas, descansa bien. Digo que sí a todo como un autómata. Voy a hacer lo que me salga de los cojones que para eso pago su sueldo.

Salgo de fiesta. Bebo. Me emborracho. No sé con cuántas chicas he hablado ni quién es la que se ha venido a casa conmigo, alguna fan creo, ser un personaje público es lo que tiene. No me apetece pensar ni sentir culpa, aunque sigo pensando en la chica de anoche y en lo mucho que conectamos. Mierda. Pasa lo que tiene que pasar, aunque la echo después del primer polvo. Escribo un mensaje a la periodista y me duermo.

Me despierto por la tarde. Mi teléfono está lleno de llamadas perdidas de mi manager y mensajes suplicándole que lo llame. Qué pesado hostia. “Sí, todo bien. Sí, no he salido. Sí, esta noche a darlo todo”. Cuelgo. Reviso los mensajes y la periodista me ha contestado. Sonrío porque he conseguido lo que quiero aunque un leve sentimiento de culpa me atosiga. Qué jodido es tener conciencia.

Llega la hora del concierto y llego tarde como de costumbre. Mi manager está de los nervios. Hay que hacer la prueba de sonido y no va a dar tiempo. Le pido calma. Al final todo sale bien.

No me equivoco en mi pronóstico. Esto suena de la hostia. Foto para instagram, Facebook y twitter. La gente entra. Se han vendido todas las entradas hace quince días.

Toco yo solo. Así todo el dinero es para mí. He tenido bandas pero soy lo suficientemente inaguantable como para no conseguir formar una en condiciones. Mi último guitarrista se largó porque me tiré a su novia. Jodido susceptible. Este mundo es así. Si te gusta bien y si no puerta. Además tocar en acústico tiene sus ventajas. Siempre puede venderse como un concierto íntimo. Además eso hace que suba mi caché.

La periodista está en primera fila. Menudo escote lleva. Le dirijo varias miraditas. También está la chica del acento, con la que conecté tantísimo y en la que todavía no puedo dejar de pensar, aunque le aparto la mirada, y también la que estuvo anoche en mi casa. Joder, la que va a liarse aquí. En mi cabeza me imagino a las tres a la vez en mi cama. Me río con un jodido loco.

Dos horas después he terminado de tocar. Estoy sudando. Nadie podrá decir que no lo he dado todo, aunque en realidad el concierto ha sido una mierda, he perdido el ritmo en cada canción y se me han olvidado partes de la letra. Nadie ha notado nada. Salgo a saludar y a firmar. Sonrisa Profident bien puesta, aunque no me apetece nada sonreír y tengo una resaca del quince.

La periodista me abraza. Me felicita por el concierto. Le guiño un ojo y le digo que la espero en el camerino. Levanto la mirada. Mierda. La preciosa chica del acento lo ha visto todo, y también la otra con la que estuve anoche. Sus miradas de reprobación lo dicen todo. Qué se operen.

Termino en casa con la periodista. No sin antes salir y emborracharnos. No puedo dejar de pensar en el acento de la chica del otro día, su forma de vestirse, su sujetador negro ¿qué coño me pasa? La periodista se ha dormido, cojo el móvil y envío un mensaje. Recibo un “vete a la mierda” a cambio. Lloro. Estoy llorando. Yo. La mayor promesa musical de los últimos años según la prensa especializada llorando. El autor del mejor disco de los últimos quince años, llorando. Yo. Y todo por un punto acento que no consigo sacar de mi cabeza.

Amanece. La periodista se viste y se marcha. Me dice “llámame” y le digo que lo haré. Aunque no pienso hacerlo.

Cojo mi guitarra Taylor del rincón y canto la canción del otro día. Al final se me olvidó estrenarla en el concierto. Ahora sí que creo del todo que es verdad lo que canto, que toda la culpa es suya, que yo no he hecho nada.

Dejo la guitarra y voy a por una cerveza.

Cierro los ojos y me duermo en el sofá.

Y sueño con ella, con su acento.

Y yo, que ni siquiera recuerdo como se llama.

Taylor guitar factory by Ashley Dzurisin


El día 11 de Febrero soy el poeta invitado en el ciclo "Voces con versos". Recitaré en un local de Lavapiés a las 21.30. Para más información pincha aquí

6 de septiembre de 2015

Hermetismo

Nadie elige ser hermético, aunque supongo que con el paso de los años y unas determinadas circunstancias más o menos atenuantes vas desarrollándolo con mayor profundidad. Poco a poco se te va clavando en la piel hasta que florece y llega un momento en que se hace herida y como todas las heridas: duele.

Mis primeros recuerdos de infancia están marcados por el “¿por qué eres tan callado?” y los “este niño no habla nada” que no hacían otra cosa que hacerme sentir una profunda vergüenza de mí mismo y de ese “defecto” que los demás empezaban a recalcarme.

Siempre fui de pocos amigos. Mis primeros años de patio de colegio los pasé escapando de los tres aspirantes a matón que tenían aterrorizada a media primaria y con los que nadie quería tener problemas. Así que después de un par de coscorrones desafortunados empecé a convertirme en un maestro del despiste y el camuflaje y aprendí a pasar totalmente desapercibido, lo cual conllevaba horas de estar totalmente a solas observando y analizando lo que sucedía a mi alrededor, sintiéndome  terriblemente defectuoso; terminé por llegar a la conclusión de que cuanto menos supieran de mí, menos daño podrían hacerme y con esa idea fuertemente arraigada en mi ser, crecí.

Mi paso por el instituto no fue fácil, mis conversaciones con los demás se limitaban a temas sin profundidad en los que yo llegaba a conocer mucho más de ellos de lo que podían conocer de mí. Mis tiempos eran más lentos, por algún motivo al que yo no encontraba explicación.

Siempre hubo personas dispuestas a respetar esos tiempos, no muchas pero las hubo, a las que no importó adentrarse poco a poco en las profundidades de mi abismo. Con paciencia llegaban a conocerme más que el resto aunque en ocasiones se frustrasen y desesperasen. El problema de que dieran con la llave de mi centro es que cualquier paso en falso los terminaba sacando de mi vida de forma automática y radical. Reconozco que no de una forma justa, más bien como parte de un mecanismo incontrolado y no intencionado, como si un método ancestral de defensa estuviera insertado en mi sino.

Pero es increíble la capacidad humana para recomponerse. Para edificar encima de las ruinas y seguir manteniendo a flote el barco. Es increíble la fuerza que uno saca sin saber de dónde la está sacando y que le lleva a avanzar a toda costa. Aunque ni siquiera sepas hacia dónde estás avanzado y ni siquiera tengas claro que quieres avanzar.

Todo esto lo descubrí con los años, buceando en mi propio interior, abriendo puertas a las que ni siquiera yo tenía acceso y que había ido bloqueando tiempo atrás. No podéis ni imaginar cuanto dolor enterrado encuentras cuando tu hermetismo es tan grande que ni siquiera alcanzas a ver la profundidad del fondo. Cuando ni tú mismo has sido capaz de nadar en tus aguas por miedo a hacerte daño. Por miedo a encontrar un monstruo.

Por eso es difícil conocerme. Por eso soy una persona esquiva que rehúye las distancias cortas. Que escapa de las aglomeraciones y que llora más de lo que aparenta. Que escribe porque no tiene fuerzas para hablar. Que no sabe gritar “quédate” aunque mi interior me lo pida a voces.

Y aunque con el tiempo haya amueblado un hall para invitados, bien sé que llegará un momento en que mi cuerpo dirá “hasta aquí” y no haya acceso a nada más. Sé que soy hermético como un bote de conservas que se niega a abrirse, por si cuando la tapa ceda, alguien descubre que el interior está podrido.

O tal vez deba permitir que llegue ese momento. Para que así pueda escapar ese niño que se escondía y salía corriendo y se lleve de una vez por todas tanto dolor.

Zipper by John Berd

22 de marzo de 2015

No es una carta de amor cualquiera

Tal vez sigo echándote de menos y me empeño en negarlo. A ratos eres una espina clavada en las huellas de mi tristeza, una canción que se me repite en bucle y que silbo sin darme cuenta.

Recorro calles en las que antes estuve contigo y se me llena el pecho de nostalgias, ocupas demasiado espacio en mi memoria y a veces creo que no pronunciar tu nombre cada mañana acabará por volverme loco, si es que aún queda un poco de cordura en alguien de mi kilometraje.

Se me llenan los cajones de poemas en tu nombre, aunque lleven el de otra y hablen de otros brazos y otras ciudades; cada letra huele demasiado a ti. Me canso hasta de cansarme y si te soy sincero no sé hacia dónde camino.

Qué absurdo resulta dibujar tu silueta, esperar que aparezcas de pronto enamorada y dejes de equivocarte con otros. Qué absurdas mis ganas de romper con todo una y otra vez, mira que es gracioso guardarte el sitio en la cama aunque siempre la tenga ocupada, qué estupidez tan grande convencerme una y otra vez de que no te extraño.

Pero así son las cosas supongo y, aunque ahora haya aprendido a valorarme más, no soy capaz de aceptar que nuestros caminos no desembocan en el mismo mar. Puede que en el fondo saber que dueles sea necesario para seguir cerrando mis heridas sin olvidar que sigo siendo humano e imperfecto.

Me temo que no soy el único al que mis declaraciones de guerra le siguen sonando a pactos de rendición.

Ay joder, pero qué tontería.

Broken by Amai911

1 de marzo de 2015

Mariposa

Tendrías que verla ahora, con los ojos brillantes, contando que exististe un día y que el vuelo de tus alas nunca ha dejado de levantar su aire. Te recuerda todavía a cada paso, en cada esquina, en cada niña que hoy tendría tu edad. Le duele que no estés aquí. Y llora. Y yo no puedo evitar llorar con ella.

Te fuiste y tu madre se ha hecho más fuerte. Tu marcha le dio fuerza suficiente para quererse más, para valorar que la vida se puede escapar en un soplo, que hay personas que sufren sin merecerlo y que pese a todo hay que tratar de salir adelante. Ella lo hace cada día, aunque le duela tanto respirar que a veces se lleve las manos al pecho y prefiera que todo sea un mal sueño.

Ahora te lleva tatuada en su espalda, una mariposa que parece quererse escapar del mundo y que aletea a veces mientras todo está callado. Yo la beso y acaricio con ternura, sabiendo que si tiembla no es de frío y que te sabe dentro, sonriendo.

A veces se pone el vídeo en que te ríes, a pesar de lo que sufrías siempre postrada en tu cuna, cuando siente que el mundo es una mierda, y me cuenta que soñó contigo, y que corrías a sus brazos. Y eso, le devuelve la vida y la esperanza.

Casi va a ser tu cumpleaños y sé que ella no querrá levantarse de la cama y te echará de menos. Dale fuerzas para sonreír de nuevo, abrázala desde lejos y susúrrale al oído que estás cerca y la proteges.

Te esperaremos con una vela encendida, por si te da miedo la oscuridad, aunque ahora seas toda luz e ilumines sus recuerdos cada día.

Butterfly by Shahar

A Lucía, que se fue un mes de marzo siendo niña y se convirtió en mariposa.

8 de febrero de 2015

Formas de pensar en ti

Qué cansado es pensar en ti, de verdad, qué cansado. Todo el día dando vueltas en mi cabeza, sonriendo con ese blanco polar tipo dentadura de anuncio, todo el día tentándome a caer en las mieles de tu cuerpo y en esas colmenas que llevas en el pecho, aunque todavía no vi abejas rondando pero estoy seguro que si me acercara saldría aguijoneado.

Cómo escribo yo ahora esto. Cómo reflejo en un papel lo que te echo de menos, las ganas que tengo de ser verdaderamente libre para aparecer en la puerta de tu portal provocando un atasco de medio kilómetro, tocando el claxon como un loco, subiendo el volumen de la radio mientras Sabina canta aquello del Bulevard y viene la municipal a ponerme el multazo del siglo mientras tú bajas y me dices "¿de verdad hace falta dar tanto la nota", y yo te respondo que sí, que es absolutamente necesario.

Qué putada amanecer sin ti. No sé lo que me pierdo. Qué putada que amanezcas sin mí. No sabes lo que te pierdes. Aunque de perdernos tenemos un máster y podríamos dar conferencias, sabemos desaparecer como si fuéramos campeones del mundo en escapadas. Se nos da bien fingir que no nos necesitamos y que podemos encontrar otros brazos que nos consuelen. Tal vez hasta tengamos un poco de razón.

Sigo con mi vida pero el metro me cansa, ya ves que si me cansa, me cansa el trabajo, me cansa lo que escribo, me cansa pensarte tanto, me cansa no pensarte tanto, me cansas, joder. Vaya lío de gorriones tengo en la cabeza. Vaya nostalgia azul y versitriste. No hay cerveza suficiente para ahogarme.

Será que ya he cumplido veintiocho, aunque si te soy sincero me siento igual que con veintisiete. Ni más sabio ni más nada. Igual. Sigo desayunado en tu taza. Sigo riéndome de mis chistes y ocurrencias. Sigo creyendo que las letras me salvarán y que algún día vendrás con las orejas gachas pidiendo auxilio. Y que yo estaré lejos cuando eso ocurra, como poco en la tercera nube.

Ni siquiera sé para qué te dejo las señas si no vas a venir a buscarme. Si no vas a estrellar tu cuerpo contra el mío. Ni tampoco sé para que te grito todo esto si en realidad yo tampoco voy a hacerlo.

Tal vez sea mi forma de liberar este torbellino de ideas que me asalta cada noche, de dejar que vueles y de volar contigo.

Desde luego, tengo una forma muy extraña de volar.

thINK by Marek

NOTA: Últimamente dispongo de muy poco tiempo para comentar los blogs que sigo o para devolver los comentarios. Ruego sepáis disculparme, os agradezco enormemente que sigáis leyéndome y comentándome, os sigo leyendo desde la sombra, en cuanto pueda dejaré huella. Abrazos.

25 de enero de 2015

Las cuerdas del aire

Siempre he andado en la búsqueda de algo que parece que no termino de encontrar. A tientas he pulsado las cuerdas del aire, esperando dieran el acorde preciso que me hiciera sonreír lo suficiente como para sentir la calma de la que todos hablan, sin demasiado éxito hasta el momento.

Tal vez sea que en la tormenta me he hecho un hueco, que me construyo a base de rayos y truenos y que los vientos huracanados son mi mejor disfraz, aunque de un tiempo a esta parte he aprendido bastante bien a descargar la lluvia a voluntad, empapando sólo lo que quiero que se moje.

"No puedes enamorarte a cada paso" me dijeron. Y durante un tiempo pensé que ese era el problema, ahora sé que no es ningún problema enamorarse pero que si he elegido vivir rodeado de belleza, tendré que aprender a aceptar las espinas que siempre trae la rosa consigo. No puedo cambiar la esencia del superviviente, no negaré los naufragios, y seré consciente de que siempre habrá una orilla hacia la que nadar, aunque a veces no haya tablas a las que aferrarse.

Se aproximan tiempos de cambio. Vivo la peor y la mejor etapa de mi vida y todo me viene de golpe. Tendré que aferrar con más fuerza que nunca el timón y encarar las olas con valentía. Rezo a los únicos dioses que conozco: la palabra y la memoria, implorando protejan mi camino y deseando que aunque las cosas se tuerzan, consiga salir airoso del trance.

Tal vez al final me esperen tus labios, o tu sonrisa, o la curva sudorosa de tu espalda. Noches estrelladas de luna perdiéndome en la inmensidad de tu mirada. O tal vez el más doloroso de los rechazos.

Sea como sea, estaré preparado, ahora que me miro al espejo y sonrío ampliamente y la muerte me llama a cada paso y no me asusta. Y me siento más vivo que nunca. Aunque también más frío. Quién sabe. Puede que sin darme cuenta ahora sea un poco estacional y deba esperar a la primavera para ver florecer mis brazos.

Porque florecerán, de eso no tengo duda. Aunque tal vez, tú, seas alérgica.

The storm by Floriana Bardu

4 de enero de 2015

Escapatoria

Esperé sentado junto a tu portal a que te me pasaras, a que se fueran estas ganas de verte y de volver a estrellarme contra el blanco de tu sonrisa. Dejé correr el reloj, pero basta que te sobre el tiempo para que las agujas comiencen a avanzar lentas y fatigosas. Y en esos minutos que a mí me pareceron horas no salías de mi cabeza.

Es curiosa la nostalgia, te transporta al recuerdo sólo de los buenos momentos, descartando de un modo irracional todo lo que pueda causarte dolor. De esta forma, anestesiado por la imagen de lo que eres en mi cabeza, empecé a echarte terriblemente de menos. Y a necesitarte como un pájaro necesita el viento.

De pronto saliste del portal. Ibas con prisa, melena al viento, tan guapa como siempre; los labios rojos y ese taconeo tan característico que podría reconocer a kilómetros de distancia. No me dio tiempo a desaparecer de tu campo de visión y antes de darme cuenta te habías detenido de golpe en la calle mirándome a los ojos con la boca abierta, tal vez preguntándote qué diablos hacia allí sentado, con mi cara de circunstancia.

Apenas me atreví a pronunciar un sesgado y bajo "hola" que fue tapado por el sonido de una moto que aceleraba en la misma calle y frenaba junto a ti.

El conductor te tendió un casco que te pusiste sin dejar de mirarme. Él también me miró, quizás preguntándose qué narices hacia un tipo como yo sentado en la acera. Te pusiste el casco, montaste, te sujetaste a su cintura y aceleró.

El ruido del motor amortiguó mi llanto.

- ¿Quién era ese?
- Ni idea no lo había visto en mi vida.

Una lágrima cayó por debajo de tu casco y voló por encima de tu hombro, muriendo en el asfalto. Mientras, ajena a todo, la ciudad, anochecía.

Y yo con ella.

City lights by zifengw

Este relato surge a raíz de otro del mismo título publicado hace unos días en el blog "Lágrimas de sésamo y miel". Blanca me propuso que escribiéramos cada uno una continuación al relato. Yo me he imaginado en la situación y ha salido esto. Os recomiendo su blog, encontraréis textos de gran calidad y muy interesantes, para mí es una visita inexcusable desde hace algunos meses, porque disfruto y porque me hace sentir. Ha sido un verdadero placer escribir esto a raíz de su propuesta.

21 de diciembre de 2014

Dinamita

Que soy un tipo que juega con dinamita lo sé desde hace bien poco, aunque para algunos fuera obvio desde hace unos años. Lo que nunca esperas es que aquello que tan acostumbrado estás a manejar te vaya a explotar en la cara, haciéndote saltar por los aires de una forma nada acrobática y convirtiéndote en una inútil forma de saltimbanqui callejero.

Un día me preguntaron si no me daba miedo contar tanto de mí cuando escribía; dejar tantas huellas de uno mismo en todo al final puede volverse en contra. Y supongo que no me daba miedo porque ni siquiera era consciente de lo que dejaba, o no sabía que lo que dejaba siempre podía ser una puerta abierta al daño, sobre todo cuando nunca habías aprendido a defenderte del dolor.

Y así, mitad despojo, mitad muerto en vida, caminé a tientas repitiendo una y otra vez patrones, culpando a la suerte o al destino de todas mis desdichas. Es fácil echarles la culpa, a fin de cuentas no te pueden responder, pero al igual que crecen exponencialmente tus posibilidades de tener un accidente si conduces con una venda negra sobre los ojos, también aumentan tus posibilidades de sufrir si una y otra vez ahondas en lo mismo que ya te hizo sufrir antes.

Supongo que es la adicción al riesgo: si una vez sobreviviste, crees que sobrevivirás otra más y otra y otra,  y así caminaba sujetando el taco de dinamita encendido mientras me reía de que la mecha jamás se consumía. Hasta que se consumió. Y entonces boom. Y estruendo de cristales rotos. Y después el desastre. Y la soledad. Y la derrota. Y las lágrimas de madrugada. Y por qué te has ido. Y el dolor. Dolor por todo mi costado. Incapacidad de levantarte. Y no encontrarte. Y nadie cerca. Nadie cerca...

Durante la fracción de segundo que dura el vuelo, cuando todo se va la mierda y ya no hay vuelta atrás, lo que te da miedo no son las alturas, es el impacto que vas a tener contra el suelo, en el que nunca tuviste los pies y que ahora vas a abrazar con todas tus entrañas...

Y te estampas. Y silencio otra vez. Y ruido de teléfonos que nadie coge. Y olor a quirófano. Y se nos va. Lo perdemos. Tres, dos, uno, fuera. Hora del deceso 20.30. Y una sábana tapando tu cadáver.

....

Y ahora que veo la inmensidad de este desastre y que ya no quiero ver llamas chisporroteando en mi presencia, vuelvo a ser un saltimbanqui, que no juega con dinamita pero que convierte las palabras en su mejor arma. Y que sonríe. Y ya no llora.

Dynamite by Federkiel

Texto escrito a partir del reto "De dedal a arena" de "El club de las malas costumbres" en el que se me dieron las palabras "dinamita" y "saltimbaqui" y debía encontrar una relación lógica y obvia entre ellas.

No tiene nada que ver con el texto pero en mi página de facebook he abierto un sorteo de dos camisetas que incluyen versos míos. Si quieres conseguir una, vives en España y te apetece participar, sólo tienes que entrar aquí e inscribirte.

14 de diciembre de 2014

Un cádaver que fuma

A veces me pregunto qué ocurriría si me saltara todas las normas y circulara en dirección contraria a mí mismo. Si por un momento dejara de ser el que todos esperan que sea y respondiera un "tú eres gilipollas" a aquellos que me tocan la moral por encima de mis posibilidades.  Dar un golpe sobre la mesa y decir: "hasta aquí hemos llegado, fin de la partida" y sacar de una vez por todas de mi vida a esas personas que en realidad llevan años fuera, pero a las que mantengo por no sentirme culpable de la pérdida.

Me pregunto qué pasaría si una mañana al levantarme no me apeteciera ir a trabajar y por simple respeto a mis deseos me quedara en casa sin dar absolutamente ninguna explicación a mis jefes. ¿Y si lo hiciera para no volver nunca? Si lo dejara de golpe simplemente porque no me llena y me abruma respirar el aire viciado de una oficina que mata sueños.

Y si de pronto me pusiera a fumar sin más o  quisiera pasarme ocho días seguidos de fiesta, o hasta que mi cuerpo dijera basta ¿cambiaría algo tu forma de mirarme? ¿Y si dejara de ser yo el primero que llama después de una cita o ni siquiera llamara después del sexo?

Y si hiciera mis maletas mañana y cogiera el primer avión sin saber ni siquiera a dónde ir, si me dedicara a vivir de aquí para allá sin más ansias que la de sentirme vivo, dime ¿me juzgarías?

¿Y si fuera de flor en flor y de cama en cama, de vaso en vaso y de escenario en escenario? Si viviera mi vida como si fuera mía y no de otros. Si me dedicara a respirar cada segundo como si fuera el último. Si dejara de escuchar los consejos de todos que al final no me llevan a ningún sitio. Si no tuviera miedo de decir lo que pienso en cada momento. Si preguntara sin miedo a conocer la respuesta...ay, si lo hiciera.

Creo que al final, por no permitirme saltarme ni un sólo ceda el paso, ni un maldito semáforo, por no dar un volantazo y atravesar la mediana para dar la vuelta, he dejado de ser yo el que gobierna el barco. Y eso es lo más parecido que encuentro  a ser un cadáver que se fuma la vida y al que se le agota el cigarrillo de sus días sin darse cuenta...

Reto propuesto por "El club de las malas costumbres" en el que se me pedía escribir un relato a partir una obra de Van Gogh. He elegido "Cráneo fumando un cigarrillo".

30 de noviembre de 2014

El lobo

Hasta que no te enfrentas al miedo no sabes de la monstruosidad que ocultan sus fauces. No puedes ni imaginar su pelaje oscuro, su voz de ultratumba pidiéndote que te marches y que lo dejes a solas. Las heridas que todavía sangran guardan en su interior océanos de lágrimas, no sirve de nada dejar que el polvo del olvido se deposite sobre ellas, porque el polvo no cicatriza, sólo ensucia y esconde.

¿Pero cómo saber que tus rincones están llenos de polvo? ¿Cómo darse cuenta de que tus emociones están bloqueadas hasta el punto de no sentir ya nada?

La tristeza constante fue el primero de los síntomas. Esforzarme por sonreír en todo momento aunque no tuviera ganas. Ver como se me venía el mundo encima con cada parpadeo y, cada una de mis historias terminaba por doler.

No tengo ganas de justificarme,  porque justificarse es hacerse de menos y yo hace tiempo que ya sumo en vez de restar. Pero cómo deciros que ya no siento míos los versos que escribía hace tiempo, cómo explicar que ya no me inundan las ganas de enamorarme, cómo expresar que ya no soy el que siempre he sido.

Ya no tengo ninguna necesidad de reconocimiento, salvo el mío propio, ya no existe en mí el ansía por triunfar en todo. ¿Triunfar en qué? cuando la tristeza se hacía mi compañera y la única amante real que tenía era la soledad, creo que no se puede considerar que estuviera triunfando en nada.

Se acabaron los castillos en el aire, se acabó el vivir de ilusiones pasajeras que me mataban poco a poco. He pasado a construir los castillos desde el suelo. Y ya no vivo de ilusiones, vivo, y eso me ilusiona.  

Estoy solo en este viaje. Y no me importa. Porque así debe de ser. Primero hay que encontrarse con uno mismo, para después poder encontrarse con los demás.

Y pronto, muy pronto empezaré a volar de verdad. Y nada me importará salvo el viento y seré libre.  Y se acabará de una vez la magia de fogueo y sus sucios trucos y fantasías.

Y así, el lobo que llevo dentro, dejará por fin de aullar.

Y seré por fin yo mismo.

Wolf by BlackIceWolf

9 de noviembre de 2014

Detener el tiempo

Necesito detener el tiempo, no sé si me entiendes, detenerlo. Que se pare de una vez el ruido atronador de mi cabeza y ser capaz de abrir las ventanas para verte como realmente eres, no como quiero que seas. Porque verte es lo que necesito, saber lo que se esconde en el fondo de tu pecho, navegar por tus entrañas y fluir por donde no consigo que fluyamos ahora.

Supongo que con el tiempo en pausa podría pararme a observar el brillo de tus ojos, leer en ellos todos los poemas que me faltan por escribir y obtener respuesta a cada una de mis preguntas. Incluso algunas que todavía ni nos hemos planteado.

Aprovecharía para memorizar cada uno de tus rincones y hacerme un mapa mental de tus sonrisas, clasificar cada una de ellas y saber cuándo usas una y cuándo usas otra para entenderte mejor.

Tal vez así consiguiera entenderme yo mismo. Entender por qué vuelvo una y otra vez a pensar que quiero que descanses en mi almohada cada noche, entender por qué a las otras las llamo “las otras”, por qué desaparece la valla de la tristeza si estás cerca y me dan ganas de volar.

Porque volar era esto. Saberte enfrente de mí, hermosa y con carácter, fuerte como el acero pero frágil como una pompa de jabón. Volar sin alas. No nos hacen falta cuando se usa el combustible correcto.

Pero el tiempo no se detiene y necesito encontrar descanso en el ruido, mover los hilos correctos y no sufrir otra vez. Porque estar contigo tiene que ser todo lo contrario a sufrir.

Ataré por una vez mis miedos en corto y trataré de que desaparezcan, que salgan de una maldita vez de mi cabeza y tú no seas otra historia más. Porque no te mereces una historia más. Te mereces todas mis historias…

Visual Paper Bird by Ruth Tay

26 de octubre de 2014

The end

Hoy se me ha acabado la poesía. No haré metáforas para referirme a las ciento de cosas que me gustaría hacer contigo porque en realidad, aunque bien es cierto que antes quería follarte como nunca te había follado nadie, ahora sólo quiero mandarte a tomar por culo. Qué ironía, yo que antes renegaba de la palabrita de marras y me llevaba las manos a la cabeza cuando alguien se pasaba un poema entero reclamando su derecho al coito. Pero como decía, se me ha acabado la poesía y mi léxico podría competir de igual a igual con el de Tarzán aunque seguro que el muy cabrón me ganaría al sprint.

¿Qué es eso de pasarse las horas muertas mirando tu hora de conexión en whatsapp? ¿Qué es eso de esperar una maldita llamada o un triste "cómo estás"? creo que todo lo aprendido en años lo he mandado a la mierda en un fin de semana y no es culpa tuya, no. Es culpa mía, que soy gilipollas y me gusta nadar entre imposibles.

Porque lo nuestro, asumámoslo, siempre fue imposible, tú la diosa que todos desean en los bares y a la que hay que construir templos y yo el arquitecto de castillos en el aire que nunca supo bien distinguir un charco de una piscina.

Pero no. Ya no habrá más poemas para ti.  Mis líneas han desahuciado tu nombre para siempre y he quemado el mapa de cordilleras que mis dedos aprendieron en tu espalda. Fue bonito mientras duró, mentiría si dijera que no me gustó verte despertar en mi almohada o que un día quise obligar a todos los jardines a oler como tú olías, pero ya ves, todo lo que empieza acaba y a mí han terminado por reventarme los silencios.

Supongo que no te importará que queme todas las cartas que te escribía mientras tú te acostabas con otros, he descubierto que son un combustible cojonudo para la chimenea y que casi pueden dar tanto calor como el que me quema dentro. Permite que me quede los recuerdos, las ganas de comernos el mundo, las noches sellando mis labios con los tuyos, las caricias y las sonrisas furtivas y por favor, permite que olvide tus malos modos, tu forma de no darme una tregua nunca, tu manera de despreciar mi tristeza como un estigma que debía eliminar en vez de comprender.

Te diría que te fueras lejos, aunque en realidad llevas lejos de mí mucho tiempo, justo cuando empezaron las mentiras y la mía no era la única piel que besabas. Por favor, sé feliz, que yo haré lo mismo cuanto antes.

No te quepa duda de una cosa: tu belleza es algo común y volveré a encontrarla, el amor que yo te daba, sin embargo, siempre fue algo exclusivo.

Letters from you by Ashlyn

12 de octubre de 2014

El juntaletras (maneras de escribir una parrafada)

Yo antes disfrutaba el anonimato, recuerdo cuando todo lo firmaba como Oski y ni dios sabía quién era Oski, probablemente ni siquiera Oski sabía quién era Oski. No es que ahora lo sepa nadie tampoco, pero desde que firmo con mi nombre y apellidos se está enterando más gente de la que me gustaría de que escribo. ¿Por qué este absurdo miedo? ¿No es acaso ser conocido lo que se pretende al firmar con tu propio nombre y apellidos? Sí y no, me explico.

Hace unas semanas un compañero de trabajo que jamás me había dirigido la palabra, ni siquiera para decirme "te ha llamado el jefe con un cabreo de mil delfines", me dijo: muy buena tu última entrada del blog, ¿quién es esa chica, por cierto? Supongo que todavía sigue mi boca abierta en el pasillo y un bloqueo de mil pares de gorriones.

Jamás esperé llegar de forma alguna a ese ciudadano con el que comparto oficina y nada más, supongo que jamás esperé que mis demonios literarios llegaran a una persona a la que veo día sí y día también y con la que nunca cruzaba más de cuatro palabras. Y lo que es peor: jamás esperé que me respetara por el mero hecho de escribir. El que antes no devolvía ni uno sólo de mis "buenos días" ahora le va diciendo a todo el mundo "es escritor" y lo hace con una sonrisa de oreja a oreja que a mí me hace desear que me trague la tierra en ese mismo momento. El caso es que esa persona me ha contado ya toda su vida, la de su mujer y la de su primo el fontanero del pueblo. Me ha martirizado una y otra vez con sus historias de la mili y con sus  anécdotas infantiles, todas divertidísimas a su juicio; un maldito infierno según mi propia opinión (y la de Rambo). Yo sospechaba que todo esto tenía gato encerrado en una caja (aunque no sé si vivo y muerto al mismo tiempo) y que tarde o temprano me soltaría lo de "hale, ya tienes historias suficientes para hacer una novela". Y efectivamente así ha sido, lo ha soltado como el que no quiere la cosa, mientras sacábamos unos cafés de máquina, de esos que no le gustan a nadie, pero que como son baratos y es lo que hay, pues te los bebes como si fueran el elixir de la eterna juventud. El caso es que ante mi silencio, ha dejado caer un par de veces más a lo largo del día el temita de marras, siempre acompañado de: "esto para tu novela".

Pero no os penséis que ahí queda la cosa, parece ser que ya sabe media oficina que escribo, incluida la jefa, la jefa de la jefa y hasta el marido de la jefa. Tres o cuatro personas que tampoco me han dirigido jamás la palabra me han preguntado donde se pueden comprar mis libros. No sé si se dan cuenta de que siempre cambio de tema, regateando como un experto y consiguiendo desviar la conversación de una forma casi magistral.

El colmo de los colmos sucedió hace un par de días cuando envié un email a mi jefa explicándole un problema con un usuario. No es la primera vez que lo hago, de hecho llevo tres años trabajando con ella y hasta hoy jamás había escuchado eso de: "hay que ver, lo bien que redacta Óscar, claro, como es escritor..."

Me pregunto qué tendrá que ver el tocino con la velocidad, en qué punto del camino escribir sin faltas de ortografía y con signos de puntuación te convierte en un as de la aviación, en un tío que pilota, en escritor. Ahora la frasecita "claro, como es escritor" acompaña cada una de mis acciones, desde los emails a los post-it, cualquier cosa que deje escrita va a ser juzgada y medida. También en mis cagadas: en temas que desconozco o en palabras que no tengo ni la más remota idea lo que significan sale lo de "hay que ver, que no lo sepas, tú que eres escritor..."

Me siento estigmatizado, encasillado y sin intimidad alguna. Ya no puedo ponerles verdes en mis relatos, ya no puedo escribir acordándome de su familia. Los lunes por la mañana me sonríen, incluso alguno me da con el codo mientras dicen: "Tu relato, ¿qué?", esperando que les cuente, esperando que les diga. Aunque no sé el qué.

Para mi escarnio, esto se va extendiendo a buen ritmo, sin ir más lejos hoy una usuaria, que hasta donde llega mi memoria siempre había sido de lo más antipática conmigo, me ha dicho con la mejor y más falsa de sus sonrisas: "el otro día vi un vídeo tuyo recitando en youtube". La tía no se ha cortado un pelo y lo ha dicho en un despacho que comparte con otras cuatro señoras, a cada cual con un humor de perros peor y que dada su competencia deberían haberse jubilado hace diez años por lo menos. Allí mismo se han puesto a buscarme en sus ordenadores: "ostras...¡¡es verdad!!, eres tú" como si yo mismo no me hubiera dado cuenta de que era yo y necesitara una confirmación. A una de ellas no le cargaba youtube porque tenía el flash player desactualizado, así que como aparte de escribir también soy el técnico informático (como también se ha encargado de recordarme), me ha tocado actualizárselo. Todo tan surrealista como la vida misma.

El resto del día ha pasado sin pena ni gloria, tratando de huir de los comentarios y dedicándome a mi trabajo, a última hora de la mañana, un hombre bajito y desgarbado al que alguna que otra vez había visto como huyendo de la gente se me ha acercado sigiloso como un puma y me ha asaltado en el pasillo. "Maldita suerte la mía" he pensado de primeras, pero en cuanto me ha dicho: "escribe sobre lo que te está pasando, yo hice lo mismo cuando me pasó a mí y es mano de santo", he comprendido que aquel hombre era algo más que una gacela asustadiza.

Estaba pensando en cambiarme de país, en raparme al cero o teñirme las cejas de azul. Cualquier cosa con tal de desaparecer. Pero quién iba a decirme que otro escritor iba a darme la clave para superar mi recién adquirido estigma. Va a ser verdad eso de que entre bomberos, no nos pisamos la manguera.

Y aquí estoy, escribiendo sobre mi problema, reclamando otra vez mi anonimato, defendiendo mi derecho a escribir sobre lo que yo quiera, cuando quiera y como quiera sin tener que soportar luego una batería de preguntas al respecto. No necesito conocer más historias personales, tengo suficientes para más novelas de las que me va a dar tiempo a escribir en mi vida, no quiero redactar los emails de toda la oficina sólo porque "soy el escritor". No quiero. No. Así que disimulad, hacedme ese favor, y leedme en secreto, dejad de simular que os caigo bien, que no me voy a hacer rico escribiendo nunca y aunque lo hiciera no pienso invitaros ni a un café, porque soy una persona horrible, me quemaron por bruja en otra vida.

Y a la chica de la séptima que me vuelve loco y que me dijo: "no salgo contigo porque eres escritor" (hay que joderse con las ironías de la vida) que sepa que lo he dejado, ya no escribo, ni recito, ni hago ninguna guarrería de esas, soy totalmente normal y anodino, tengo una vida cargada de anécdotas divertidísimas y yo también voy a buscar algún pringado para contárselas para que haga con ellas una próxima novela.

Habrán de interesarle sí o sí, claro, porque como todo el mundo sabe será un escritor. Y esas son las cosas que les gusta hacer a los escritores. Menos mal que no me junto ya con gentuza de esa calaña y me gusta que me llamen: "juntaletras".

*Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O no...

5 de octubre de 2014

El poema que se volvió contra el poema

Fue al terminar de recitar, tú te acercaste con tu pelo rubio ondeando al viento y tu sonrisa de "te vas enamorar". Al menos así quiero recordarlo, porque la verdad es que en aquel bar no soplaba brisa alguna y la oscuridad que allí reinaba no me hubiera permitido ver si sonreías o ponías cualquier mueca.

- Este es Juan, mi novio - dijiste. Y la verdad es que tampoco recuerdo si era Juan, Sebastián, Pedro o Isaac, digo Juan por decir algo, porque a partir de "mi novio" se me vino el mundo abajo y se esfumó esa alegría que siento cuando bajo del escenario y me he dejado los recuerdos en el micrófono.

Luego dijiste unas cuantas cosas más, me diste dos besos y te marchaste. Y yo me quedé ahí con cara de necio intentando encajar el golpe.

A partir de aquí todo es difuso. Que si una copa, que si más gente diciendo que qué guay lo que escribo, que para cuando un libro, que a ver si nos vemos pronto. Pero yo no era yo y aunque sonreía, tenía medio cuerpo triste y fuera de aquel local. Algo me ardía dentro.

La rabia no me dejaba pensar con claridad y hubiera quemado todos mis poemas, el blog, mis dos guitarras y hasta mi carnet de identidad. Menos mal que en un alarde de cordura traté de buscarte en whatsapp para cantarte las cuarenta y ni siquiera me acordaba de tu nombre, a pesar de llevar meses hablando contigo.

Aquí me di cuenta de que tenía un problema. Un serio problema. Un tremendo problema. Un problema cojonudo. La madre de los problemas. Tal vez mi escritura funcionara un poco de aquella forma: idealizar, enamorarse de algo que no existe, colar lo que no existe en todos los poemas, golpe contra el suelo, odiar el mundo, mandar todo a la mierda, escribir desde la mierda, dejar de escribir un tiempo y vuelta a empezar.

En ese momento no sabía la fase por la que pasaba o si pasaba por todas a la vez, pero una tremenda tristeza se apoderó de mí. Era un tipo normalucho y mediocre que trataba de esconderse en las letras para ocultar el fracaso dentro de su propio fracaso. Para darle melodía a algo profundamente arrítmico y que empezaba a oler a podrido.

En ese momento mis poemas cambiaron para siempre, empezaron a cambiar de nombre, de dirección, empezaron a volverse contra mí, gritaban contra mis propios fantasmas, arañaban mi propia piel. Salían de mis dedos y se clavaban en mis ojos. Ya no los regalaba a cambio de nada, ya no se escribían bajo demanda o petición. Mis poemas empezaron a escribirse solos y cuando ellos querían y no hablaban de nadie. Ni siquiera de mí. Hablaban de sí mismos. Enfermos de egocentrismo en sus propios versos. Me gritaban lugares en los que nunca he estado: ¡Ítaca! ¡Utopía! ¡Las nubes! y me incitaban a odiar Roma o París, aunque nunca pisé sus calles. Me susurraban nombres de mujer que no conozco todavía y palabras que no sé lo que significan.

Y curiosamente todo está bien ahora que me dejo llevar, que no fuerzo el poema, que no busco metas ni protagonistas. Ni números. Mejor un poema al mes que me haga temblar por dentro que cien que no me digan nada y me dejen con sed.

Aquella rubia nunca lo supo, pero mató mis poemas y de sus cenizas surgió la poesía. Qué forma más tremenda de encontrarse.

Burning a memory by Dana Marié

28 de septiembre de 2014

Despedidas

Te vas de esta ciudad sin apenas despedirte, y yo te veo en la lluvia y debajo de todos los paraguas. He recorrido los últimos lugares en que estuve contigo y la memoria me ha golpeado con puño de hierro. Siguen en pie los mismos bares, los mismos árboles, casi la misma gente, pero atardece distinto y con otro olor.

No sé quitarme esta sensación de vacío ni tu voz de mi cabeza, aunque haya permanecido callado demasiado tiempo, me gritaban dentro las ganas de verte, las ganas de reír a tu lado y de convertir Madrid en un paraíso perdido, en la isla desierta que tanto soñaste con habitar y en la que te soñé tan libre como el viento, desnuda a mis ojos aunque con ropa para los demás, brillando, siempre brillando, como la estrella fugaz a la que quise pedir un deseo y nunca se me apareció.

Intuyo las razones de tu marcha, los brazos que te esperarán ansiosos, los besos al despertar cada mañana que te dará otro, y no puedo culparle por admirar lo mismo que admiro yo, aunque me gustaría gritarle al viento y decirle lo mucho que siento que el nido de tus pájaros no vaya a estar cerca del mío.

Guardaré la cicatriz que han dejado tus pasos, tu acento, lo que escribías que me tocaba tanto, pero que nunca era para mí. Me llueven dentro las emociones y me palpita la razón pero aún así guardo silencio. Una y mil veces, como si el silencio fuera a calmarme, como si existiera cura o antídoto para las despedidas.

No me salen los poemas, y me arden los dedos como nunca me han ardido antes. Quiero alunizar contra la herida y romper la luna que tantas mañanas me acompañó al trabajo y que siempre me recordaba a ti.

Te vas. Y yo me quedo. Qué importa nada ya. La ciudad grita tu nombre y me retuerzo al borde de esta grieta, de todas las grietas que me toca saltar como un felino. Ojalá fuera fácil decirte adiós, borrón y cuenta nueva. Ojalá lo fuera. Durante un tiempo sé que todas las canciones me recordarán tu ausencia. La misma ausencia en la que ahora habito y en la que nunca existió un nosotros. Aunque quise con todas mis fuerzas que existiera.

Sé que el sol saldrá otra vez al despertar y que tú lo harás lejos, de nuevo miraré a los ojos a la tristeza y los cerraré con fuerza esperando que vuelvas. La esperanza, como la ilusión de ser tu abrigo, es lo último que siempre pierdo.

Goodbye by Monika

21 de septiembre de 2014

Ausencias

Me dueles. Me dueles tanto en noches como esta, que no sé si gritar tu nombre y despertar a todo el vecindario, escribirlo un millón de veces hasta que se me abran las muñecas, o tatuármelo a navaja en los tobillos.

Podría empezar diciendo que nunca quise que tu ausencia doliera, que me creí todos esos cuentos en que podíamos ser eternos mientras mirásemos la misma estrella, pero no tuve en cuenta que una vez que te agarras a la flecha y sales del carcaj te pierdes entre la maleza, y ya no hay forma alguna de encontrar el camino de vuelta.

He tratado de olvidarte de la peor manera, guardando silencio, manteniéndome al margen de cualquier cosa que me recordase a ti y matándome por dentro cada vez que aparecías en alguna conversación, en algún gesto, o en cualquier recuerdo fugaz. Supongo que he evitado dejarte marchar simulando que ni siquiera habías existido.

Pero cómo no ibas a existir si hacías rugir mis siete mares, si escuchar tu voz era para mí el único salvavidas en esta cabeza llena de tempestades que llevo sobre los hombros. Si todo lo que tocabas cobraba vida y tu sonrisa era un refugio para todas las aves perdidas. Si eras la única puta razón que tenía para pensar que todavía quedaba un sitio para mí en el mundo.

Podría decirte que por ti lo habría dejado todo, pero sería mentira, porque nunca tuve el valor para confesarte que había ido a buscarte y que quería empezar contigo otra vida en otra parte, lejos de todo y todos, incluso de nosotros mismos. Me sentía tan impotente cuando me hacías temblar con un roce, tan insignificante cuando creía que yo no tenía un sitio cerca de tus brazos. Suena absurdo, pero supongo que me acojonaba pensar que podíamos ganar y que todo podía salir bien.

Y aquí me tienes, rompiendo mi silencio, ahora que no sé ni lo que soy, ni hacia donde camino, ahora que ya ni cuento mis batallas perdidas y el paso de los días es sólo eso que hace que me claree cada vez más el pelo. Ahora que no sirve de nada empezar a hablar de nuevo.

Quiero engañarme y pensar que permanecemos en tu ciudad, bajo algún adoquín, conservando nuestra esencia en aquel último abrazo. Quiero despertar y pensar que todo ha sido un mal sueño, pero la vida va en un único sentido y no hay forma de rebobinarla ni de borrar todo el daño causado.

Sé que a ti volverán a abrazarte y que yo mientras tanto golpearé una y mil veces en el vacío, tratando de sacar el clavo que nuestra ausencia dejó en mí, sin conseguirlo. Puede que sea verdad que sólo se ama en serio una vez en la vida. Siento que no quedan más balas en mi revólver, ni siquiera para pegarme un tiro.

Aunque todo esto haya detonado en mí con un sonoro "bang".

Bang by George Pan

14 de septiembre de 2014

Caminos que se cruzan

Me cruzo cada día contigo más o menos en el mismo punto y nunca te he dicho nada. Siempre a la misma hora, las 8:10 de lunes a viernes, los dos casi corriendo y con la lengua fuera, tú despeinada y con cara de "joder llego tarde otra vez", yo con cara de haber dormido cuatro horas y de "¿para qué corro si ya voy tarde?".

Nuestros caminos se cruzan durante un segundo cada día, vamos con la cabeza gacha hasta que al coincidir nos miramos de forma fugaz, una manera particular de darnos los buenos días sin hablar. Después cada uno sigue su apresurado camino y no nos vemos hasta el día siguiente. Juro que salgo tarde de casa por casualidad, no porque espere el encuentro, pero parece que mi reloj se retrasa automáticamente para que coincidamos. ¿Le pasará eso también al tuyo? Hace ya aproximadamente dos años que esto se repite. Siempre a la misma hora, si un día me adelanto no te veo y si me retraso tampoco. Y entonces ese día noto que me falta un buenos días en la cartera y que alguien me ha robado ese momento de felicidad efímera.

Si alguna mañana no nos vemos en el mismo punto de siempre, reduzco mi velocidad por si vas rezagada y a veces funciona, consigo cruzarme contigo en otro punto y el que ya iba a parecer un día de mierda, se pone a saltar en los charcos como un niño pequeño que espanta a sus fantasmas.

La semana pasada tuvimos una novedad. Vi tu sonrisa por vez primera, te hizo un chiste un jardinero que siempre está recogiendo hojas por esa zona, fue en ese momento de despiste cuando nos cruzamos, pero no lo hicieron nuestras miradas. Tragué saliva, por un momento odié al jardinero y me acordé de toda su familia, el cabronazo rencoroso que llevo dentro quiso patear todas sus hojas para que tuviera que recogerlas otra vez una a una, pero después pensé que gracias a su chiste, te había visto por primera vez sonreír. Y vaya sonrisa. Aún busco una palabra para definirla, pero sospecho que no habría suficientes en el diccionario. Una sonrisa que sólo podía ser tuya.

Y aquí me tienes, tratando de plasmarte, dedicándote unas líneas, con la absurda esperanza de que te lleguen de algún u otro modo. Si te soy sincero siempre he tenido miedo de girarme y que tú no te gires, de ver que soy el único que disfruta con ese segundo al día de cruce de caminos, de que pienses que soy un colgado más que se dedica a escribir líneas a cualquiera.

Mañana volveré a cruzarme contigo, nos daremos otra vez los buenos días sin hablar y mi día será un poco menos rojo, sabiendo que tras las prisas se esconde una sonrisa que podría detener Madrid y todos sus semáforos en un sólo chasquido de dedos.

Y algo hará "crack" otra vez, dentro de mi pecho.

Crossroad to Heaven by Mitch Weiss

7 de septiembre de 2014

Cuando todavía eras exclusiva

Debería dejarme llevar al escribir, vaciar totalmente mi mente y permitir que mis manos se muevan libres sobre el teclado de manera musical y rítmica. Pero por más que trato de hacerlo, al final, todo lo que escribo lo manejas tú.

Supongo que al final no fuimos más que otra mala historia con sabor a noche loca, como tantas otras que seguro hemos tenido antes, puede que tal vez te idealizara en exceso o que simplemente quisiera dejarme querer. Suena ridículo cuando ni siquiera sé si querer es un verbo que existe o sólo algo que queremos que exista, para no sentirnos tan miserables, tan solos, tan abandonados a nuestra propia suerte.

— Será mejor que no te hagas ilusiones -dijiste.

Y el que avisa no es traidor, pero joder, dime cómo no iba a hacérmelas cuando tu sujetador adornaba ya el suelo de mi cuarto y nos frotábamos con las ansias del que por fin creyó ganar una batalla.

— Si me enamoro huiré y no volverás a saber de mí, así que tú sabrás lo que haces.

Y yo me echaba a reír porque pensaba que bromeabas. Puede que no debiera hablarte de los sueños que me quedaban por cumplir y mucho menos incluirte en alguno de ellos. Pero ya ves, por aquel entonces no sabía hacer las cosas de otra manera ni separar lo físico de lo profundo. Hoy he comprendido que si hubieras sabido menos de la historia que me acompañaba, menos daño hubieras podido hacerme.

Y aunque me costó olvidarte más noches de las que hay en la canción de Sabina, al final dejaste de doler.

Me pregunto si llegué a dolerte, si alguna vez pensaste en mí y en la forma en que te marchaste. Si te arrepentiste. Si llegaste realmente a estar enamorada o eras adicta a los finales trágicos de película, para que cada una de tus conquistas no pudiera olvidarte y te incluyera en cada carta, relato o poema que salía de sus manos. Creo que si ese era tu objetivo lo conseguiste a la perfección.

Pero no me arrepiento, ni de tu marcha ni de haber sentido que quería que te quedaras para siempre. Ya ves, algunos no aprendemos nunca.

Ahora te veo en muchos poemas de muchos poetas tristes, tu reflejo lleva otros nombres, otra piel y concluyo, tras largas y profundas reflexiones con sabor a cerveza, que tal vez ni siquiera para hacer daño eras exclusiva.

Ojalá nunca leas esto último, porque sé que de todo lo que te he escrito, es lo único que va a joderte de verdad. Y ya ves, a pesar de todo, me sigue matando saber que lloras.

In bed by Sarah