Nadie elige ser hermético, aunque
supongo que con el paso de los años y unas determinadas circunstancias más o
menos atenuantes vas desarrollándolo con mayor profundidad. Poco a poco se te
va clavando en la piel hasta que florece y llega un momento en que se hace
herida y como todas las heridas: duele.
Mis primeros recuerdos de
infancia están marcados por el “¿por qué eres tan callado?” y los “este niño no
habla nada” que no hacían otra cosa que hacerme sentir una profunda vergüenza
de mí mismo y de ese “defecto” que los demás empezaban a recalcarme.
Siempre fui de pocos amigos. Mis
primeros años de patio de colegio los pasé escapando de los tres aspirantes a
matón que tenían aterrorizada a media primaria y con los que nadie quería tener
problemas. Así que después de un par de coscorrones desafortunados empecé a
convertirme en un maestro del despiste y el camuflaje y aprendí a pasar
totalmente desapercibido, lo cual conllevaba horas de estar totalmente a solas
observando y analizando lo que sucedía a mi alrededor, sintiéndome terriblemente defectuoso; terminé por llegar a
la conclusión de que cuanto menos supieran de mí, menos daño podrían hacerme y
con esa idea fuertemente arraigada en mi ser, crecí.
Mi paso por el instituto no fue
fácil, mis conversaciones con los demás se limitaban a temas sin profundidad en
los que yo llegaba a conocer mucho más de ellos de lo que podían conocer de mí.
Mis tiempos eran más lentos, por algún motivo al que yo no encontraba
explicación.
Siempre hubo personas dispuestas
a respetar esos tiempos, no muchas pero las hubo, a las que no importó
adentrarse poco a poco en las profundidades de mi abismo. Con paciencia
llegaban a conocerme más que el resto aunque en ocasiones se frustrasen y
desesperasen. El problema de que dieran con la llave de mi centro es que
cualquier paso en falso los terminaba sacando de mi vida de forma automática y
radical. Reconozco que no de una forma justa, más bien como parte de un
mecanismo incontrolado y no intencionado, como si un método ancestral de defensa
estuviera insertado en mi sino.
Pero es increíble la capacidad
humana para recomponerse. Para edificar encima de las ruinas y seguir
manteniendo a flote el barco. Es increíble la fuerza que uno saca sin saber de
dónde la está sacando y que le lleva a avanzar a toda costa. Aunque ni siquiera
sepas hacia dónde estás avanzado y ni siquiera tengas claro que quieres
avanzar.
Todo esto lo descubrí con los
años, buceando en mi propio interior, abriendo puertas a las que ni siquiera yo
tenía acceso y que había ido bloqueando tiempo atrás. No podéis ni imaginar
cuanto dolor enterrado encuentras cuando tu hermetismo es tan grande que ni
siquiera alcanzas a ver la profundidad del fondo. Cuando ni tú mismo has sido
capaz de nadar en tus aguas por miedo a hacerte daño. Por miedo a encontrar un
monstruo.
Por eso es difícil conocerme. Por
eso soy una persona esquiva que rehúye las distancias cortas. Que escapa de las
aglomeraciones y que llora más de lo que aparenta. Que escribe porque no tiene
fuerzas para hablar. Que no sabe gritar “quédate” aunque mi interior me lo pida
a voces.
Y aunque con el tiempo haya
amueblado un hall para invitados, bien sé que llegará un momento en que mi
cuerpo dirá “hasta aquí” y no haya acceso a nada más. Sé que soy hermético como
un bote de conservas que se niega a abrirse, por si cuando la tapa ceda,
alguien descubre que el interior está podrido.
O tal vez deba permitir que
llegue ese momento. Para que así pueda escapar ese niño que se escondía y salía
corriendo y se lleve de una vez por todas tanto dolor.
Zipper by John Berd
fijate a que a mi me sucedió lo contrario... A veces me gustaria volver al cuarto oscuro que cree en mi adolescencia del donde solo yo tenia la combinacion para entrar, pero te haces mayor y eso no te sirve para excusa, tienes que trabajar, hablar con los compañeros, mil compromisos.. y entonces te obligas a salir poco a poco, enmascarar tu desperacion con la mejor de tus sonrisas y mirar a la cara y hacer que escuchas al de enfrente cuando solo estas pensando en repitar de gris tu altar... pero es que la madurez no perdona y aunque se esta muy bien alli metido hay que luchar por el pan de cada dia.
ResponderEliminarbs
por cierto, en madrid se puede comprar personalmente tu libro? voy la semana que viene.
ResponderEliminarHola MeTis!! En Madrid se puede adquirir físicamente en varios lugares:
Eliminar-Café librería Monpassa (C/Costanilla de los desamparados 13)
-Librerías La Central (En este link puedes consultar la disponibildad en cada una de ellas, hay varia en Madrid: http://www.lacentral.com/web/book/?id=9788494391439)
Un abrazo!!
Cuando llegue ese momento en el que abran el botecito de Oski en escabeche, asegúrate también de tener un tuper a mano! que a veces los momentos de hermetismo también se necesitan!!!
ResponderEliminar:)
Lo que más miedo nos da es enfrentarnos con nosotros mismos, con la relidad y preferimos fabular con que hay detrás de esa puerta que mantenemos cerrada aunque tengamos la llave, antes que descubrir que hay de verdad.
ResponderEliminarOski, he sido siempre una tímida domesticada. Una tímida que parece osada. Me gusta la soledad, pero también mantengo una rendija en mi puerta semiabierta para dejar entrar en mi vida a personas que me aportan luz y calor para que no se me enmohezca el corazón.
Hoy tu relato me llevó a recordar estos versos de Neruda....
...Aprende a nacer desde el dolor y a ser
más grande que el más grande de los obstáculos,
mírate en el espejo de ti mismo
y serás libre y fuerte
y dejarás de ser un títere de las circunstancias
porque tu mismo
eres tu destino...
Muchos besos,
A veces no queda mas remedio que ser herméticos porque la vida nos pone a prueba y nos encerramos en nosotros mismos para protegernos.
ResponderEliminarUn beso poético dulce de seda.
Creo que nunca me había sentido tan identificada con tus palabras, salvo en un pequeño detalle: no estás (ni estoy) defectuosa. No, señor. A veces, simplemente, no hay otro remedio. Y no pasa nada.
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