16 de abril de 2017

Playas desiertas

Camino por una playa desierta con los pies descalzos, la arena está fría y suave, sin piedras incómodas, el mar está en calma. Las olas van y vienen sobre la orilla dejando un cerco leve de espuma que tarda en disolverse de nuevo. Me acerco al agua y dejo que me cubra hasta la altura de los tobillos, está fría pero es agradable sentir el frescor recorriendo todo mi cuerpo y refrescando mis ideas.

El sol se esconde tímido entre las nubes, la temperatura es agradable, se escucha un rumor de gaviotas que se mezcla con el sonido del mar. Cierro los ojos y extiendo los brazos. Una brisa me acaricia el rostro.

Me llevo la mano al bolsillo y palpo lo que escondo en su interior, jugueteo unos instantes antes de sacarlo. Un dedal de metal grabado aparece ante mis ojos, lo observo detalladamente; tiene el dibujo de un búho tallado a su alrededor.

Me imagino lanzando el dedal al agua mientras vuelvo a juguetear con él entre mis dedos. Niego con la cabeza, vuelvo a guardarlo y busco con la mirada una piedra. La encuentro clavada en la arena, tiene forma ovalada y no es demasiado grande. La recojo y me sorprende su peso, cierro el puño en torno a ella y tomo impulso para lanzarla bien lejos. Disparo el brazo hacia delante y abro la mano, la piedra sale disparada girando sobre sí misma como una peonza en el aire. Se eleva un metro, dos metros, tres metros mientras avanza para después caer a plomo sobre el agua con un sonoro plof. Se hunde y desaparece de mi vista. Cierro los ojos.

La piedra ya no es piedra: soy yo y me estoy hundiendo en las aguas. No puedo respirar y me siento pesado. Caigo de forma lenta hacia el fondo, sin prisa, todo gira alrededor. Me falta el aire, no puedo aguantar más la respiración y en un acto reflejo mis pulmones tratan de llenarse de aire.

Ya no estoy en el fondo. Vuelvo a estar en la orilla, sostengo sobre mi mano el dedal y parece que he llorado. No sé cómo pero estoy empapado. Me chorrea agua del pelo. Respiro de forma agitada y el pecho sube y baja con cada respiración. Escucho algo detrás de mí, me giro y te encuentro mirándome con los ojos vidriosos.

— No podía lanzarlo.

Asientes y sonríes. Nos fundimos en un abrazo.

Por primera vez todo parece en calma en mucho tiempo.

— Te he echado de menos

— Y yo también a ti.

La tarde cae sobre los niños mientras se abrazan en la playa.

Sunset beach by Dynnnad by

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