Donde nunca sabe a sal

Y allí estaba, entre mis manos temblorosas, su última carta, su sutil forma de decirme adiós o quizás sólo era un hasta luego aunque en aquellos tiempos no supe discernir la diferencia.

Me había acompañado en mis buenos momentos, también lo hizo en los malos aunque con bastante menos presencia, cuando yo sufría apenas acudía en mi ayuda, siempre me faltó su hombro para llorar, su mano para darme calor, su voz para susurrarme que todo estaba en calma. Pero yo sin darme cuenta poco a poco cada vez fui necesitando más y más su presencia, o mejor dicho, su voz, porque es lo único que conocía de ella.

La había conocido en un chat, una tarde lluviosa en la que no tenía ganas de estudiar, apenas mostré interés por ella, apenas mostró interés por mi, pero el destino quiso que comenzásemos a hablar.
No vivíamos cerca, ni siquiera teníamos la misma edad pero compartíamos dudas, sueños, fantasías y temores…

Cada noche nos llamábamos y hablábamos horas sin importar que la factura se disparase. A veces se mostraba demasiado distante, sólo le gustaba escuchar, apenas asentía mis palabras, apenas decía nada…salvo te quiero y pronto estaremos juntos.

Y los te quiero se convirtieron en promesas, las promesas en humo azul, el humo azul en sueños y los sueños en ilusión. Poco a poco consiguió que necesitara su voz, que necesitara su compañía pues a decir verdad, yo tampoco me sentía demasiado acompañado en esta vida.

No le gustaba hablar de la familia, no le gustaba hablar de ella misma, apenas conocía nada de ella, pero ella conocía casi todo de mi, mis debilidades, mi forma de ser y de sentir, mis gestos, mis costumbres y supongo que empezó a aprovechar aquellas conversaciones para manejar los hilos de mi vida.

Empecé a necesitarla como un naufrago necesita una tabla a la que aferrarse, empecé a depender de sus palabras, de sus promesas, empecé a no ser yo. Creía todo cuanto me decía, creía de verdad que me amaba.

Y así un buen día me dijo que había pedido un traslado en su trabajo para venirse junto a mi y que estaba buscando piso para que viviéramos los dos juntos. Reconozco que la idea me asustó tremendamente en un principio, pero como el que no apuesta no gana terminé por no escuchar a la razón y me dejé convencer.

Y cada día que pasaba ella se mostraba más y más cariñosa, cada día que pasaba decía necesitarme más que al aire para respirar, cada día que pasaba yo forjaba sueños e ilusiones y estaba empezando a sonreír de nuevo. Imaginaba como sería convivir con ella, imaginaba hacerle el amor junto a la playa y dormir abrazados toda la noche, me imaginaba no sintiéndome sólo por una vez en la vida.

Y el día elegido para irnos a vivir juntos se acercaba, había empezado a aceptar las consecuencias de todo aquello, había comenzado a aceptar que realmente todo aquello iba en serio. Pero la suerte no iba a ponérmelo fácil y decidió que debía truncar aquella historia que nunca llegó a comenzar realmente.

Debido a mi trabajo debía pasar la Nochevieja sólo, no podía viajar junto a mi familia, pero ella me dijo y que no lo iba a consentir y prometió que la pasaría conmigo, que viajaría para estar a mi lado… Y esperé, esperé y esperé… no llegaba a la hora prevista, supuse que el tráfico la habría retrasado, tampoco me llamaba ni contestaba mis llamadas. Abrí mi correo y una amiga suya me decía que había tenido un accidente, nada grave según su escrito, pero que las lesiones sufridas no la permitirían viajar para estar conmigo dado que estaba ingresada. El mundo se me cayó encima…no podía dudar de sus palabras y la llamé para felicitarla el año nuevo…había mucho ruido, mucha música, no parecía que estuviera en el hospital…y fue cuando empecé a sospechar un poco pero lo que sentía por ella era superior y no dudé.

Seguimos hablando cada día por teléfono y dos días antes de mi cumpleaños me dijo que le habían concedido el traslado en el trabajo y que se venía a vivir conmigo. Aquello naturalmente nunca sucedió, pero esta vez no hubo e-mails explicativos, no hubo llamadas no hubo absolutamente nada. Desapareció de mi vida tal y como apareció y no volví a saber nada de ella hasta 6 meses más tarde durante los cuales no hice más que maldecirme, morir por dentro y perder las ganas de vivir. Sólo quería que ella me dijera adiós, que me dijera que todo había sido mentira, que no quería verme más y que sólo se había divertido un poco conmigo.

Pero no lo hizo, jamás lo hizo. 6 meses más tarde, recibí una carta suya, pero ya no quise explicaciones de ningún tipo, ya no quería seguir llorando por ella, mi corazón la había arrojado al abismo del olvido y quemé aquella carta que tembloroso tenía entre mis manos.

La vida me condujo por otros caminos, conocí otras mujeres, viví otras historias. Ahora soy completamente feliz pero todavía algunas noches, cuando me tumbo sobre la cama rendido, echo de menos su voz y aquellas palabras: Te quiero y muy pronto estaremos juntos.

Nota: Este relato no está basado en hechos reales. Forma parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos".