Un reloj de arena vacío. Es el único objeto que aún conservo desde su partida. Exhaló su último aliento hace pocos meses y ahora reposa en la estantería
Dicen que el Norte rezuma magia, no hay más que verlo, es como traspasar otra dimensión. El paisaje seco y marrón que delimita la frontera cambia de repente por montañas y árboles, el olor a frescor y humedad inunda tus cinco sentidos y, de repente, cualquier problema parece ínfimo.
Casi hace un año que traspasé sus límites, el recuerdo de aquel viaje permanece inmutable en mi memoria. Eran otros tiempos, donde una brújula invisible guiaba mis pasos y era capaz de nadar contra corriente, incluso si algún día fallaban mis fuerzas había cientos de tablas flotando sobre la superficie para agarrarse a ellas y llegar a la orilla sano y salvo.
Recuerdo un bosque, caminos tortuosos por él, un riachuelo que discurría con un suave murmullo y paz, mucha paz, sólo enturbiada por el canto de las aves. A mi lado viajaba otra persona, buena conocedora de aquellos parajes y que me llevaba siempre de la mano. Fue un lugar donde nacieron historias y quizás también el lugar donde otras murieron.
Allí conocí un hada que volaba dejando a su paso polvo de estrellas. Inundaba mis sentidos y se comunicaba conmigo sin articular palabra, no nos hacía falta, por sus movimientos entendía perfectamente lo que quería decirme. Decidí seguir su vuelo entre los árboles y me mostró molinos, rocas cubiertas de musgo, helechos, cascadas. Me tendió su mano para cruzar las orillas, buscó refugio para pasar las noches de tormenta y nunca, nunca, se separó de nuestro lado.
Pero las hadas siempre tienen trabajo y pronto tuvo que dejarnos para orientar a viajeros perdidos. Decirle adiós fue complicado. Observamos como se alejó revoloteando entre los árboles hasta que se perdió de vista en el horizonte. No la volvimos a ver más, pero tampoco la perdimos del todo porque, naturalmente, consiguió alojar una pequeña parte de su magia en nuestros corazones y aún hoy, cuando nos sentimos tristes, la escuchamos canturrear con un ligero pum, pum.
Tras su marcha, proseguimos nuestro viaje, hubo momentos en que el camino se hizo cuesta arriba y el peso del tiempo era el mayor lastre, sin embargo supimos encontrar fuerzas para no rendirnos. Caminamos días sin rumbo fijo hasta que empezamos a escuchar risas a nuestras espaldas. Un trasgo quería acompañarnos.
Dicen que los trasgos son espíritus inquietos, de carácter rebelde y decidido. Pero como todos los seres, también necesitan compañía. Fue difícil acercarse a él, pues a pesar de su cojera se movía veloz tras nuestros pasos.
Le ofrecimos nuestra compañía y lejos de rechazarla se hizo amigo nuestro enseguida. Sus bromas nos hacían pasar las horas de tedio y era uno de los mejores guías del bosque, conocía cada recoveco, cada árbol, cada cuesta, cada piedra del camino…
Fue fácil continuar gracias a su ayuda. No pedía mucho, sólo un poco de atención. Era servicial y cariñoso y nos protegía del resto de espíritus que quisieron ponernos la zancadilla.
Pero los trasgos también son gente ocupada. Pronto tuvo conocimiento de la existencia de una nueva casa en los linderos del bosque y se vio obligado a partir para dar la bienvenida a los nuevos inquilinos. Su marcha dejó un vacío considerable en nosotros, empezamos a pensar que nunca podríamos salir de aquel bosque, que nos perderíamos para siempre en la espesura de su follaje verde. Pero no fue así.
Caminamos unos cuantos días más, hasta que de pronto y sin previo aviso el paisaje plagado de árboles cambió por arbustos bajos, dejando ver el azul del cielo en todo su esplendor. Las plantas se hallaban colocadas en filas bien organizadas, parecía que algo o alguien se hubiese dedicado a cuidar aquel lugar, como si un de un jardín particular se tratase.
Coronando aquella escena se encontraba una casa de cuya chimenea salía vapor. Tras las ventanas había cortinas que no dejaban distinguir el interior de la vivienda.
Mi acompañante se adelantó, buscó en sus bolsillos y sacó una llave, se dirigió a la puerta y entró.
De repente la niebla que hasta ese momento cubría todo desapareció.
-¿Piensas entrar algún día o te vas a quedar esperando en la puerta como un pasmarote? –dijo después de que yo me quedara con la boca abierta observándola bajo el umbral durante un par de segundos.
- Claro, claro...
En la casa todo era bastante normal, en el piso de abajo había un salón, con su televisor, su reproductor de dvd, su videoconsola, un baño…
Subí corriendo las escaleras. Dos habitaciones (una de ellas con ordenador), una cocina, una despensa, un baño…
Me froté los ojos un par de veces sin poder creer lo que estaba viviendo. Mi novia me observaba atónita y con los brazos cruzados visiblemente enojada.
-¿Vas a dejar de hacer el tonto ya? Llevas todo el día como soñando…
- Eh, sí, sí claro. Respondí volviendo en mí.
Y de repente todo se desvaneció, ya no había bosque y fui consciente de que estábamos en su casa. El día había transcurrido tranquilo y nunca había existido ningún hada ni ningún trasgo.
-Bueno… ¿vas a decirme ya lo qué te pasa? Me tienes preocupada, llevas todo el día rarísimo.
-Será que te quiero demasiado, tanto, tanto, que me haces vivir un cuento constantemente.
Y ambos se besaron.
Varios meses después su relación se terminó. Ahora ya no hay historias ni cuentos, los días rojos siguen siendo rojos y no se convierten en combates emocionantes a capa y espada por el bien y el mal, los días felices son simplemente días felices y no carreras por los bosques. Él ya no es capaz de criar unicornios azules en los mares de la luna, ni siquiera es capaz de escribir algo decente o de terminar la novela que empezó en que ellos dos eran los protagonistas, porque sin ella, sin ella, nada tiene el mismo sentido.
La altura de la atmósfera volvió a descender un poquito, justo antes de que un monosílabo se dibujara sobre el papel.
FIN
NOTA: Este relato no puedo licenciarlo. Y no puedo licenciarlo porque no es un relato corriente, para mi significa mucho, por lo que no se puede considerar una historia propiamente dicha, no he buscado en ningún momento la correción literaria ni me he preocupado de darle coherencia. Sólo existen dos personas en este mundo capaces de entenderla al 100% y, una de ellas, lógicamente, soy yo. Te agradezco que te hayas tomado la molestia de leerla entera. Quien sabe si tú podrás sacarle otros significados. Un abrazo y gracias.
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23 de junio de 2008
Como un avión en llamas
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Las hadas nunca desaparecen hasta no concluir su trabajo.
ResponderEliminarUno beso infinito
El hada acaramelada
Todos ponemos algo de nosotros en nuestras historias, sólo que hay días que neesitamos poner más que otros.
ResponderEliminarEl caso es que pese a que sea personal, oquizás por eso, te ha quedado un cuento encantador.
Un saludo,
Pedro.
Hay que ser muy valiente para escribir algo así y también hay que serlo para no llorar al leerlo. Evidentemente, en ese sentido, el único valiente de los dos eres tú...
ResponderEliminarTe dejo un besote enorme cargado con pizcas de esa magia del Norte, canijo... ;)
Has impregnado todo de magia a golpe de lápiz y papel, quizá a golpe de hilar ideas sobre el teclado del ordenador. Sea como sea me ha gustado el relato. Me has hecho soñar estando despierta y te lo agradezco infinitamente. Necesitaba huir de la realidad por un momento.
ResponderEliminarQuizás por lo personal, es que me ha gustado más, porque revelas parte de tu mundo interior (o esa es la intención del personaje creado que transmitiera precisamente eso al lector) es cálido, es intenso, es el huracán en el que uno se mete cuando esta en una relación.
ResponderEliminarEs una paleta de colores emocionales, donde das la razón: claro que existen las hadas, no solo en los sueños, también las hay de carne y hueso
Me ha gustado
Saludos, desde el otro lado del charco!!!
Oski, los relatos que se escriben desde el corazón, sin pretensiones literarias, son los mejores porque son más naturales y más "nuestros". No puedo comentar mucho sobre este texto, porque está lleno de guiños a otra persona y yo, como apenas conozco la historia, no la entiendo. Pero me encanta la contundencia de la torta de la realidad en mitad de un relato tan mágico. Pero sobre todo me gusta por lo natural y sincero que es :)
ResponderEliminarUn beso,
Mun
¡Menuda panzada de leer(me) que te has pegado, canijo! :S
ResponderEliminar¡Eres un encanto!
Pero... como no me voy a dejar "ganar" tan facilmente, voy a ponerme manos a la obra yo también... :P
P.D. ¡Esa ya la he visto!
¿Te acuerdas cuando te pedía recomendaciones para bajarme al videoclub? jajaja. Ahora lo tengo un poquito más complicado, pero socia soy y... algunas ya me he pillado. Así que: usted sígalo intentando :P
Un besiño!
Vaya,si que tiene magia...
ResponderEliminarAunque solo sean hadas, y desaparezcan y jueguen con nosotros...vaaa, regalame una no? Jajaja, que yo también quiero perderme por bosques.
P.D. ¿Se le puede quitar la arena a un reloj de arena sin romperlo?
Un queso!!!
Querido Blogger
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