Y casi sin darme cuenta y
por casualidad volví a encontrarme con tu mirada felina en un Madrid
taciturno que anochecía y que se negaba a dejar escapar el verano.
No hacía frío ni calor
pero tenerte cerca aumentaba al menos cinco grados mi temperatura
corporal. Al borde del delirio no había escapatoria posible y
Garriga* cantaba ya en mi cabeza acompasando versos de Benedetti. Mi
barbilla temblaba y ante mi incapacidad de generar ideas o temas de
conversación surgía la risa. Esa risa sana que nace en el estómago,
asediado por mariposas que revolotean como locas y hacen que se
muevan los músculos de la cara al compás de cada carcajada haciendo
temblar los cimientos de cualquier alma.
Y así, entre risas,
nostalgias vacacionales y versos que se tiraban desde los rascacielos
que nos rodeaban volví a sentir el miedo a reconocer que me habías
atrapado en un segundo. Otra vez tu nombre escrito en todas las
pintadas, otra vez tu nombre en las canciones, otra vez tú: etérea,
inaccesible y hermosa como una diosa griega. Quise congelar ese
momento para siempre, atraparlo como aquel niño que atrapó una
luciérnaga en un bote y pensó que había capturado una estrella.
Mantenerte intacta para que tu brillo nunca se apague, para sentir
siempre esa paz. Pero una vez más no lo conseguí.
No puedo evitar
cuestionarme las razones que han motivado este nuevo encuentro, las
excusas pasadas, el tiempo que no teníamos y que se nos escapaba de
las manos en cada suspiro. Me pregunto si habrás leído lo que
escribí de ti, si habrás intuido todas esas líneas que quemé en
algún papel y si alguna vez habrás pensado en mí como una
posibilidad factible de futuro.
Y por algún motivo que
no alcanzo comprender, en ti encuentro todas las respuestas a esas
preguntas que no hice y, cuando la ciudad me aturde y necesito
escapar, apareces rompiendo esquemas y moldes, pintando la ciudad con
melancolía y poemas tristes que en tu voz se tornan bellos. Es esa
belleza la que me hace no dar todo por perdido, no dejarme vencer.
Quizás sólo acudas al
pronunciar tu nombre, que navega siempre a la deriva en el agua que
encierra el subconsciente y que sólo este es capaz de nombrar. Hago
esfuerzos por retenerlo para que no se vaya, para que te quedes a mi
lado. Me cuesta mucho aceptar que tu mano y la mía no se hicieron
para descansar una encima de la otra.
Y así, mientras el Otoño
ya ha llegado, las primeras lluvias mojan las aceras y los adoquines
se van llenando de cadáveres, pienso en ti como en esa princesa que
espera en un Torreón mirando el mar y que en el fondo lo único que
desea es que nadie la encuentre nunca.
¿Tengo yo derecho acaso
a romper esa paz?
Dios que textazo, pero sobre todo que final ufff... Yo creo que ella si quiere que la encuentren, incluso me atrevería a decir que cada noche sueña con ello, lo que pasa es que cuando llevas tanto tiempo encerrada en un torreón, como ella lleve, es normal que sienta miedo a salir de aquel lugar seguro y en definitiva suyo... No se por lo menos eso es lo que yo pienso jejej
ResponderEliminarMe encanto leerte ;)
Tu sensibilidad te convierte en un hombre de gran calidad humana.Oski creo que tus textos te reflejan muy bien. Pienso que tus emociones tan puras son fruto de una vivencia de amor y enamoramiento tan profundos que hasta te duelen, incluso nos duelen cuando te leemos... ¿Sabías que la belleza también duele?...
ResponderEliminarUna entrada bellísima.
Un abrazo
HERMOSO!!!!
ResponderEliminarSi te ha hecho escribir un texto tan bello y sincero, valió la pena ;)
ResponderEliminarUn beso,
Yo
La frontera entre el necesitar ser rescatado y el querer ser olvidado es a menudo un borron en la mirada, una sonrisa de medio lado o un silencio...
ResponderEliminarY ante eso, a lo mejor vale la pena intentar rescatar el futuro antes de olvidar los pasados...
Cuídate.
"Me cuesta mucho aceptar que tu mano y la mía no se hicieron para descansar una encima de la otra."
ResponderEliminarQué bella alma tienes.
Besos
"(...)y ante mi incapacidad de generar ideas o temas de conversación surgía la risa. Esa risa sana que nace en el estómago, asediado por mariposas que revolotean como locas".
ResponderEliminarSimplemente sublime.
En tu línea, vaya.
Un saludo.
El derecho a romper la paz, aunque sea una paz "poco común" por decirlo de alguna manera, es algo muy difícil de ganar. Aunque quizá más grave sería perpetuarla eternamente en un bote de cristal...
ResponderEliminarUn abrazo!
Eclipse.
ResponderEliminarDicen que hay que tener cuidado al mirarlo pues puede dañar la vista, pero el eclipse que aquí tiene lugar dista mucho de dañarla, al contrario, la atrapa, la detiene como al tiempo en ese encuentro, su cercana presencia lo es todo.
Sencillamente maravilloso camarada
Un abrazo!!
"Que nada está escrito para siempre" No sé por qué me ha venido a la cabeza este verso de la canción de Ismael. No sé por qué...
ResponderEliminarEse misterio que posee lo desconocido. Esa atracción que nos permite inventar una historia que quizás no tenga nada de real. ¿O sí?
ResponderEliminar¡Un besote batatijo!
OOH que bonito y triste a la vez. Me he quedado asombrada..el último párrafo es genial "aquella princesa..."
ResponderEliminarrecuerdos!!
Ester
Es un bello texto, casi poético, como todos los que escribes. Pero me ha quedado una duda; es un texto simbólico, en el que la persona amada y a quien vuelves a encontrar en ese "Madrid taciturno que se negaba a dejar el verano" y de la que te despides mientras "los adoquines se van llenando de cadáveres" es el verano pasado, o es un texto real sobre una persona real.
ResponderEliminarPorque admite ambas interpretaciones.
Un abrazo.
¿Que nadie la encuentre nunca? ¡Pero si tiene que ser encontrada! ^^ Me ha encantado encontrarme con mariposas y luciérnagas!!! De hecho escribí ayer sobre mariposas en el mismo sentido que tú lo hiciste! :)
ResponderEliminarBueno, me mudé de tropiezos y trapecios para aquí y he leído los blog de tus amigos y son maravillosos, juntos o solos son especialmente maravillosos!!!
Buena pregunta. Supongo que nunca lo sabremos. Seguramente sí.
ResponderEliminarUn abrazo
Tan sólo basta una mirada, pero no una cualquiera , sino una de esas que te hacen olvidar el mundo, y el cielo y la tierra. Unas de las que borran todo signo de vida excepto el color de vuestros ojos. Una mirada de las que hablan, de las que aman. Si lo encuentras en sus ojos, quizà es el momento de encerraros en su torreón para nunca ser rescatados.
ResponderEliminarAunque, yo te echaría muchísimo de menos. Precioso, de principio a fín.
Un besazo enorme y gracias por hacerme sentir tan viva cuando te leo.
¡Por supuesto que tienes derecho! ¡Y hazlo con palabras como estas! :)
ResponderEliminarMe encantan los reencuentros. Tienen algo de nostalgia cálida, aunque llena de incertidumbre. y me encanta como lo has expresado.
Creo que los textos poèticos hay que dejarlos sin terminar, la realidad puede romper el hechizo.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Nadie espera que nunca lo encuentren... No para siempre.
ResponderEliminarMuaks!
Me guuusta :)
ResponderEliminarTe mando un saludo de color y magia amarilla!
Los nombres salvan, sí. Sin afán de parecer nominalista. Me gusta el texto y su ritmo, muy adecuado a lo contado.
ResponderEliminarUn saludo :)
Qué preciosidad de narración. Qué preciosidad de texto. Maravillada estoy y me quedo, otra vez.
ResponderEliminarMe gusta la palabra «reencuentro», normalmente se intuye alegría con ella o mejor, dicho, yo la puedo asociar a esa emoción pero, reconozco que también pueden haber reencuentros tristes :(
Saluditos.
Buenas tardes, Oski! He vuelto a volver por estos lares, que hacía ya mucho que no leía ni publicaba nada. Ya sabes, soy como el Guadiana. ;)
ResponderEliminarVeo que no pierdes la capacidad de transmitir en tus historias, eso es genial.
A colación de lo que has escrito, no puedo sino decirte que en el presentimiento puede encontrarse la respuesta a tus prguntas. Muchas veces, las corazonadas arrojan luz sobre nuestras incertidumbres, pero solemos despreciarlas, algo sin explicación alguna...
Ánimo con todo y un besete de pececillo.
Cada vez que voy a Madrid, me ocurre lo mismo, ya no se si es la ciudad o la compañía, pero me atrapa en un segundo y me encanta ese nerviosismo con risa que nace del estómago, me encanta intentar congelar el momento. Hace que me sienta viva,y por un instante, la persona que mejor y más ama en el mundo...
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