5 de noviembre de 2007

La despedida

Una mancha de vino en el mantel. Así se fue para siempre, fue su última seña, su último adiós.

Nació una tarde calurosa en Abril de 1915. Tenía tanta prisa por venir al mundo que no hubo tiempo de avisar a la matrona que tenía que desplazarse desde la capital a más de 30 kilómetros por lo que D. Benjamín el pastor que tenía una más que respetable experiencia ayudando a las ovejas y las vacas a parir, fue el designado para asistir el parto y fue la primera persona que sustuvo al pequeño entre sus brazos.

Creció feliz en el pueblo, todos conocían su caracter aventurero y rebelde. Apenas acudía a la escuela porque prefería irse a cazar pájaros con su tirachinas y a robar huevos de urraca, de nada servían los azotes que primero su padre y después la maestra le propinaban después de cada día de ausencia, porque según reconocía él mismo, una vez que uno se acostumbraba no eran tan malos como parecía.

Su padre agotados una vez todos los recursos que conocía para intentar hacer entrar en razón a su hijo se dió por vencido y se lo ofreció a D.Benjamín como aprendiz de pastor. Fue ejerciendo este oficio como pasó los siguientes años de su vida hasta que fue llamado a filas y tuvo que abandonar el pueblo para desplazarse a Salamanca. Corría el año 1936.

Cuatro meses después estalló la guerra civil y su compañía fue enviada a combatir al frente de Madrid. Pasó miedo, pasó hambre, sobrevivió a obuses que caían a su lado sin detonar, escuchó silbar las balas en sus oídos mientras muchos de sus compañeros caían inertes sobre el campo de batalla. Tres años de calamidades, más de tres años perdiendo amigos, familiares, compañeros, tres años lidiando con la muerte a cada suspiro.

Nunca pudo olvidar tanta desolación, tanta muerte, nunca consiguió borrar de su memoria los campos de Brunete, donde no podía avanzar sin pisar cadaveres. Jamás pudo olvidar tanto desastre y todas las noches, cuando dormía y todo se quedaba en calma se le aparecían los recuerdos de la guerra como fantasmas.

El 30 de marzo de 1939, dos días antes de terminar la guerra, su compañía comenzó a recoger el armamento y una granada estalló entre sus manos llevándose varios de sus dedos. Terminada la guerra volvió al pueblo, empezó de cero otra vez, aprendió el oficio de alfarero, se casó y tuvo hijos. Criarlos no fue nada fácil, no había oportunidades, no había dinero y apenas había comida. El tiempo que no pasaba elaborando vasijas lo pasaba labrando el campo y rezando a Dios para que ese año no se arruinara la cosecha y siempre hubiera pan sobre la mesa. No fue nada fácil teniendo una mano semi-mutilada pero consiguió salir adelante.

Sus hijos crecieron, abandonaron el pueblo en busca de una oportunidad y al cabo de los años lograron licenciarse en la universidad. Su padre no paró de trabajar durante ese tiempo para poder pagar sus estudios.

En el año 2004 falleció su mujer, con la que había pasado más de 60 años de su vida. La madre de sus hijos y su único amor. Él tenía 89 años y estaba demasiado mayor para quedarse sólo en el pueblo así que se trasladó a vivir con uno de sus hijos a Madrid.

Nunca llegó a comprender la forma de ser de la gente. Saludaba a todo el que se encontraba por la calle tal y como lo había estado haciendo toda su vida pero nadie le devolvía el saludo. Grupitos de jovenes se mofaban de él llamándolo viejo, carroza e incluso arrojándole objetos y por primera vez desde la guerra volvió a sentir miedo.

Un día cogió el metro para ir al hospital a pasar la ITV como él llamaba a sus revisiones periódicas, en el vagón plagado de gente se encontró un par de jovenes con actitud poco respetuosa. Escupían en el suelo, pintarrajeaban los cristales y apoyaban sus pies en el asiento. Huelga decir que ninguno de los jovenes cedió el sitio a nuestro hombre, el cual se mantenía de pie a duras penas ayudado por su bastón. Ignoró la actitud de los jovenes hasta que uno de ellos empezó a mofarse y reírse de él. Soportó que lo llamaran viejo, soportó que lo llamaran carroza, pero lo que no pudo soportar fue que lo llamaran hijo de puta. Mientras tanto el resto del vagón miraba al techo ignorando la escena.

Golpeó con el bastón a uno de los jovenes, el cual saltó loco de ira contra él y lo empujó. Nuestro hombre se cayó de espaldas, se golpeó contra el suelo y se fracturó la cadera. Dos pasajeros rompieron el silencio que hasta ese momento mantenían y corrieron a socorrer al anciano, otro de los pasajeros intentó retener a los gamberros pero lograron zafarse y se bajaron corriendo del vagón en la siguiente estación entre risas. La policía lo detuvo dos días después pero como era menor de edad en pocas horas estuvo otra vez en la calle.

Nuestro hombre tuvo que pasar los dos años siguientes con varios clavos en la cadera, apenas podía andar ya y sentía que lo que no habían conseguido las balas en la guerra lo había conseguido un chaval de menos de 18 años.

Sintió pena por el futuro que esperaba, sintió que se repetían otra vez los viejos errores y el fantasma del miedo apareció otra vez en escena. Perdió la fuerza en la mano y la copa que sostenía se estrelló contra la mesa. Mientras vivía sus últimos segundos toda su vida pasó ante sus ojos, intentó olvidar todo lo malo y supo que muy pronto en algún lugar estaría otra vez con la mujer de su vida, su último deseo fue que el gamberro que provocó la rotura de su cadera nunca, bajo ningún concepto llegara a ser presidente del gobierno porque estaba seguro de que ese sería el comienzo de otra guerra.

NOTA: Éste relato forma parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos". Se encuentra bajo una licencia © Creative Commons.


12 Comentarios:

  1. De sobra sabes que no me gusta comentar según el modelo habitual, y que lo que yo hago tiene más de dedicatoria y de divagación. Ahí va.
    Me he sentido implicada al leer este relato, tal vez porque he reconocido claramente de qué fuentes has bebido, quizás porque es una historia humana y cercana. Sabes plasmar la credibilidad a un relato fantástico y no perder el encanto cuando hablas de la simple realidad; vuelves lo que tocas menos vulgar y mucho más intenso. He sentido que estaba entre bandos enfrentados a las puertas de Madrid, he viajado en ese vagón de metro. Gracias por este pedacito de conciencia, por este recuerdo de humanidad que has hecho despertar; de nosotros depende evitar ese presagio de una guerra deshumanizada.
    Bien narrado y oportuno. ^^ Eres un as, cielo.

    Sandra

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  2. Un relato que captura.
    Y también entristece, por la realidad que cuenta... cuantos niñatos de esos hay sueltos por ahí...

    Gracias por sacar algo de la manchita de vino!

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  3. Hola Oski, siento pasar tan de tiempo en tiempo por aquí, pero bueno, aquí estoy hoy.:P
    Me gusta la historia, el principio un poco trabado, demasiados saltos temporales para mi gusto lineal, y el final, eso del presidente del gobierno como que no me pega mucho, pero bueno, será porque no me gustan los presidentes ni los gobiernos. Yo creo en la gente, y una mancha de vino en un mantel en forma de gamberro no me hará cambiar de opinión, a pesar de muchas cosas que se ven hoy en día, y es que mi vista siempre se dirige hacia lo bueno. Bueno, me voy campeón.
    Un abrazo enorme.

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  4. Crudo es el recuerdo de los tiempos pasados en lo que despertar cada mañana era el mejor de los sueños. El recuerdo de la guerra, no tan lejana como se quisiera, vaga aún por la memoria de nuestros progenitores y pasan a nosotros gracias a sus palabras.
    Estoy con Popi sobre el tema de lo del presidente del gobierno; para mí sobraba, pero es tu relato y sólo por eso debe ser respetado.
    Por todo lo demás debo quitarme el sombrero ante ti. Todo muy bien narrado.
    Un abrazo.

    Hell.

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  5. me gusta el principio
    me recuerda mucho al camino, de mi vecino Delibes. al final te dispersas un poco, y quizas este un poco saturado con el video del chimpancé peganiñas, pero el episodio del metro me rechina un poco.
    el caso es que de nuevo te felicito. bien hilado y mejor escrito.
    nos vemos!!

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  6. Un cuento encantador, que luego va derivando. No creo que sobre nada, solo que necesita más espacio aún para que todo encaje con más suavidad. Me encanta ese contratras y esa evolución mentras desarrollas la vida- historia del personaje.

    Debo ser un tanto extraño y sí que le encuetro lógica a lo del gamberro-presidente. Pero más aún ala gente que mira y no hace nada que es la que cosnigue que un gamberro llegue a presidente, y que la historia se repita depende más de la gente que deja hacer a los gamberros, creo yo.


    Un abrazo,

    Pedro.

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  7. Reconozcamos que es muy difícil relatar una vida en una historia breve. Luego de pasar una guerra y un hambre, el episodio que marca su vida es, sin ningún preámbulo, el incidente del metro. Quizá esa falta de preámbulo -ese devenir de los sucesos no explicado- junto con expresiones del tipo "Huelga decir que..." o "Nuestro hombre" o lo comentado de "llegara a ser presidente del gobierno" (cuando yo me muera supongo que no tendré en mente que nadie sea presidente del gobierno) personalmente me aleja de la historia y del personaje

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  8. Yo creo que el último deseo del protagonista se verá cumplido. Más que nada porque un personaje de esa calaña, jamás llegará a tener aspiraciones tan altas como la de ser el jefe del país...
    Como mucho, verá manchas y más manchas de vino (y no sólo en manteles), porque los que de crios son así... cuando crecen no creo que vayan a ser mejores... por desgracia.

    Gran relato, gran historia, gran persona, gran narración (muy pero que muy buena) y, ¿cómo no decirlo?, también gran Oski.

    Nota de la profe (hermanita): 11 sobre 10. Lo has bordao canijo!

    Mil besotes!!

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  9. Ya sé yo en qué historia te has inspirado. La verdad es que niñatos así hay a puñados, lo sabemos. Y también sabemos que la sabiduría de un anciano no es compatible con la incultura, desfachatez, tontería e inmadurez de un gamberro.

    Lo cierto es que sea anciano, niña extranjera, persona normal y corriente o lo que sea, se junta con un H.D.P. así, la mezcla no es buena.

    Yo, si pillo a alguien haciendo lo que le hacen al pobre hombre de tu historia, me meto! vaya que si me meto! a leches si hace falta...

    Ay que joderse con la peña de hoy en día. Si es lo que dice el anciano, sobrevive a la guerra y no a un pimpín gilipollas...

    En fin, que me ha gustado mucho tío, como siempre. Siento la parrafada que te he soltado jeje es que me ponen de los nervios estos temas. Que la vida es muy injusta y a los gamberros hay que colgarlos de la cuerda de tender de los cataplines!!!


    Un abrazo artista!

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  10. Es precioso. Yo me encuentro muy identificada por él en muchos aspectos...La impotencia ante la barbarie por ejemplo..la poca solidaridad del resto de los viajeros.

    El tema del parto (que era así en esos tiempos, la batalla de brunete, las fechas.. ¡IMPECABLE!.

    P.D. ME RECUERDA MUCHO COSAS QUE ME CONTÓ UN DÍA MI PADRE...

    besitos. :O

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  11. La guerra, la puñetera guerra que disfruta a costa de la humanidad su propia existencia. De una parte de la humanidad, de esa parte peor que ignorante patética que se cree dueña del universo y que huye al sonido del cañón. Frente a ella la vida, la que representa aquel anciano. 89 años llenos de ella y 18 que aún no saben lo que es. Lo malo es que el tiempo no da marcha atrás y es lamentable no apreciar la extraordinaria belleza de un instante de vida. Y tu historia es un ejemplo de ella.
    Yo tambien ando de despedida. Animo ehh?? Un abrazo!

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  12. Me ha gustado mucho, pero también me ha encogido el corazón...

    Cuanta gente hay así por el mundo, y a veces pagan justos por pecadores... Ainsss...

    Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

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