El pastel estaba en el horno. Su olor empezaba a subir por las escaleras impregnando cada rincón de la casa. Era el olor del hogar, ese olor que tanto se echa de menos cuando viajas lejos, y que tanto echo de menos ahora.
Recuerdo que me encantaba mirar por la ventana, me pasaba horas viendo pasar los coches y la gente, observando y anotando mentalmente cualquier novedad. No había detalle que se escapara, si habían cambiado el rótulo de algún comercio, rápidamente me daba cuenta. Era mi calle y la conocía como la palma de mi mano.
Sin embargo el tiempo ha pasado. Una mudanza convirtió esos momentos en tan sólo un recuerdo alojado en mi memoria y ahora, en mi nueva casa, apenas descorro la cortina que cubre la ventana, intentando quizás permanecer oculto en el anonimato que esa tela blanca me ofrece, como un hombre invisible al que nadie puede ver.
Tu voz al otro lado del teléfono no consigue inundar estas paredes. Hace muchos años que te perdí de vista y sin embargo, podría dibujar tu rostro en cualquier momento. A diario espero que aparezcas en el espejo, detrás de mi, disimulando para intentar sorprenderme abrazándome por detrás. No sabes la de desilusiones que me he llevado al girarme y comprobar que sólo el aire acariciaba mi espalda, que todo era una quimera fruto de la soledad.
Tuve que aprender a vivir de cero, como un recién nacido al que abandonan a su suerte. Tuve que aprender a olvidarte.
Pero olvidar no se enseña en el colegio, así que me sentí como un filósofo entre ecuaciones, rodeado de números incomprensibles e inexplicables a los que intentas dar un argumento que contenga su razón de ser.
Aunque lo intenté una y otra vez, nunca conseguí hacerlo, nunca conseguí borrar las huellas que dejaste en mi alma y nunca has salido de mi vida.
Por eso, cada vez que pienso en la distancia que nos separa un nudo se forma en mi garganta, intento no pensar en esos tiempos en que corríamos agarrados de la mano y en los que nuestra única preocupación era si habría pescado para cenar.
Hoy hay otro tipo de fantasmas, otro tipo de problemas. Y tú no estás aquí para hacer aviones de papel conmigo. Ni para leer cuentos debajo de la manta.
Me preocupa pensar que te quedaste agazapada en un rincón, olvidada y condenada al olvido. Sabiendo que no disfrutaste ni viviste todo lo que te hubiera gustado. Que hubo muchos que se empeñaron en golpearte y en amargarte la existencia cada día.
Quizás en esos momentos debí ofrecerte mi mano, cogerte y llevarte siempre conmigo. Pero la vida me alejó de ti, del olor a pastel recién horneado y de las vistas que había desde mi ventana.
Todavía no he podido olvidarte, mi querida infancia…
NOTA: Este relato forma parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos". Se encuentra bajo una licencia Creative Commons©"
Estoy participando en el concurso 20 blogs, categoría "Mejor blog personal", que organiza el diario "20 minutos". Para votarme pincha aquí. Gracias
Las últimas tres palabras me matan (en el buen sentido, claro). Cuando yo pensaba que el protagonista habla todo el rato de un amor perdido (aunque en cierto modo también es así), al final del escrito se me trastoca todo porque en realidad habla de él mismo, de lo que fue y ya no es o, mejor dicho, de que lo él cree que ya no quedan rastros en su vida.
ResponderEliminarAlgún día aprenderá a buscar bien y dará con esa parte de niño que todos llevamos dentro y que nunca muere ni desaparece...
Bueno, ahora llamo a mi contacto Portuario (se llama así, del apellido no me acuerdo) para que te mande la flota de submarinos ;)
Un besazo y todos los aplausos que quieras (y los que no quieras también).
Me ha gustado muchísimo y el párrafo en el que dices: "Pero olvidar no se enseña en el colegio, así que me sentí como un filósofo entre ecuaciones, rodeado de números incomprensibles e inexplicables a los que intentas dar un argumento que contenga su razón de ser." Podría seleccionar muchos más, porque todos me han parecido estupendos. Incluso la imagen elegida invita a soñar con la infancia que dejamos atrás, es como la ventana de Wendy por la que Peter Pan entró en su vida.
ResponderEliminarDe verdad, no sé qué decir salvo que me ha entusiasmado. ¡Enhorabuena!
enhorabuena por tus cuentos... yo tambien compito en tu categoría, así que suerte! ;)
ResponderEliminarNostalgia,lo que llamaria en otras circunstancias el pasado que recorre mi mente mientras te leo,ahora lo llamo presente.Porque tu historia aunque parezca hablar de ese pasado es todo lo contrario.Es esa infancia que se niega a marchar.El vacío que deja la mudanza nunca fue tal porque le recibió nada más pisar aquella calle.Y a través de su pensamiento nos dice que el tiempo pasa,pero ella no.
ResponderEliminarEl final pone un broche sorprendente y entrañable a un gran relato.
La infancia,ese pastel con sabor a eternidad
Un abrazo killo!
Agradezco mucho tu comentario. Disculpa mi tardanza en contestar. Lindo relato.
ResponderEliminarPrometo volver.
Un abrazo ;)
Nadie puede olvidar su infancia, ni la adolescencia...porque simplemente, no podemos olvidar el pasado.
ResponderEliminarSin embargo no creo que sea tan ... trágico todo. Se añoran cosas, claro que si, pero se ganan otras muchas con la edad y la madurez.
Me ha gustado pequeño buda, pero yo le habría quitado ese ...toque...de tristeza. Estamos vivos ¿no? Pues eso.
Un abrazo
Pues seco me has dejado, pensando que estabas hablandod e un corazón partido y estabas hablando de uno melancólico. Precisamente esa melancolía, esa tristeza profunda es lo que mejor has sabido transmitir en este relato. Para mi gusto es muy bueno, aunque el giro final es un tanto apresurado, no le resta calidad a ese tono tan bueno que has conseguido.
ResponderEliminarUn abrazo compañero,
Pedro.
No sabes lo que me ha gustado... La infancia, cuando nada preocupaba nada. Me he sentido al leerlo como cuando de repente te viene un olor o un sonido que te recuerda a algo lejano pero no sabes exactamente a que asociarlo...
ResponderEliminarUn beso Oski!
Oski, sin duda alguna un bello relato. La vida es así, cuando vivimos la felicidad, ni siquiera lo sabemos, tenemos que no poseerla para saberlo.
ResponderEliminarUn saludos y gracias por tu visita, un buen blog personal :-)
Me ha encantado este relato, sabes quizas por esa razon yo aun visito ese Pais de Nunca Jamas, para no olvidarme de mi infancia y que quede aun dentro de mi un poquito de ingenuidad de aquella etapa.
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi eclipse y por tu precioso comentario.
Alli siempre tendras un rinconcito entre las estrellas por si decides regresar.
Me alegra haber descubierto tu blog, gracias por darme esa oportunidad.
Un besito y una estrella.
Mar
SUERTE!!!
hola! gracias por pasar! en el texto de hoy veras las palabras que me dejaste
ResponderEliminaryo estoy concursando en la categoria ficcion, si te gusta lo escribo podes dejarme tu voto :)
yo ya vote en tu categoria!
abrazo
y bienvenido al barrio
Eii tio me he metido a hojear tu blog un par de veces y me cuesta reconocerlo pero... me ha gustado bastante.
ResponderEliminarPasate un dia de estos por el mio, no hay fotos ni fans, pero no puedo tenerlo todo en esta vida.
Nos vemos un dia de estos.
PD: ya te he votado para el 20 minutos
Genial tu blog,
ResponderEliminarGracias por apoyarme con tu comentario. Cala más la vida que el agua lo digo porque ahora parece que lo unico importante es la Crisis "económica" y realmente cala más la vida que el agua.
Espero que a esa conclusión llegases despues de darle vueltas. Si no es así, hazmelo saber !
Un saludo!
Hola!
ResponderEliminarMuchas gracias por visitarme. Como ves, te devuelvo la visita muy gustosamente.
Supongo que este post tuyo es, en parte, fruto de la melancolía que nos invade al llegar el otoño, con su frío y la caída de las hojas.
Tal vez sea que nos hacemos mayores y buscamos desesperadamente la cinta para atar el tiempo...
Un placer haber pasado por aquí. Volveré.