En la chimenea crepitaban las llamas mientras un madero de gran tamaño ardía emitiendo pequeños chasquidos. La luz tenue bañaba cálidamente la estancia e iluminaba casi solemnemente a un anciano que se mecía plácidamente en un sofá.
Un niño, de ojos negros pequeños y pelo desaliñado, entró y se sentó en el suelo junto a él, observándolo con atención.
El anciano carraspeó un par de veces:
-Bien, has llegado a tiempo mi pequeño amigo —dijo a la vez que acariciaba el pelo del muchacho.
-¿Qué historia vas a contarme hoy? —abrió todo lo que pudo sus pequeños ojos buscando la mirada del cuentacuentos.
-Ahora mismo lo sabrás, no seas impaciente —dirigió una sonrisa al niño.
Se levantó con cuidado y caminó por la habitación, se detuvo ante una estantería y comenzó a recorrer con sus dedos los lomos de los libros que allí reposaban. Se detuvo en uno encuadernado en cuero envejecido y lo cogió. Acarició su portada y lo abrió ojeándolo con cuidado, después volvió a dirigirse al sofá y colocó el libro entre sus piernas. Dirigió una sonrisa al niño.
El viejo acarició su perilla dudando, rebuscó en las páginas de su libro, encontró la que estaba buscando, emitió un pequeño resoplido de alivio y empezó su narración:
Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, cuando el mundo no era tal y como lo conocemos ahora, un hombre llamado “Burt” vagaba de pueblo en pueblo narrando historias.
Sólo era un loco para algunos, pero un hombre sólo al fin y al cabo, despreciado por la mayoría por su aspecto desaliñado, jorobado y para que negarlo, algo feo. Sin embargo tenía el don de la palabra y conseguía encandilar a cuantos lo escuchaban, haciéndolos embarcar en viajes inimaginables donde el único limite era la imaginación de cada cual.
Cada noche se reunía en las plazas de los diversos sitios que visitaba. Lograba reunir a una buena cantidad de gente que, una vez comenzada su exposición, se sumían en el más profundo de los silencios y las atenciones. Nada enturbiaba sus palabras, ni siquiera los grillos parecían cantar.
Una vez terminada su historia, la gente aplaudía y se iban deprisa inventando excusas para no llenar de monedas el sombrero del cuentacuentos.
Al final, siempre se quedaba sólo en la plaza, condenado a un olvido del que nadie parecía darse cuenta. Pasaba toda la noche escribiendo una nueva historia para poder contarla al día siguiente, después dormía al raso y partía hacia otra ciudad, esa vida errante era lo único que lo mantenía con fuerzas.
Nueva ciudad, nueva historia, aunque a veces echaba de menos tener un amigo o alguien a quien poder contarle sus propias vivencias, sin personajes de por medio, sin fantasías, porque al fin y al cabo todos tenemos un cuento propio aunque a veces lo llamemos vida.
Lo que Burt no sabía es que muchas personas pasaban horas y horas esperando su llegada, guardando el mejor sitio para no perder ni una palabra de las que contaba. Algo que lo caracterizaba era que sólo narraba joyas vitalistas, auténticos elixires contra la derrota, palabras que levantaban el ánimo de cualquiera que las escuchara. Llegó un momento en que Burt empezó a formar parte de la vida de muchas personas sin que éste fuera consciente.
Era esa extraña vitalidad en él, quizás acuciada por su maltrecha forma de vida, lo que daba una magia especial a los relatos, relatos que creían en la utopía, en los sueños, relatos optimistas que llenarían a cualquiera. Sin desamores, sin muerte, sin crueldad, sin torturas…
Al fin y al cabo lo que Burt narraba era la vida que le gustaría tener, camuflada siempre en sus personajes, pero indiscutiblemente la que deseaba.
Los cuentacuentos también derraman lágrimas cuando ven que sus historias son sólo eso, historias, así que mientras conseguía animar a todo aquel que lo escuchase él se iba muriendo poco a poco por dentro. Dejando una parte única de su alma en cada relato. Un alma pura, repartida entre el público en mil pedazos.
Y cuando la llama de la derrota asomaba en los ojos de Burt, fueron otros los que lo salvaron. Una muchacha, la más bella de cuantas hubieron escuchado nunca sus historias lo atendía ensimismada. Su última moraleja: “Quien tiene un amigo tiene un tesoro”, fue quizás lo que la hizo decidirse a hablar con él tras finalizar el relato y que todos abandonaran el lugar como de costumbre.
Para Burt fue una sensación extraña y reconfortante, alguien se dignaba por fin a dirigirle la palabra, a mirarle a los ojos, gastados por la experiencia y sin ganas de creer en nada.
Burt creía que su fealdad acabaría espantando a la chica, pero no fue así y la chica siguió acudiendo noche tras noche a sus actuaciones, siguiéndolo de pueblo en pueblo, como haría una auténtica amante de sus trabajos. Veía algo especial en él, lograba traspasar la capa superficial y ver más adentro.
La miraba con desconfianza y cierto recelo, intentando encontrar en el ácido de sus palabras la profundidad de su alma. Pero le resultaba imposible. Aquella chica estaba vacía por dentro, justo lo contrario a él, que se encontraba vacío por fuera pero lleno por dentro.
Sentía que al contar sus historias aquella chica volvía a sonreír, y si la miraba fijamente entre el público, podía contemplar como su expresión empezaba a llenarse de una ligera alegría.
Pasaron los meses y ella seguía acudiendo puntual a sus actuaciones, da igual lo lejos que fuera, siempre la encontraba sonriendo entre el público dispuesta a escuchar. Dispuesta a formar parte de cada relato, a convertirse en un nuevo personaje.
Burt siguió contando sus historias y la muchacha siguió sus pasos allá por donde iba. Eran una pareja algo extraña pero se complementaban. Ella llenaba sus historias con su presencia, él la llenaba a ella con las mismas. Era un tira y afloja bastante peculiar y ambos fueron felices así durante mucho tiempo.
Se cuenta que cuando se hicieron viejos, ambos se embarcaron en un buque llamado “Optimismo” y jamás regresaron. La gente pronto olvidó a Burt pero jamás olvidaron sus historias, hubo gente que quiso imitarle y desde ese día muchos chicos se echaron a la calle a contar sus propias historias, a intentar captar la atención del público. Burt fue el primer cuentacuentos, aunque él nunca lo supo. Sin embargo muchos esperaron en la orilla a que regresara, imitando a Penélope.
El anciano cerró su libro y miró al muchacho que lo observaba con la boca abierta.
-¿Por qué Burt era tan feo? —preguntó inquisidoramente el chico.
- Porque un alma pura puede corromperse cuando vive en un cuerpo bello —contestó sabiamente el hombre.
Después se levantó, acarició en la cabeza al muchacho y salió dejando en el sillón su libro. El chico se levantó y mirando a todos lados para ver si alguien lo observaba lo abrió, pasó las páginas a uno y otro lado y no encontró nada. El libro estaba vacío.
Y es que no hacían falta palabras escritas, el niño llenaba las historias del anciano con sólo escucharlas y a la vez el anciano dejaba parte de su alma en el muchacho. Un todo por el todo.
El chico cerró el libro y se fue a dormir aún confundido. Esa noche soñó que estaba en un muelle, acababa de atracar un barco en él, llevaba por nombre “Optimismo”.
NOTA: A Mun, porque a veces me ha dado las fuerzas necesarias para seguir aquí al pie del cañón. Te debía un relato compañera, espero haber estado a la altura. Este relato te pertenece, así que te cedo los derechos para que hagas con él lo que más desees. Un abrazo, que tu llama nunca se apague.
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1 de diciembre de 2008
Un alma pura...
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O_O
ResponderEliminarNo sé qué comentar. Deberías ver la cara que tengo para que lo entiendas.
Joder...
Un besote,
Mun
¡GRACIAS, MUN!
ResponderEliminar;)
Ella lo merece.
ResponderEliminarY tú también mereces lo mejor genio
Sobre el texto ya te lo dije,pero lo que te repito ahora es que ni se te ocurra dejar de escribir!
Asomate a ese balcón y conquista el universo!!
Un abrazo fuerte,podremos!
Me ha encantado esta historia tan tierna. Me has emocionado. Gracias.
ResponderEliminarQue hermosura este relato Oski!
ResponderEliminarEl cuentacuento tenía a esa joven, y nosotros nos tenemos entre nosotros. No te parece?
Siempre que hay algo para ofrecer, hay alguien que lo necesita aunque no lo sepamos...
En todas tus historias se puede leer entre líneas y allí hay mas historias escondidas...
Y me voy a conocer a Mun, porque si le has hecho este regalo debe ser alguien realmente especial.
Besos
Buahhhhh!
ResponderEliminarQue bueno. Me ha gustado un montón!!!
Sigue así, da gusto leerte.
Un saludo
Bonito relato :)... solo un pequeño inciso... mmm estás seguro de que se complementaban??? A mí me gusta más cuando dos personas se completan...
ResponderEliminarun beso!
Qué bonito parece leerlo.. pero qué triste si te medes dentro del personaje, y te das cuenta de que, en parte.. te sientes identificado.
ResponderEliminar;) Sigue escribiendo
Corrige *medes por *metes.. :p Que lo vuelvo a leer, y me di cuenta de ese pequeño error..
ResponderEliminarNo sabía que te gustaba Ismael Serrano.. ¡¡Menuda sorpresa encontrar un trocito suyo!! :)
Te agrego a los favoritos, para seguir leyendote un poco más.. :)
Pues aquí queda un comentario que dejo con total libertad (si ignoramos al mono que me está apuntando con una pistola) y con el cual quiero hacer llegar mi admiración por este relato que ha escrito Oscar y el cual me ha encantado (si, y eso que no lo he leido), y que si no comento, pues el mono dispara y a ver, no tengo ganas de manchar el portatil.
ResponderEliminarAle, ya está, ¿soy libre?
P.D. Oski, mi niñoo...que eres un crack, ya lo sabes, que me gusta mucho este relato, que lo leí antes de que estuviese aquí publicado, y que sabes mi opinión sobre él. Me gusta como escribes ,lo haces muy bien, y el día que seas famoso venderé nuestras fotos para hacerme rica (juas juas juas)
Un hug!
Muy bonito relato. Supongo que los artistas de verdad, los verdaderos cuentacuentos no necesitan letras impresas en las páginas de un libro. Les basta con la mirada curiosa de un niño.
ResponderEliminarUn saludo
pero las llamas no siempre resisten al paso del tiempo....
ResponderEliminara las llamas las agarra la lluvia y puede que no queden rastros de ella...
puede que mi llama se deshaga al otro lado del océano
un beso
Tenemos un blog de cuentos por si quieres participar
ResponderEliminarhttp://100cuentos.blogspot.com/