¿Se pueden perder las ganas de vivir? Quizás debiéramos preguntárselo al hombre de traje ajado que se encuentra agarrado a la parte exterior de una barandilla en lo alto de un puente.
Su mirada vacía se pierde hacia el infinito. Escucha el rumor de las aguas que fluyen bajo sus pies y piensa. Lo peor que puede hacer un suicida es un momento tan delicado es pensar.
¿Saltar o no saltar? Le acosan las dudas, los remordimientos le carcomen por dentro. Ya no queda nada. Lo ha perdido todo, o al menos, todas las ganas de esperar que el rumbo de su vida cambie.
Una relación marchita, una familia que nunca ha sabido comprenderle y otra amiga que no ha querido traspasar la frontera de la amistad con él, quizás por miedo o porque no merecía la pena. Se decanta a pensar que es por la segunda, la primera sólo sirve para consolarlo. Pero no hay consuelo posible ni sonrisa capaz de reconfortar su alma.
Sigue con la mirada clavada en el infinito y suelta una de sus manos. Traga saliva y empieza a aflojar la fuerza de la otra hasta que un grito le hace volver a agarrarse. El ruido ha sonado por su izquierda. Parece que la suerte le depara una sorpresa y tiene compañía.
Acercándose con cuidado hacia su posición, caminando paso a paso por la ligera cornisa y agarrada también a la barandilla por el exterior, se acerca una figura que en la oscuridad parece ser una mujer. La luz ilumina su rostro, manchado y con marcas de lo que antes era maquillaje.
De repente sus miradas se cruzan y ambos se sorprenden apartando la vista inmediatamente. La extraña visitante casi resbala y cierra sus manos para asegurar el punto de apoyo.
Este encuentro no era esperado por ninguno. Tener compañía cuando piensas acabar con todo es sin duda una curiosa broma del destino, o la última mano que la suerte te tiende. Ambos decidieron agarrarse a esta idea y se acercaron.
Comenzaron a hablar, nunca sabremos muy bien de que. Pues en esos momentos de máxima tensión las palabras se las lleva el viento y lo único importante es sentirse acompañado.
Dos vidas que hasta ese momento no se conocían de nada ahora cruzan sus caminos en lo que parece ser el final. ¿Otra anécdota sin más? El caso es que el vacío desaparece y por un momento son todo el uno para el otro. Al fin y al cabo, si deciden saltar, lo último que verán será a ellos mismos.
Diez minutos más en aquel puente, diez minutos más de conversación y la idea ya no les parece tan buena. La altura parece demasiada y no hay ganas de convertirse en tortilla.
Se vuelven a mirar, ambos sonríen y piensan que son estúpidos por tan vergonzosa situación.
Al final él se anima y habla:
—¿Saltamos?
Silencio, uno, dos, tres, cuatro, segundos. Pasan.
—Ni de coña responden al unísono —con cuidado pasan la barandilla hacia el interior y vuelven hacia la comodidad firme y amplia de la acera.
Se abrazan. Se dan la mano y se alejan sonriendo. Lo que parecía su último día se ha convertido en el comienzo de ¿una amistad? Quizás…
A 400 Km. de allí, en otro puente y otra ciudad distintos un hombre salta al vacío con los brazos abiertos. El golpe contra el agua es tan brutal que impresiona a una mujer que se estaba acercando lentamente hacia él y que tenía sus mismas intenciones.
La escena ha borrado de su mente todas las ganas y vuelve a pasar al lado seguro de la valla. Sólo se lamenta de no haber llegado a tiempo para decirle si saltaban juntos, a lo mejor él hubiera contestado aquello de: “Ni de coña”.
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4 de febrero de 2009
Abrazos en el último suspiro
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Saltar o no saltar....
ResponderEliminarNo sé si un abrazo en el momento de lanzarte al vacío cambia algo o no. Si estas seguro de que quieres acabar con tu vida, nada ni nadie puede frenar eso. Pero si hay dudas, un abrazo puede sacarte del abismo seguro.
De todas formas,eso de suicidarse es un riesgo, porque si se hace bien no vives más, y no es algo que merezca la pena.
Un hug nene, y no mates a gente en tus historias, que a este paso diezmarás la población!!
xD
P.D. Me ha gustado, que lo sepas.Y que conste que no tengo a ningún koala con ballesta hoy.
Supongo que soy la misma "fiel lectora" de dramas de siempre, pero bueno... a mí me gusta verlo desde mi perspectiva y pensar que muchas veces es necesario caer una vez tras otra, bajar hasta la parte más profunda del pozo y pasarlo realmente mal para que, después justo antes de "saltar" se pueda dar con una pequeña razón para no hacerlo y que con el tiempo, tal vez, esa razón siga creciendo, y creciendo, y creciendo...
ResponderEliminarP.D. Nunca había visto concecido un deseo tan pronto. Supongo que porque otras veces no tenían nada que ver contigo... ;)
Eres un puñetero CRACK, canijo. Aunque lo de ser "puñetero" lo has aprendido de mí... jaja. A ver si aprendo yo lo de crack ;)
Un besiño!!!!
Me ha gustado mucho el detallismo con el que has descrito los pensamientos y sentimientos del suicida. El lector puede empatizar con él fácilmente. Sn embargo, expresiones como "hacerse tortilla" rompen un poco el tono de la narración.
ResponderEliminarLo que considero que es mejorable es la historia. No te enfades. Los suicidas que se arrepienten en último momento porque se encuentran entre ellos es muy muy tópico y lacrimógeno. Tú tienes un talento y una calidad para ir más allá de ese tipo de clichés ;)
Y es cierto, no hay nada incventado ya. Pero un artista como tú sabe cómo hacer suya una historia ya contada ;)
Muchos besos vivos,
Mun
Es así Oski, una delgada línea que puedes cruzar o no.
ResponderEliminarMi abuela decía algo como "nadie muere en la víspera" y yo creo que es así, cada quien tiene su momento para cruzar la delgada línea y a veces cuando se cree que es el finál solo es el principio.
Besos
Perder las ganas de vivir es una absoluta muestra de cobardía, pero no cobardía de la que no nos deja volar cuando todo en el cielo nos anima a hacerlo, sino cobardía de la dañina, de la que no trae nada más que el sufrimiento de nuestros seres queridos.
ResponderEliminarSiempre hay cosas por las que luchar, aunque sean mínimas, y si hay un velo sobre nuestros ojos que nos impida verlas lo mejor será esperar al día siguiente, en el que seguro lucirá el sol. ¿Quién puede dejar de tener curiosidad pordescubrir cada una de las sorpresas que le aguardan en el sendero de sus días? Aunque sean malas. Todas merecen la pena, porque forman parte de la vida.
Me alegro de que el suicida de tu relato se lo pensara mejor antes de saltar...
Un abrazo.
¡Ni de coña!, Oski, ¡ni de coña!
ResponderEliminarUn saludo
Tenemos la eternidad para estar muertos... disfrutemos al menos de los dos segundos que dura la vida.
ResponderEliminarVolveré con mejor comentario quillo, que ando recién llegado de las tinieblas ;)
ResponderEliminarPero ésto no puede esperar,
¡¡¡FELICIDADES!!!
Tus textos son como la luna atrapada en la pupila, se leen y permanecen, como el eco de una canción que tardase en apagarse.
Bueno tú atrapa estos culines \=/ \=/ que días como este solo se dan una vez al año y hay que celebrarlo!! Muchísimas felicidades amigo mio y a disfrutar de un magnífico día y de un fantástico finde!!
Un abrazo fuerte