Madrid, 16 de Abril de
2013.
Querida Laura,
La primavera ya despunta
en el horizonte y sacamos las camisetas del armario, el frío se bate
en retirada y ya se oyen las risas y el corretear de niños atrapados
en sus juegos debajo de nuestra ventana. Las paredes de este pequeño
piso, que han sido testigos mudos de nuestro amor podrían contar
historias si alguien se detuviera a escuchar. Durante años esta casa
ha sido un paraíso compartido de sesenta metros cuadrados.
¿Recuerdas cuando
llegamos? No teníamos dinero para muebles y ni siquiera teníamos
cama. Un colchón en el suelo nos servía de cobijo, de hospital para
las dudas, de principio y fin de todas esas cosas que empezaban en tu
espalda. Entre caricias imaginábamos futuros y apagábamos el mundo
cada noche.
Poco a poco fuimos
construyendo un hogar. Primero una mesa, después el sofá. Alguna
foto nuestra en la pared y la ilusión de que todo eso era nuestro,
nuestro pequeño sueño y proyecto de vida. Nuestro eclipse de
miradas y futuros compartidos.
Llenamos de vida cada
rincón: una planta por aquí, una figura por allá, un cuadro en una
alcayata. Poco a poco el piso se vestía y casi nos sonreía.
Tardamos tiempo en amueblarlo porque todo nuestro sueldo se iba en
comer y en la hipoteca. Nos pasábamos el día trabajando, sin tiempo
para vernos, pero poder dormir a tu lado cada noche en nuestra casa
era para mí el motor de todo.
Pero todo lo bueno
termina. Primero nos bajaron el sueldo y aguantamos estoicamente. Nos
costaba pagar todas las facturas y empezamos a recortar de aquí y
allá. Después a mi me despidieron y a ti te impusieron trabajar
todos los festivos. Aparte de no llegar a fin de mes no teníamos
tiempo de vernos y cada noche llegabas tan agotada que te derrumbabas
al primer beso. Un mes después te echaron a ti también.
Agotamos la prestación
por desempleo mientras buscábamos por todos lados trabajo. Primero
de lo nuestro, después de cualquier cosa. Irónico que antes no nos
viéramos por el empleo y ahora no nos viéramos por la ausencia de
él. Tocamos puertas y pedimos casi de rodillas pero “la cosa está
difícil” era la frase que más escuchábamos.
Supongo que nuestro humor
cambió a medida que se nos terminaba el dinero y empezamos a darnos
cuenta de que nuestro castillo de ilusiones empezaba a desmoronarse,
todo el tiempo invertido, todas las esperanzas compartidas se iban a
pique. Cuando pagábamos a tiempo los recibos nunca recibimos una
carta del banco que dijera “Sr. Pérez, le felicitamos por pagar
puntualmente su hipoteca” y sin embargo cuando dejamos de pagarla
no tardaron ni dos días en mandarnos la primera reclamación de
pago.
Y al tiempo que vivíamos
ese infierno y las facturas se acumulaban, los políticos
despotricaban en la televisión sobre el tren de vida que habíamos
llevado, echando la culpa a los mismos ciudadanos que un día les
dieron el poder. Pero tú y yo cariño sabemos que no existen
sistemas que fracasan, hay políticos que no saben hacer bien su
trabajo.
El día que aquel juez
ordenó el desahucio, tú ya no pudiste soportarlo y saltaste al
vacío y a alguna columna de algún diario. Me hubiera gustado
decirte que te amaba y que no importaba nada más, que pasara lo que
pasara estaríamos juntos, que todo iba a salir bien; pero cuando
quise hacerlo tú ya te habías marchado para siempre.
Están llamando a la
puerta. Van a profanar este templo que ambos construimos donde adoré
tu risa como religión. Van a borrar de un plumazo todo lo que fuimos
mientras las paredes y los techos se llenarán de telarañas y no
pronunciarán nunca más nuestros nombres.
Es difícil aceptar que
somos los hijos de una mentira. Que todo el futuro que nos vendieron
era una estafa y que mientras cientos de personas se quedan en la
calle, otros jamás han conocido la necesidad.
Necesitaba escribirte
hoy, para agarrarme a tu recuerdo como última certeza. Para decirte
que un día fuimos felices y tuvimos sueños. Para decirte que la
culpa no fue tuya, que hicimos lo que pudimos. Para recordar esa
sonrisa que me llenaba de vida antes de que otros te la robaran.
Ellos te empujaron. Ellos deberían pagar.
Y no estás y la vida
pesa. Los sueños que un día rozamos ahora se desvanecen en el
tiempo, mientras pasamos a ser sólo nombres apuntados en una lista y
dejamos de ser personas.
Por siempre tuyo.
Fran
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Carta hallada junto al
cuerpo inerte de Francisco Pérez, que fue encontrado muerto en el pasillo de
su domicilio cuando se ejecutaba el desahucio de su vivienda. En su
otra mano sostenía un bote vacío de barbitúricos. Días antes su pareja sentimental, Laura Gómez se había suicidado saltando al vacío desde un cuarto piso.
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Imagen: "Despedida" by Sasiita
NOTA: Éste relato tan sólo tiene la intención de concienciar sobre el problema de los desahucios en España. Para más información: Stop Desahucios. Una triste realidad que afecta cada día a más personas, como tú o como yo, que no vivieron por encima de sus posibilidades, tan sólo tuvieron sueños y planes de futuro
NOVEDADES 1: Sigue colgado en youtube el vídeo de nuestro primer recital "Se llamaba Pandora", si todavía no lo has visto estás a tiempo, pulsa aquí. En el blog oficial estamos publicando el epílogo que cierra finalmente la historia.
NOVEDADES 2: Desde hace unas semanas estoy actualizando este blog todos los miércoles.
Una preciosa y triste entrada Oski. Parece ser que los que queremos concienciar no tienen conciencia y el pueblo está sufriendo lo indecible a costa de politicas injustas y legislaciones retrógadas...¿Hasta cuando?...
ResponderEliminarUn abrazo
Son ellos quienes crearon la burbuja inmobiliaria, y son ellos quienes gobiernan arrodillados ante los bancos. Y aun así tratan de convencernos de que la culpa es nuestra, y si protestamos, que los nazis somos nosotros.
ResponderEliminarUn texto muy duro y muy necesario.
Un abrazo!
Lo más cachondo es que, aunque sea ficticio, esto le ha pasado a más de uno. Y más que pasará. Y con finales muy feos.
ResponderEliminarUn beso,
Luna
Un relato muy triste Oski y más sabiendo que es la realidad que sufren hoy muchos Españoles y todo por culpa de unos politicos corruptos a los que les importa un carajo la ciudadania.¿Hasta cuando sera esto el pan de cada día?Un placer leerte amigo,besitos
ResponderEliminarJoe quiero leer algo más alegre eh, nada nada, nos vamos a cabrear todos como no sonrías más!
ResponderEliminarDiría algo, pero sólo serían palabras vacías.
ResponderEliminarGran relato. Gracias Oski.
Cuídate.
Increíble relato, tristemente la realidad supera en mucho a la ficción...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=T0upnAY0D4I
Supongo que la conocerás pero no está de mas volver a recordar.
Es un relato precioso y estremecedor, que refleja la crudeza de la realidad en contraste con las grandes dosis de ternura de esa carta.
ResponderEliminarMe has dejado con las b.... en la garganta, no sé qué decir.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Esta claro que no podemos mirar hacia otro lado, que esto no solo es real, sino que esta pasando en multitud de lugares en nuestro pais y hay que frenarlo ya..
ResponderEliminarMe encanta. Es que no hay más. Eres tan claro... no sobra ni una palabra en tus textos, son las palabras exactas para hacernos sentir y entender a los que te leemos. Un fuerte abrazo desde El ruido que deja el silencio.
ResponderEliminarMarina.
Hola!! Acabamos de encontrar tu blog y te seguimos desde ahora! :D Ojalá que también te guste nuestro espacio!! Un abrazo fuerte! :) www.melodiasporescrito.com
ResponderEliminares tan real...
ResponderEliminares una pena que un texto tan bien escrito, se haya tenido que escribir por estos motivos. Que conozcamos a Fran y Laura, no por su historia de amor, sino por su historia de desesperación, por culpa de la cruda realidad de los desahucios.
Es del periódico la carta? o cómo te has aventurado a escribir sobre ello?
Un abrazo
"Somos hijos de una mentira." Absolutamente demoledor.
ResponderEliminarDesgarrador. la p. cisis es materialista, se está llevando por delante en un pis pas, aquello que tanto ha costado levantar: un proyecto de vida en pareja basado en el amor.
ResponderEliminarMe has dejado sin palabras.
ResponderEliminarY, de todas formas, las que pudiera decir no estarían a la altura de tu relato (bonito, pero contaminado de realidad).
Es perfecto.
Un abrazo :)
Que duro... que real...
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