Ya no hay brillo de ojos en tu
alma, las ilusiones han quedado relegadas a un segundo plano y cualquiera de
los momentos que vives pasan de largo sin dejar mella en tu cuerpo. Vives como
aturdida, temblorosa, sin ganas de empaparte de lluvia y deseando poder llorar
para descargar lo que llevas dentro.
Has pasado por la ansiedad, por el
miedo a salir a la calle, por el temor a morir mientras dormías y a que nadie
le importase lo más mínimo nada de esto. Ves a los demás tan fuertes que te
sientes débil, has dejado de creer que puedes conseguir todo lo que te propones
y sientes la derrota en cada poro de tu piel. Y crees que todo esto es injusto,
que no te mereces las despedidas y el corazón roto, que nunca diste una razón
para sufrir tanta pena. Y llevas razón, no te lo mereces. Claro que no te lo
mereces, pero estás transitando un camino en el que otros ya hemos estado. Por
eso puedo entenderte.
Puedo entenderte mientras me
miras con tristeza y acabas tu cerveza. No quieres pedir otra por si empiezas a
depender del alcohol para llorar las batallas perdidas. Por si sólo ese líquido
dorado consigue hacerte sentir algo.
Te escucho hablar de mundos
lejanos y se te iluminan los ojos ¿no te das cuenta? Tienes dentro el brillo
que le falta a esta ciudad, pero todavía no lo sabes. No has conseguido
arrancar los motores de tu potencial y estás sufriendo en tus carnes el
síndrome de los sensibles, que viven con tanta intensidad y tanta belleza que
la alegría a veces les resulta esquiva en una sociedad profundamente enferma.
Me hablas de maletas vacías, de
recuerdos que se quedaron en ciudades de paso, de personas que nunca van a
volver y puedo verme en cada una de tus palabras. Y qué decirte ahora, si a veces el silencio
de una mirada es la mayor de las compañías. No estás sola.
Y aunque ahora no seas capaz de
comprender nada e incluso creas que todo lo que sabías ya no es como pensabas
llegará un momento en que llegará la calma. Y entonces. Sólo entonces. Podrás desatar
tormentas.
Oh... Óscar, me sentí muy identificada, debo decir gracias.
ResponderEliminarTe mando un abrazo!
Yo también me he visto reflejada en alguna de tus líneas... eso hace sentir bien y mal.
ResponderEliminarBesitos!!
Ilusiones que se rompen, ojos que pierden brillo...
ResponderEliminarYo también entiendo muy bien tu texto, me encantó.
Un beso.
Siempre la parte más débil de cada uno de nosotros cobra demasiada fuerza, tanta que nos olvidamos que alguna vez fuimos valientes.
ResponderEliminarEs curioso cómo, tu texto, me recuerda al último que yo he escrito. Y prometo que te he leído después de escribir mi entrada.
Siempre maravilloso volver a tus letras. Un besazo enorme.
Veo que por aquí muchos llevamos la misma agonía bajo la piel. Cuesta deshacerse de aquello que habita en tu interior y te rompe.Cuesta horrores y océanos cuyo abasto cada vez es más grande. Cantidades astronómicas de agua y de problemas en los que ahogarse y necesitar hacer acopio de valor para salir a respirar.
ResponderEliminarEncuentro ese respiro en tus escritos.
Mil gracias y un fuerte abrazo.
Siempre fui más de tormentas que de calma por si acaso alguna vez llovían cosas buenas. Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre fui más de tormentas que de calma por si acaso alguna vez llovían cosas buenas. Un abrazo.
ResponderEliminarQue no hay tormenta de la que de sus lluvias no nazcan los más verdes prados, sólo hay que dejarse ser como se sienta a cada instante, no tener prisas, hundirse hasta el epicentro de ésta para así cuando se salga hacerlo roto pero sintiéndote tú, plena en tus grietas
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