Quiero construir una isla en mi
interior a la que acudir cuando me sienta perdido. Una isla que sólo yo conozca
y a la que sólo llegue la espuma de lo que yo permita, donde la paz venza el
ruido que precipita con estrépito mi cordura.
Allí vería amanecer y atardecer
cada día, dejando que las olas acariciasen mis tobillos y fluiría con el agua
como fluyen los pájaros en el viento. Necesito construir un espacio puro en el
que brillen las estrellas, necesito observar los astros, aprender a hablar el
lenguaje del firmamento. Sería bello, tumbarme durante horas en la arena con
las manos detrás de la cabeza y dejar que los pensamientos me visiten, como
sabios venidos de otra época mostrando caminos entre la maleza.
Necesito una isla sin lobos ni
serpientes venenosas, en la que poder pasear tranquilo sin la incertidumbre del
miedo. Una isla en la que luzca fuerte el sol incluso cuando llueva, y en la
que la luna salga cada noche a teñir el mar de blanco. Una isla sin jueces, sin
leyes, sin supervivencias ni limitaciones de ningún tipo. Una isla que sea
corazón y que lata al compás de cada uno de mis pasos.
Una isla que refugie al niño que
todavía me brinca dentro, que no permita que se muera de pena porque el adulto
se traicionó ya en demasiadas ocasiones. Una isla llena de flores y jardines
que nadie pueda pisotear. Donde vuelen libres cientos de mariposas que nadie va
a atrapar nunca.
Quiero una isla eterna, sensible, elemental, natural, conectada, ingrávida, apasionada.
Una isla que sea casa y hogar.
Y desde allí, dedicarme a crear
mundos.
¿Sabes? A veces creo que esa isla es un refugio, ese que convertimos en palabras y que al final lo que buscamos es que alguien quiera formar parte de ella siempre, pero la isla ya está construida y no dejamos de ordenarla y desordenar la toda nuestra vida.
ResponderEliminarJara
Preciosa pieza Óscar!
ResponderEliminarÁngel