¿Destino?

El título de aquél libro llamó poderosamente mi atención aunque si os soy sincero no soy capaz de recordarlo. Las pastas eran de piel rojiza, cada hoja estaba encuadernada con el más esmerado de los cuidados, la caligrafía era perfecta, cuidada, letras doradas decoraban cada página y hacían que fuera un placer pasar horas y horas enganchado en la lectura.

Cada capítulo era una historia sin terminar, una genial y perfecta obra de arte pero que nunca, nunca, tenía un final. Así fue quizás como mi imaginación empezó a volar y comencé a escribir finales para cada historia. A veces tristes, a veces alegres, todo dependía de mi estado de ánimo, si había tenido un mal día en la oficina tenía cierta tendencia a acabar con la vida de todos los protagonistas, si por el contrario había sido un día redondo los dejaba ser felices y encontrar al amor de su vida.

Poco a poco fui enfrascándome en la escritura de todos esos finales, apenas dormía, apenas salía de casa, mi único objetivo era poder terminar todas y cada una de aquellas historias. Pero pasaron los años y el libro parecía no terminar nunca, hasta que llegué unos meses después al último capítulo, la última historia de aquel libro que para mi sorpresa se parecía enormemente a la historia de mi vida.

Relataba la vida de un anciano que había pasado los últimos años de su vida encerrado en su casa escribiendo finales para las historias que contenía un libro que había encontrado años atrás. Había pasado años y años escribiendo y al llegar a la última historia no había sabido que escribir porque esta se parecía enormemente a su vida y ahí terminaba, ni una sola letra más. Unas dos páginas en blanco para que alguien escribiera el final de aquella historia.

"Esto es una broma" pensé, "¿Dónde narices está la cámara oculta?", pero nadie me contestó ni encontré respuesta a estas preguntas, así que guardé el libro e intenté olvidarme de él. Empecé a salir de nuevo a la calle, empecé a tener vida otra vez. Pero echaba de menos escribir finales, echaba de menos todas esas horas que pasaba en la intimidad, desnudándome ante el libro y escribiendo cosas que más o menos podrían reflejar mis sueños, mis inquietudes, mis quimeras y utopías. Echaba de menos todo eso, aquel libro se había convertido en mi confesor, en mi mejor amigo así que empecé a ahogar mis penas en alcohol por todos los bares de la ciudad.

Y fue en uno de esos bares donde la conocí, parecía un ángel caído, estaba triste y apoyada sobre la barra mientras jugueteaba con su copa, pero hermosa, muy hermosa, la mujer más hermosa que había visto nunca. Quien fuera copa en esos momentos para que ella te acariciara con sus labios...así que armándome de valor fui a sentarme junto a ella, ahora éramos dos cuerpos a la deriva buscando tablas para aferrarnos y así comenzamos a hablar. Fue un flechazo mutuo, ambos nos gustamos desde aquella noche y desde aquel día empezamos a quedar asiduamente.

Poco a poco nos enamoramos y cuando le pregunté qué había sido aquello que la había conducido a aquel bar me dijo: -"No lo vas a creer, pero encontré un libro con muchas historias, todas ellas inacabadas y mi único objetivo durante años fue terminarlas. Escribir finales para esas historias. Estuve así por años hasta que llegué a la última historia y ante mi sorpresa no pude terminarla porque parecía relatar mi vida..." -¿Me crees?

No sé si notó mi cara de perplejidad mientras me contaba la misma historia que yo había vivido. Pero poco a poco empecé a comprender todo, aquel libro encauzaba el destino de muchas personas que sin saberlo, habían intentado terminarlo. La besé con ganas, esbocé una tremenda sonrisa, la cogí de la mano y nos marchamos de aquel bar mientras le dije: "Si yo te contara".

NOTA: Éste relato es parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos"