Cuando no quedan islas para naufragar

Ni siquiera tuvo tiempo de despedirse, todo le pilló por sorpresa, había soñado muchísimas veces que pasaría, pero nunca le dió importancia ni tomó precauciones, nunca quiso cambiar su forma de vivir.

Esperaba en la esquina de la calle impaciente a que llegara la hora, le había prometido que estaría allí puntual pero ya se retrasaba cinco minutos, las doce y cinco, las doce y diez, las doce y cuarto...
Pasaban los minutos y ella no aparecía, ¿acaso le había sucedido algo? ¿acaso se había arrepentido y no pensaba aparecer?

Elena esperaba dentro del edificio, sabía que llegaba tarde a su cita pero no sabía si acudir, había decidido marcharse, pero ¿cómo iba a decírselo? ¿cómo iba a decirle que se largaba y de que no pensaba seguir allí ni un minuto más?...estaba segura de que no iba a tomárselo bien.

Nuestro amigo seguía esperando impaciente, ya pasaban más de 15 minutos de la hora prevista, se movía nervioso de un lado para otro y sudaba, sudaba mucho, empezaba a asaltarle el temor de que Elena no iba a aparecer. Pero ¿por qué? ¿acaso no había sabido estar a su altura?, ¿acaso no soñaba con ser feliz a su lado?. Siguió recorriendo la acera de un lado para otro, como un loco, mirando el reloj cada dos segundos creyendo que de esa manera Elena aparecería antes.

Bajar o no bajar, he aquí la cuestión que por la mente de Elena fluía en estos momentos. Si bajaba le esperaba una vida llena de felicidad, abrazos, caricias, una vida lejos de su pasado, una vida nueva, algo con lo que siempre había soñado, pero por otro lado, ella se había críado en ese barrio, no podía huir y romper con todo, no podía alejarse tan bruscamente de lo que hasta ahora había conocido...

Ya pasaban 25 minutos y no había rastro de Elena, ¿dónde se había metido? ya era el quinto o sexto cigarrillo que se fumaba mientras la esperaba nervioso, intentaba contener las ganas de llorar, no podía hacerle aquello, no podía dejarlo allí tirado, simplemente no podía, o quizás sí pudiera pero el caso es que él no deseaba que lo hiciera...

Elena seguía dándole vueltas a la cabeza, empezó a recordar los momentos que había vivido a su lado, sus caricias, sus noches bailando bajo la luna, supo que aquel era el hombre de su vida, de eso estaba más que segura, él la había librado de tantas cosas, la había salvado de caer en el olvido, de un suicidio seguro,la había querido tal y como era. Nunca le había pasado algo parecido con nadie, nadie la había dado tanto por tan poco a cambio...

Mientras tanto en el mundo real el tiempo seguía pasando, ya se retrasaba 35 minutos, ¡35 minutos! pero todavía le quedaba la esperanza de que apareciera en el último momento corriendo, con la lengua fuera y con la sonrisa que la caracterizaba, quizás se hubiera entretenido cambiándose, ya se sabe como son las mujeres nunca saben que ropa ponerse, quizás no se hubiera dado cuenta dela hora...el caso es que ya empezaba a desesperarse.

Mientras tanto Elena había tomado una decisión, respiró profundamente, cogió un cuaderno y escribió apresuradamente algo, después tiró el cuaderno, cogió la chaqueta del sofá, desplegó el asa de su maleta con ruedas y llamó al ascensor.

50 minutos...empezaba a pensar en marcharse, empezaba a aceptar que había perdido, que no iba a aparecer, jamás se había retrasado un sólo minuto y el día más importante para los dos se retrasaba ya casi una hora. Por fin tomó una decisión, aceptó que no iba a acudir a la cita, se dió la vuelta y empezó a caminar cabizbajo intentando aguantar las ganas de llorar.

Elena salió del portal corriendo, arrastrando su maleta y se dirigió veloz a la esquina donde habían quedado, justo en el lugar donde se conocieron 2 años atrás. Pero él no estaba allí, miró su reloj y se maldijo a sí misma ¡había pasado una hora entera pensando y debatiendo si acudiría! seguro que él se había cansado de esperar y había decidido marcharse. Empezó a correr calle abajo y distinguió su figura a lo lejos, caminando lentamente, derrotado, tal y como lo había conocido.

Cuando llegó a su altura lo abrazó por detrás con fuerza y le dijo: -¿Es que no pensabas esperarme?. Nuestro hombre pensó que el corazón se le salía del pecho, ya había asumido que no iba a aparecer, pero allí estaba junto a él con su maleta y esperando emprender una nueva vida. Se abrazaron con fuerza, se besaron, pidieron un taxi y se dirigieron al aeropuerto.

Mientras despegaban Elena ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de todo lo que hasta ahora había sido su vida, hasta hace tan solo unas horas había sido prostituta y hoy emprendía una huida junto al hombre que había venido para salvarla, su ángel, el hombre con el que estaba segura iba a formar una familia y a olvidar su pasado.

Dos horas más tarde cuando el chulo entró en su casa encontró un cuaderno en el sofá donde escrito con lápiz apresuradamente se leía: "Hasta nunca".

Nota: Este relato es parte de mi participación como miembro de "El Cuentacuentos"