Media luna de Abril

Escuchó gritos en la noche, gente que saltaba al mar sin saber nadar, vio luces cegadoras y en cuanto vió aparecer la patrullera de la guardia civil, Said, supo que su sueño había terminado.

Viajaban en una barcaza de madera antigua en el casco de la cual había grandes vías de agua,lo que los obligaba a estar achicando constantemente si no querían hundirse, sus ropas se empapaban y las continuas sacudidas de las olas los hacían temblar de frío. No llevaban consigo agua dulce, ni ningún tipo de alimento, el tipo que organizó el viaje les había prometido que llegarían en menos de 6 horas pero el motor se averió en alta mar y llevaban más de 4 noches navegando a la deriva.

Habían sido más de 30 personas las que embarcaron en aquella playa de Marruecos, la mayoría mujeres y niños. La mala mar había sido su compañera de viaje constante y los vómitos y mareos se habían sucedido entre todos los tripulantes. En sus mentes no cabía la palabra fracaso, fracaso era todo lo que habían conocido hasta ahora y el hambre su única ley. Ahora tan solo quedaban 20 personas a bordo, la fuerza de las olas había tirado a unos cuantos al agua y otros cuantos intentaron salvarlos sin éxito.

Se dirigían hacia un lugar que según decían se encontraba, donde terminaban las aguas, y al que muchos llamaban España, seguro que era un paraíso puesto que nadie que ellos conocieran había regresado jamás de allí. Said pensó alguna que otra vez que al otro lado del mar sólo había agua y más agua y que todos los que viajaban no regresaban porque simplemente morían en el viaje. Pero tuvo que desechar esa idea de su mente cuando su hermano pequeño enfermó y necesitaba una operación, una operación que naturalmente costaba más dinero del que su familia podría pagar nunca...

Así que rogó una y otra vez a Alá por la vida de su hermano, pero su hermano empeoraba día tras día. Sus padres estaban demasiado mayores para aguantar un viaje de esas características así que decidió ir al puerto una tarde a entrevistarse con el patrón. Le hizo pagar todo cuanto su familia había ahorrado durante toda una vida por un pasaje en aquella barcaza...

Así fue como Said descubrió que el cristal de los sueños se rompe y de que hay gente que nace en sábanas de seda y otros, por desgracia, parecen haber nacido para ser trapos.

NOTA: Éste relato forma parte de mi participación como miembro de "El cuentacuentos". Por petición popular me reafirmo en la idea de escribir una segunda parte para "La balada del lago", quizás la semana que viene pueda estar publicada. Muchas gracias a todos por leerme.