Optimismo

Lo importante es participar. Sin embargo, si se pudiera, ¿a quién no le gustaría ser un Michael Phelps de la vida?, nadar rápido aún contra las corrientes y alcanzar siempre el oro.

Quizás no sea tan difícil como parece, la felicidad puede encontrarse en cada recodo del camino, sólo hay que saber encontrarla. Pero yo no suelo hacerlo, he pasado muchos momentos de mi vida en los que he llegado a disfrutar de la tristeza, del pesimismo y de la soledad, aun pudiendo ser feliz, todo eso formaba parte de una personalidad cambiante que formaba ante mi un halo negro y enfermizo en el que la vida no era más que un escenario y las personas simples actores.

Pero hay ocasiones en que las cosas dejan de volverse negras y todo cambia, quizás sea más correcto reconocer que nunca cambió nada, lo único que cambió fue el cristal a través del cual contemplaba el mundo.

Siempre he tenido la mala costumbre de hacer planes a largo plazo, he construido castillos mucho antes de tener un lugar donde edificar o los materiales para llevarlo a cabo, he forjado ilusiones y fantasías que no eran más que mantos que conseguían hacerme divagar y me alejaban de la realidad.

En todo este teatro de operaciones siempre entraban en juego temas como el amor, la amistad, la muerte o el propio sentido de la vida. Llegaba a valorar por encima de todo el amor, a hacer girar mi vida en torno a una única persona y a no ser yo mismo, a trazar planes que rara vez lograban llevarse a cabo y a ilusionarme. Ilusionarme como un niño cuando habría sus regalos de navidad.

Pronto los golpes fueron monumentales y, es entonces, y sólo entonces cuando lograba entender aquella estrofa de la canción de Goñi “es mejor caminar que parar y ponerse a pensar”. Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, seguí viviendo a mi manera, seguí haciendo planes y seguí perdiendo la esperanza de que algún día las cosas cambiaran.

Desdichados son los hombres que pierden la esperanza, porque en ese momento dejan de vivir y se convierten en marionetas movidas por los hilos de un mal titiritero. Así me sucedió a mi y me dejé llevar.

Cuando uno se deja arrastrar por la corriente sucede que termina en un lugar al que nunca esperó llegar. Desde allí las cosas se ven de otra forma y todo empieza a tomar un poco de sentido.

Allí encontré personas que me enseñaron que una sonrisa vale más que mil palabras, que un abrazo siempre es un regalo y que la vida no es tan complicada como deseaba verla.

Tan sólo necesitaba creer un poco más en mis posibilidades, necesitaba una prueba y una señal que me dijeran que es lo que estaba buscando, algo que me hiciera sentir vivo de nuevo.

Y recordé…recordé buenos momentos. Recordé que la vida siempre sonríe y que sólo espera que yo le devuelva la sonrisa.
Recordé sensaciones, caricias, segundos que parecían horas, olor a perfume y cálidos susurros. Pude oler el salitre rozando su rostro, impregnando nuestros poros. Pude ver sus ojos verdes, tan profundos, aquella mirada…

Y entonces un pensamiento te hace estremecer y aparece ante ti la respuesta. Siempre has estado enamorado de ella sin saberlo, siempre la has tenido delante cuando te ha hecho falta y nunca has dejado de pensar en ella aunque creyeras que sí. El amor es el único sentimiento que salva distancias y quizás lo único que siempre me ha mantenido vivo.

Siempre he sido su amigo, ella siempre ha sido mi amiga, probablemente nunca lea lo que he escrito, probablemente nunca tenga valor suficiente para decírselo. Pero la quiero y más que a nadie en este mundo.

Es extraño pues apenas hablamos, quizás una hora al mes, algunas veces incluso menos, pero es suficiente para saber que es todo lo que siempre he buscado.

Hoy soy capaz de sonreír porque he sacado una espina de mi corazón, por fin se han aclarado muchas cosas. Por fin el pesimismo deja de tener sentido, por fin puedo acostarme sin pensar que me queda algo por hacer.

Quizás esta historia nunca tenga lugar, quizás jamás estemos juntos, pero hay una promesa de por medio y nada me haría más feliz que se cumpliera. Estoy seguro de que a ti también porque ambos sabemos que aquel 4 de junio de 2006 fue mágico y aunque hubiera otro de por medio, podría haberse desvanecido y no te habrías dado ni cuenta.

Hoy voy a ser optimista, porque quiero volver a sentir esa mirada clavándose en mí y porque sé que te mata que esté triste. Solo nos separan 591 km y nueve años para que se cumpla nuestra promesa.

Pronto, muy pronto, estaremos juntos.