Dueños de matices

Estas aceras, sucias, son las mismas que pisé ayer cuando todo parecía ir de mal en peor. Hoy florecen margaritas en las grietas que hay entre las losetas.
Estos coches, que ayer se saltaban semáforos, son los mismos que hoy respetan los pasos de peatones y circulan sin saltarse señal o límite alguno.
Este sonido, que ayer fluía por mis auriculares haciéndome llorar, hoy me hace cantar a voz en grito.
Ese señor, que ayer torcía el rostro cuando otros lo miraban y que no devolvía el saludo, es el mismo que hoy sonríe y pregunta qué tal va todo.
Esa mujer, que ayer gritaba a su marido haciéndolo agachar la cabeza, es la misma que hoy lo abraza y besa con delicadeza haciéndolo sentirse la persona más importante del mundo.
Esos tiempos, que ayer parecían un pozo, hoy no son más que la certeza de que otros tiempos mejores están por llegar.
El niño, que ayer incordiaba en mi pausa laboral matutina, hoy me enternece cuando lo veo correr torpemente detrás de las palomas.
La cajera del supermercado, que ayer se mostraba seria y ausente mientras cobraba como una autómata, hoy sonríe a los clientes y los ayuda a embolsar su compra.
Los viajeros, que ayer se apretujaban malhumorados en el vagón camino del trabajo, hoy sonríen y se lo toman con filosofía si no caben y tienen que esperar al siguiente.
Aquel guardia de seguridad, que ayer me instaba cabreado a que pasara mi bolsa por el escáner, hoy me lo solicita amablemente y su mirada me pide disculpas por el rutinario y desconfiado procedimiento.
Aquellos chavales, que ayer ensuciaban la calle y molestaban a los vecinos, hoy reparten panfletos en pos de la utopía y me invitan a sacar mis pensamientos más allá de mi cabeza.
Unos versos, que ayer no conseguían transmitirme nada, hoy parecen ley de vida y me los tatuo en la piel.
Unas palabras, que ayer me hacían daño, hoy sirven para recapacitar, para hacerme estudiar otras opciones.

Y nada ha cambiado. Todo sigue igual. Madrid sigue siendo Madrid y sus decibelios y contaminación se mantienen en los valores esperados. Los segundos siguen pasando en mi reloj y los días siguen teniendo veinticuatro horas. Quizás, lo que realmente hace cambiar las cosas, somos nosotros o nuestra visión de las mismas. Siempre podemos elegir dos caras ¿por qué no quedarnos con la positiva?

Ayer, la persona que agachaba la cabeza y se revolvía en una espiral de negatividad, hoy mira al frente y tararea canciones que hablan de cambiar el mundo. Hoy una persona ha sido realmente persona. Y el mundo no ha dejado de girar…

Para tí, por tantas cosas…


Imagen: ~inzirillo