Una vez más, buceando en las
profundidades, he encontrado los restos de un naufragio. La emoción y la
euforia inicial primero lo desbordan todo. Te dedicas a indagar en cada
recoveco, incluso en los más difíciles, tratando de recordarlo todo para
después dibujar un mapa. Tras varias inmersiones empiezas a tomar conciencia de
la inmensidad del descubrimiento y te planteas cómo sacar a flote todo eso para
reconstruir el puzzle que indique qué es lo que ha sucedido.
Cuando llevas ya varios días
de intensa búsqueda, se te presenta la duda de si realmente es necesario que
ese naufragio sea resuelto. De si tú mismo lo deseas. De si no será mejor
dejarlo en el fondo del océano, admirar la grandeza de todo aquello y seguir
navegando en busca de otros hundimientos. Quién te dice que todo aquello no fue
provocado para que se quedara ahí, incluso puede que el armador del barco no tenga
el más mínimo interés en recuperar nada de lo que puedas encontrar.
Llegado a este punto se me
presenta un planteamiento: no sé si lo que realmente busco es un tesoro,
conocer la historia de un desastre o simplemente siento amor por el desastre. Tal vez me
empeño en buscar naufragios para ocultar el mío. Para tapar mi derrota.
Pero hay que reconocer que existen restos de naufragios realmente
bellos. Y cuando los ves ahí no puedes evitar ponerte el neopreno y bajar a
indagar. Sientes la necesidad de respirar en él, de formar parte de ese
desastre aunque sea un rato.
A estas alturas de la película
creo que me he vuelto a pasar con las metáforas. Pero también sé que hay
bastantes busca tesoros en esta sala (llevo rodeándome de ellos toda la vida) y
que entenderán perfectamente el contenido de este mensaje y podrán explicarme, tal vez de una forma más clarividente que la mía por
qué amamos tanto sumergirnos en busca del desastre.
The shipwreck by Haqimie
Buena la metáfora, no tanto el comentario sobre ella. Es cuestión de curiosidad. Siempre nos preguntamos un por qué, lo cual no deja de ser la pregunta que creó a Dios, y cada uno tenemos el nuestro. Quizá el tuyo esté en el fondo del mar, y quién sabe qué historias te contará cuando lo encuentres ;)
ResponderEliminarSumergirse en busca del desastre es querer salvar por un lado el tesoro y por otro uno mismo.
ResponderEliminarLos que vivimos en un continúo naufragio sentimos esa necesidad de rescatar y ya que estamos ser rescatados también, así que seguramente ese sea uno de los motivos.
El peligro de todo esto es acabar haciéndose daño en el naufragio.
Igual es esto. Llevo un rato pensando en ello.
Jara
Creo que el ser humano es melancólico... y le gusta recordar, lo bueno y lo malo, los restos de lo que fue y ya no es.
ResponderEliminarNo creo que sea demasiado malo esto, con moderación; el problema es cuando dejas que esos recuerdos te hagan naufragar a tí también.
Besitos!
Porque el hombre es el animal capaz de tropezar dos veces, o más, en la misma piedra.
ResponderEliminarSaludos Óscar.
Eroski. Nunca, jamás de los jamases, puede haber en este mundo demasiadas metáforas.
ResponderEliminarNo es posible.
Curiosidad y mortalidad. Quizá nos sentimos un poco dioses lo bastante cerca del desastre como para admirar su belleza quieta y hundida. Sin que nos atraviese su desastre pero nos roce lo bastante como para disparar la adrenalina, ante la posibilidad de naufragar también nosotros.
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