Siempre he tenido la extraña
sensación de llegar a destiempo y con el pie cambiado. Esto me hace encontrar
huecos donde anido a medias, donde estoy de paso, donde ahora sol pero mañana
luna. Un constante vaivén de emociones y sentimientos que me obligan a
reciclarme una y otra vez.
Sostengo la ilusión en una mano
sin darme cuenta de la fragilidad que encierra, me dedico a hacer malabares con
ella y la lanzo al aire esperando atraparla de nuevo. Lo que pasa es que me
distraigo con el vuelo de una mosca y sucede que de cada cuatro veces, tres, se
me cae al suelo.
De todo se aprende y sé que soy de
los que se reconstruyen de sus ruinas, aunque a veces no sepa ni dónde tengo
las fuerzas. La adaptación es una palabra que me define, de la adaptación llega
la supervivencia, y otra cosa no, pero sobrevivir es algo que se me da de puta
madre.
Pero tengo miedo. Un miedo
terrible a que la realidad no sea más que una ilusión que tengo en la mente. A
que las realidades de otros no coincidan con la mía. A llegar tarde una vez
más. A que el lobo me gane la partida y se beba hasta la última gota de mi
esencia.
Y así camino ahora. Sin saber muy
bien la hora que marcan los relojes ni si el tic-tac que me dejó tu marcha es
una señal de que el tiempo sigue corriendo, o de que se agotan los segundos
para que estalle la bomba que llevo en el pecho.
Si eso pasa espero que no te
pille cerca, que no te salpiquen los restos de mi derrota sobre la cara. Que no
tengas que ver como pierdo la capacidad de entregarme al doscientos por cien de
mis posibilidades. Tú no.
Pero tal vez eso no pase y suceda
que antes de terminar de leer este texto, te imagines conmigo entre las sábanas,
hablando de un cosmos que no entendemos pero que se nos escapa de las manos y,
serán esas mismas manos con las que recorreré el mapa de estrellas de tu
espalda para que sientas que por fin alguien traza rutas en tu galaxia. Yo ya me
lo imagino a diario, aunque otras veces me den ganas de hacer las maletas y
escapar, cambiarme de nombre, de cara, de pelo y comenzar a vivir otra vida, tal
vez una en la que no haya relojes de arena y siempre llegue pronto. Aunque
deduzco que odias las despedidas y que yo no soy de los que quieren despedirse
de ti.
Mientras tanto seguiré desafiando
mis vaivenes y puede que me encuentres bebiendo cerveza en algún bar, con cara
de no tener prisa aunque madrugue al día siguiente mientras espero que mi
tiempo, se mezcle con el tuyo.
Pronto o tarde.
Y qué más da.
Pronto o tarde.
Y qué más da.
Yo me siento un poco así, precisamente hoy...
ResponderEliminarBesos!
Como bien dices, es una sensación. Creo que estás a tiempo, que lo tienes todo por delante. Agarra esa ilusión fuerte, métela en el bolsillo y no dejes que se escape. Que tu realidad es todo aquello que ven tus ojos y estoy segura que coincide con la de muchos otros, aunque tu no pienses lo mismo. Será cuestión de poner puntos en común.
ResponderEliminarOlvídate del reloj, de las horas pasadas y disfruta de ti, de tu presente, de quien está contigo hoy. Y cuenta sus lunares, sus pestañeos y hasta los latidos del corazón si hace falta, pero cuéntate a ti primero y así quizás los tiempos un día encuentren su equilibrio y pierdan el miedo.
Sensaciones, que bonitas y que cabronas son a veces.
1 besote
"Mientras tanto seguiré desafiando mis vaivenes y puede que me encuentres bebiendo cerveza en algún bar, con cara de no tener prisa aunque madrugue al día siguiente mientras espero que mi tiempo, se mezcle con el tuyo."
ResponderEliminarUfffff, si me habrá pasado. No sé si exactamente sentada en la barra de un bar pero sí esperando. Ahora ya no espero y uso mi tiempo en disfrutar (leyendo, caminando, mirando, escuchando) mientras trato de el mío se mezcle con el de otro que esté haciendo lo mismo.
Juntás palabras de una forma tan linda
Un beso!
El destino lo tiene marcado
ResponderEliminarme ha encantado tu presentación y el giro rebelde de tus palabras
saludos desde una cálida Miami
Bellísimo texto, lleno de melancolía, pero también de serenidad, Oski.
ResponderEliminarAdpatarse para sobrevivir, pero también rebelarse porque lo que queremos es vivir y que los sueños se cumplan, pero sin que eso nos deje sin sueños.
Si te sirve de consuelo o de alivio, esto de ir y volver, de querer estar en otra parte o de agarrarte a la esperanza de que alguien te ame con locura, que nada más te importe no se cura con la edad, sólo que hay personas a las que se les oxida el corazón y entonces ni aman ni viven ni sueñan.
Un beso,
Y qué más da, si cuando ocurre...ése siempre va a ser el momento perfecto y el que no hubiera tenido lugar si hubieras llegado a tiempo a otro sitio...
ResponderEliminarPor muchas veces que se caiga, no dejes de recoger (y reanimar si hace falta) la ilusión del suelo.
Muá!