Mi profundidad es un caimán con
ojos color nube. No te asustes si a veces sus fauces parecen querer engullirlo
todo y otras, se disuelven como el humo al querer morder y no abarcan nada.
No se muestra con facilidad, está
llena de telones y muros, barreras y puntos de control. Mi profundidad es un
billete directo a la locura y sólo puede viajarse en apnea y a la velocidad del
sonido.
Se preocupa de estar abriendo
demasiado la puerta a desconocidos que no me aportan nada, esperando que tal
vez, consigan tocar alguna de mis fibras, con la esperanza, más bien remota, de
que su profundidad pueda conjugarse con la mía, aunque mi profundidad sea egoísta
y no entienda de iguales y se ponga la sonrisa como máscara para salvarme de la
muerte.
Mi profundidad es un niño
travieso con zapatos nuevos, que salta en los charcos y no entiende de broncas,
que espera que alguien lo tome de la mano y siga su juego. Un niño con una
infancia no resuelta que se niega a abandonar la esperanza y construye en la
ilusión su fortaleza.
Mi profundidad no sabe de
superficies, no mira tu escote, tu culo, ni si te has cambiado de peinado, mi
profundidad no se queda con la alegría fácil de domingo, siempre va más allá
porque juega en otra liga, vuela en otras tempestades y considera lo invisible
el mayor de los tesoros.
No entiende la traición, ni el
porqué de personas que se alejan, y llora. Y trata de que yo llore también para
sentirse menos sola. Más en calma. Menos profunda. Y me pregunta que qué sé del
amor, y le digo que no mucho. Y se echa a reír. Y yo río con ella.
Mi profundidad sólo espera que
alguien un día la invite a un café o una cerveza, y le diga: “tranquila, el
barro no es tan malo como parece, todos sufrimos decepciones a diario”. Aunque
esperar sea ya de por sí demasiado y nadie esté nunca para sumergirse en las
aguas de otro.
A veces es condena, pero no
trato de desprenderme de ella, porque también amansa la fiera que tengo en la
cabeza y dirige el ejército que me estalla en el pecho. Mi
profundidad es una brújula con cinco nortes y no sé a cuál hacer caso.
Mi profundidad me grita:
“márchate, abandona de una vez esta farsa, ya no hay nada que hacer, has
intentado ser habitante y has fracasado. Desenamórate, desenráizate, empieza de
cero” pero también me grita “quédate, sigue avanzando, arrolla lo que se te
ponga por delante y sigue construyendo”.
Mi profundidad no existe. Y existe
todo el rato. Mi profundidad soy yo. Y no soy yo.
Y tú, preguntando los porqués de
lo profundo.
Y yo, que me he quedado sin
respuestas.
Me dice mi profundidad que en la próxima visita invita a la tuya a un café o una cerveza. Que ella también entiende de saltar en los charcos y se ríe de su dueña. Yo te digo que a veces la detesto muy mucho y no quiero convivir con ella. Preferiría que mi sonrisa con pistola en mano se la cargara, pero también sé que sin ella no sería nada o mejor dicho sería otra.
ResponderEliminarA esto justamente me refería yo cuando pensé en los infinitos polos. Alrededor del Óscar físico, presente y centro de una esfera, rondan infinitos pseudoóscares que se dejan identificar durante microsegundos y que, a pesar de su veleidad, tienen todo el sentido por sí mismos. Algo así como las partículas de polvo que se ven cuando penetra la luz por la persiana, pero orbitando a tu alrededor.
ResponderEliminarParecen magia, pero creo que la verdadera magia es que uno llegue a identificarlos, como parece que has hecho tú a juzgar por la impecable exposición que has hecho en el texto. Así que siéntete feliz y agradecido por este sentido de la consciencia, que, aunque a veces sea un poco tedioso por las vueltas que nos hace dar a la cabeza, en realidad nos abre muchas puertas y sobre todo nos impulsa a crecer.
Me ha gustado mucho.
Un abrazote.
Yo también te digo "Quédate, sigue avanzando, arrolla lo que se te ponga por delante y sigue construyendo” porque los domingos con tus letras de fondo son mucho mejores.
ResponderEliminarUf, qué intenso, Oski. todos tenemos a ese otro yo que a veces es nosotros y a veces no, lo único diferente es a cuantos metros de profundidad se encuentra, cuantas veces dejamos que emerja, cuantas dejamos que maneje el timón, cuantas lo taponamos con sonrisas o con falsos tabiques para acallarlo.
ResponderEliminarMuy bueno, Oski, cada día escribe mejor, emocionas, y eso sí que es un objetivo para un poeta.
Sigue avanzando y arrolla todo lo que se te ponga por delante...
Un beso,
La profundidad es nuestra caja de resonancia, no hacemos música sin ella y, alegre o triste, cómo dejar que se pierdan todos los momentos que vibramos. Es duro dejar pasar tantas emociones por dentro, pero no habría entonces música, ni poesía, ni sonrisas verdaderas... el cartón piedra puede valer para un rato, pero muchos ya nunca nos conformaríamos con eso de forma definitiva, por más que parezca invadir tanto a grandes pasos.
ResponderEliminarEn fin...me encanta