Lo único con lo que lleno mi
equipaje son los trozos de pecho que después voy dejando en las ciudades que
visito.
Ojalá hubieras podido verme sonreír
al bajar de cualquier escenario, me hubiera encantado haberte dado ese abrazo
que siempre nos quedamos a deber, haberte preguntado “¿he estado bien?” y que me
miraras a los ojos sin hablar y que brillaran los tuyos. Tomarnos unas cañas,
arreglar el mundo y con un poco de suerte soñar que termino en tu cama mientras
volvemos cada uno por su lado callándonos la mitad de lo que nos hemos dicho.
Hay una herida que lleva tu
nombre. Que arde. Que me quema. Que nunca termina de curar. Que me niego a
llamar herida, porque duele. Vaya si duele y, aunque con los años he cambiado de
conceptos y estructuras, te aseguro que hay errores que no volvería a cometer
ni por asomo y, uno de ellos, fue alejarme para siempre. Eras un tremendo pilar
que me sostenía y decidí demolerlo, y
así anduve, diciéndole a todo el mundo que no tenía ni idea de dónde venía mi
cojera existencial. Mintiendo y mintiéndome.
Hacía años que no regresaba al
lugar donde nos vimos por última vez. No era capaz ni de imaginar que volvería
a caminar por esas calles, sabiendo que una parte de mí anidaba en algún lugar
y que no iba a verte. Pero he vuelto y ya no soy el de antes. He podido
buscarme, encontrarme y no gritar. Y
aunque sabía que no ibas a estar, podía sentirte en paz con tu nueva vida. Y
pude sonreír. Y por primera vez no me ha asustado saber que sigo hacia delante.
Que sigues adelante.
No sé si volveremos a cruzar los
vientos. Ni si alguna vez reiremos de nuevo juntos. Si tal vez algún día
podremos decirnos a la cara el daño que la ausencia nos ha hecho. Si
lloraremos. Sólo quiero pensar que puedes encontrar mis trozos en tu ciudad. Que
los mezclas con los tuyos, y que sonríes, y por fin, cosernos la herida.
He vuelto a casa con menos trozos
de mí pero con más trozos de otros en la maleta. Con la certeza de que la vida
está llena de momentos. Con la certeza de que nosotros fuimos uno.
Uno tan enorme que no me voy permitir
borrarlo de mi memoria.
Lady with Umbrella by Danny Santos
De nuevo esa mezcla entre mujer, cuidad y poesía y no saber a quién le hablas. Me ha encantado el olor a "Pasaporte" que lleva.
ResponderEliminarY leerte es sinonimo de corazón abierto, sin operaciones de por medio y una tremenda desnudez que antes de que te des cuenta nos desnuda a los lectores... Ojalá nunca pierdas esta manera tan tuya de gritar los sentimientos
ResponderEliminarHay heridas que no cerramos nunca por no ver la cicatriz tan fea que quedaría. Porque nos negamos a vestir la sangre roja de gala con tejido muerto. Porque es cerrar de un portazo el hoyo al País de las Maravillas, de tantos sueños como pesadillas. Sin embargo, es bueno enseñarnos a nosotros mismos a mirar esa herida con una sonrisa, y a soltar de vez en cuando el aire retenido tanto tiempo dentro, mientras dolía demasiado respirarlo.
ResponderEliminarA veces cuesta una vida dar el paso de que algo te deje de doler y pases a verlo con otros ojos, aunque está claro que todo son estaciones, si no se pasa por una, no se llega a la siguiente.
Eliminar