17 de diciembre de 2017

Ciudad poesía

Dejé olvidados mis poemas en algún rincón de este planeta, perdidos entre el ruido atronador de charlatanes y sabihondos de red social, donde ni yo mismo lograba alcanzarlos. Habían dejado clavado en mí el recuerdo de sus dedos blancos. Sus retazos de azul y sabor a sal, su incapacidad de amar más allá de la etiqueta y el me gusta, su miedo a la muerte, su pavor a las miradas por encima del hombro, a la indiferencia.

Caminé en dirección contraria y me alejé, condenando al destierro la emoción y anclándome en la excusa. Dejé de creer en ellos, en la paz de sus letras, en los pájaros que revoloteaban en cada una de sus líneas. Y empecé a culpar a la inspiración de todos los problemas.

La niebla había llegado a ciudad poesía, lo que antaño fuera un paraíso soleado que de forma tan plácida había habitado los últimos años, se había convertido en una ciudad en guerra, destruida por mi ejército de caimanes, asediada y bombardeada por el más antiguo de mis rechazos. Sin ni siquiera saber en qué momento la guerra se ha apoderado de tus vísceras te ves inmerso en una batalla que debes librar solo.

Uno no conoce el alcance de la soledad hasta que se aleja de lo que siempre le ha acompañado, hasta que pierde de vista la luz del último de sus faros. Y en soledad, caminando entre las ruinas, cegado por la niebla, al borde la locura y con la ansiedad como única compañera me veía incapaz de salvar horizontes. Y esta se convierte en la historia de tu derrota.

Lo bueno del silencio es que permite escuchar la voz que llevamos dentro. Una voz que cuando sabe el buque perdido, grita y hace temblar todos y cada uno de tus cimientos. Y esta, aunque resulte difícil de creer, se convierte en la historia de una victoria.

Esa voz guía construyó de nuevo las fuentes, las calles, los edificios, las plazas, los bulevares, los parques. Trajo de vuelta los pájaros y llenó de flores los jardines. Creó los mares y los ríos, las montañas. Disipó la niebla y volvió y regresó el brillo del sol. Los viejos poemas no volvieron, pero no hizo falta, nacerán otros nuevos pues he aprendido que no hace falta poema mientras exista la poesía. Mientras la canción de la vida no deje de sonar en tus manantiales más profundos.

Porque siempre ha estado ahí cuando todo falla. Porque nunca se marchó. Porque regresar a la esencia es acariciar la vida.

Canta tu canción y no dejes que otros la canten por ti porque sólo tú serás capaz de escucharla y entenderla.

Tu voz es perfecta. Siempre lo ha sido. Puedes hacerlo. Sabes hacerlo.

Aunque no sepas cómo.

A fin de cuentas no hace falta entender la música para disfrutarla.

Song for sunshine by Indiae


NOTA: Escrito tras mi participación en el taller "El camino del ser creativo y el reencuentro con nuestra esencia" de la escuela ImproVersa. Trabajo necesario y esclarecedor para todo artista que se exponga continuamente al juicio ajeno.

3 Comentarios:

  1. Gracias Óscar. Me veo reflejada en tus palabras. Me has emocionado.
    Un placer compartir contigo este fin de semana.
    Un abrazo fuerte: Irene

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  2. Me encontré en el camino de vuelta con tu blog te felicito -
    Que el año nuevo te traiga lo que buscas

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